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El Gobierno ya ‘inventó’ la posverdad en la crisis del ‘Prestige’: cinco bulos que lo demuestran

Los dirigentes políticos de la época lanzaron mensajes, sin aval científico o técnico, para restar importancia a lo que llegaría a convertirse en la peor catástrofe medioambiental de España

Patricia R. Blanco
"Vertido de fuel en las costas gallegas, procedente del 'Prestige", el 19 de diciembre de 2002.
"Vertido de fuel en las costas gallegas, procedente del 'Prestige", el 19 de diciembre de 2002.ULY MARTÍN

La gestión mediática del hundimiento del petrolero Prestige frente a las costas de Galicia fue un ejemplo de cómo el Gobierno, dirigido entonces por José María Aznar, manipuló la información para restar importancia a lo que después llegaría a convertirse en la peor catástrofe medioambiental de la historia reciente de España. Estos fueron los mensajes que, sin un aval científico o técnico —como llegó a denunciar la comunidad científica—, los dirigentes políticos de la época trataron de filtrar a la opinión pública:

No hay marea negra

Desde que el 13 de noviembre de 2002 trascendiera la noticia de que el Prestige se encontraba en apuros cerca del cabo de Finisterre, el Gobierno se afanó en restar importancia a los riesgos que suponía el petrolero, cargado con 77.033 toneladas de fueloil. “No creemos que se pueda hablar de marea negra”, señaló Mariano Rajoy, entonces vicepresidente y portavoz del Gobierno.

La marea negra se extendió a lo largo de 2.000 kilómetros de costa, supuso la muerte de más de 100.000 aves y acabó con innumerables recursos marinos.

La marea negra no llegará a la costa

Cuando las manchas de fueloil ya eran visibles, el Ejecutivo del PP insistió en la estrategia de la tranquilidad. “La marea no llegará a las Rías Baixas”, señaló Rajoy. “No hay playas manchadas de chapapote, las playas no están contaminadas ni manchadas… Están esplendorosas”, sentenció Federico Trillo, entonces ministro de Defensa.

El 16 de noviembre de 2002, el combustible del Prestige comenzó a llegar a la costa gallega. Tan solo un día después, la mancha ya cubría 200 kilómetros de litoral de Galicia.

La mejor decisión es alejar el petrolero de la costa

La decisión de llevar al petrolero lo más lejos de la costa —“al quinto pino”, llegó a decir un ministro—, no minimizó el impacto de la catástrofe. Pese a ello, el entonces ministro de Agricultura y Pesca, Miguel Arias Cañete, aseguró: “Afortunadamente, la rápida actuación de las autoridades españolas, que ha permitido remolcarlo [el petrolero] hasta distancias muy alejadas de la costa y controlar los vertidos hace que no temamos una catástrofe ecológica como ha ocurrido en épocas anteriores”. Enrique López Veiga, que por entonces era consejero de Pesca de la Xunta de Galicia, insistió en esta tesis y pidió “tranquilidad”: “Tenemos muy apartado el petrolero, de tal forma que pasase lo que pasase, el riesgo de marea negra no parece que tengamos”.

Lo mejor es que el barco se haya hundido

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El 19 de noviembre de 2002 el Prestige se hundió partido en dos. Esa misma tarde, un científico del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Luis García Fierro, del Instituto de Catálisis y Petroleoquímica, aseguró ante la prensa que el hundimiento era una “buena noticia”, según relata el catedrático de Periodismo y licenciado en Química Carlos Elías en Medio ambiente, manipulación política y control mediático del riesgo. Análisis del caso del hundimiento del petrolero Prestige. La presión del agua sobre el barco, que se encontraba a 3.600 metros de profundidad, convertiría el fuel “en una sustancia sólida difícil de moverse y dispersarse”, aseguró García Fierro.

“Fue la tesis que manejó todo el Gobierno”, recuerda Elías, profesor de la Universidad Carlos III. El entonces delegado de Gobierno en Galicia, Arsenio Fernández de Mesa, dejó una frase que le perseguirá para siempre: “Las bajas temperaturas de la mar harán que probablemente se solidifique [el fuel], se convertirá en un ladrillo en el fondo del mar”. “Se va a solidificar y no va a pasar nada”, dijo el presidente de la Xunta de la época, Manuel Fraga. Mariano Rajoy también extendió esta teoría: “La mancha se va a solidificar, es decir, que el combustible que iba en el barco que se ha hundido se va a solidificar”. Y también dejó una frase para la historia: “El fuel está aún enfriándose, salen unos pequeños hilitos, me dicen que son regueros solidificados con aspecto de plastilina en estiramiento vertical”.

“Sin embargo, García Fierro solo opinaba. No había estudios científicos que avalaran esa hipótesis, aunque él hablaba como si existieran”, asegura Elías. Según el catedrático de periodismo, el Gobierno se sirvió del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para sus propios intereses. “Hay mucha polémica sobre quién elige al director de RTVE, pero no hay polémica sobre que el director del CSIC lo elija el Gobierno”, subraya Elías, que recuerda que los científicos de esta institución, a diferencia de los investigadores universitarios, “no son libres para hablar con la prensa”, puesto que pueden ser sancionados. El actual presidente del CSIC, Emilio Lora-Tamayo, era el vicepresidente de la institución durante la crisis del Prestige, presidió la comisión científica que investigó la catástrofe y se convirtió en el presidente, dos meses después, tras la dimisión del entonces número uno, Rolf Tarrach.

Ninguna información sobre los efectos cancerígenos del chapapote

Un informe del francés Centro de Documentación, Investigación y Experimentación sobre Contaminación Accidental de las Aguas (CEDRE) dado a conocer 13 días después del hundimiento, revelaba que el fuel del Prestige contenía hasta seis hidrocarburos aromáticos clasificados como “posible carcinógeno humano”. “La noticia, evitada en los informes españoles, era importante porque muchos voluntarios recogían el chapapote sin mascarillas antigás necesarias para evitar la inhalación de los gases cancerígenos que desprendía el chapapote”, explica Carlos Elías en su artículo. Una vez que el chapapote invadía las playas gallegas, Federico Trillo llegó a afirmar: “Gorros, guantes y mascarillas no son lo principal, lo importante es la voluntad y el empeño de ponerse a quitar el chapapote”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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