_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cena en Barcelona

Cataluña se nos ha ido de las manos porque ya no nos escuchamos ni tratamos de entendernos

Fernando Vallespín
Miquel Roca i Junyent y Manuel Fraga, durante el debate de la Comisión Constitucional del Congreso, el 9 de mayo de 1978.
Miquel Roca i Junyent y Manuel Fraga, durante el debate de la Comisión Constitucional del Congreso, el 9 de mayo de 1978.MARISA FLÓREZ

La mayoría de los mejores Diálogos de Platón tienen lugar entre conocidos que aprovechan que están juntos en torno a una mesa para hacerse preguntas, escucharse unos a otros e intercambiar opiniones. No en vano, esta forma de comunicación dirigida al entendimiento mutuo ha recibido el expresivo nombre de “racionalidad dialógica”. Aunque aquí no se trata de tener razón, sino de sopesar argumentos, transmitir inquietudes y visibilizar las emociones que suscitan determinados temas. Las libaciones y el hecho de compartir unas tapas sin duda ayuda, como el mismo Platón no dejaba de subrayar.

La otra noche, después de volver de una cena en Barcelona, no pude evitar recordar al viejo filósofo, pero sobre todo el inmenso papel que este tipo de cenáculos habían tenido en el periodo de la Transición. Porque allí no sólo se discrepaba, conspiraba o urdían planes entre representantes de fuerzas políticas distintas; también se creaban complicidades y, lo que es más importante, esos vínculos de afecto sin los cuales es tan difícil acceder a acuerdos. Incluso llegué a pensar que lo de Cataluña se nos ha ido de las manos porque ya no cenamos juntos, no nos escuchamos ni tratamos de entendernos, no captamos la raíz que provocan las rupturas y el porqué está todo tan cargado de emocionalidad. Cada cual se afirma en sus posiciones y habla para los suyos. Más que de resolver el problema o de convencer al otro parece que lo que se trata es de “vencer”, a secas.

 Todo sea dicho, ninguno de los que allí estábamos representábamos las posiciones más extremas, aunque quizá tampoco hubiera importado. El contexto y la apertura a temas favorecían más el deseo de ser comprendidos que el de imponer la posición de cada cual. Porque, en el fondo hay algo que, lo queramos o no, nos une. Todos estamos ya destrozados por este conflicto sin resuello ni descanso. Compartimos el mal mayor y, por tanto, de forma más o menos consciente tratamos de minimizar los daños. Y, entre estos, el principal puede que sea la pérdida de los puentes de comunicación, la misma ausencia de un lenguaje común, la cerrazón en las propias tesis. O el quedarnos en una gestión del problema a partir exclusivamente de modelos jurídicos, sistemas de competencias, esta u otra articulación del Estado. La parte “fría”, siempre incapaz de resolver aquello de lo que en el fondo se trata, el reconocimiento sentido de la diferencia del otro.

Sólo sé que volví de Barcelona menos preocupado que cuando llegué, la cena había tenido un efecto terapéutico. Y vislumbré todo un campo sobre el que deberíamos trabajar, la traslación de ese reconocimiento a, por ejemplo, otra consideración de las lenguas peninsulares, ese rasgo de identidad diferenciada que no encuentra el suficiente acomodo como parte del Estado. Necesitamos un cambio de paradigma: el problema no es sólo Cataluña, es una determinada visión de España.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_