La cuenta pendiente de los ODS
Un proyecto del Overseas Development Institute vincula la Agenda 2030 con la reforma migratoria
Cerca de 250 millones de personas viven en el planeta como emigrantes. La contribución de esta población a sus países de origen admite pocas comparaciones con otras herramientas del desarrollo: por cada euro de ayuda destinado por los gobiernos de los países donantes en 2016, los trabajadores en el extranjero remitieron tres a sus comunidades de origen. Las remesas constituyen un mecanismo estable y resiliente de fomento del bienestar por parte de los migrantes, pero no el único. La principal contribución de la emigración al desarrollo proviene de los ingresos y las oportunidades generadas para los propios migrantes, muchos de los cuáles encuentran en esta vía una forma rápida y eficaz para salir de la pobreza. También se traduce en circularidad del emprendimiento y la innovación, el fortalecimiento de los Estados del bienestar en los países de destino y el impulso de reformas democráticas en origen a través de los retornados y las diásporas.
Nada de todo esto ignora los riesgos que la movilidad trae para quienes emigran y quienes se quedan. En la medida en que una parte considerable de este fenómeno se produce en la irregularidad o en formas extremadamente precarias, la emigración puede exacerbar la vulnerabilidad personal y financiera de sus protagonistas. La exclusión sanitaria, la violencia y la explotación laboral son fenómenos tristemente conocidos para millones de migrantes en todo el mundo, muy particularmente para las mujeres y los niños.
Considerando la extraordinaria relevancia económica, política y social de este fenómeno, sorprende el modo en el que quedó escondido en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) hacia 2030. Con independencia de unas pocas menciones indirectas en algunas otras metas –como las de crecimiento y trabajo digno-, la única referencia relevante al reto de la movilidad humana está en el objetivo 10, que aborda el problema de la inequidad: “10.7. Facilitar la migración y la movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables de las personas, incluso mediante la aplicación de políticas migratorias planificadas y bien gestionadas”.
No es mucho, pero es importante. Ese es al menos el mensaje que traslada el think tank británico Overseas Development Institute en una serie de 8 informes breves en los que abordan las oportunidades de este marco de trabajo para un régimen migratorio más justo e inteligente. De acuerdo con sus autoras -Marta Foresti y Jessica Hagen-Zanker- el hecho migratorio tiene implicaciones directas para 13 de los 17 objetivos acordados. Sin embargo, la incapacidad para ofrecer vías legales de movilidad, el incumplimiento de la legislación internacional en materia de protección social y la ausencia de datos fundamentales para gobernar el proceso limitan sus oportunidades y aumentan sus riesgos.
La Agenda 2030 puede ayudar a cambiar esta situación de forma directa (medidas eficaces contra la trata, por ejemplo) o actuando como palanca de otros procesos. Uno de los más destacados es el Pacto Global por las Migraciones, aprobado en Nueva York hace ahora un año. En medio de la tormenta política e ideológica que aupó a Donald Trump a la presidencia y extendió como una peste los movimientos xenófobos en Europa y Oceanía, la comunidad internacional logró el pequeño milagro de aprobar un plan de trabajo que fortalece los vínculos entra la movilidad humana y el desarrollo. Parte de esta agenda se concentra en la crisis global de refugiados, pero otra parte –y esta es la novedad- aborda el reto amplio de la movilidad humana en frentes como las condiciones laborales, los derechos sociales, la gobernanza de los flujos o la lucha contra la xenofobia.
El Pacto Mundial debe quedar acordado en 2018. La agenda de los ODS durará otros 12 años más y puede convertirse en el instrumento para reforzar y aterrizar lo que se logre en el primero, siempre que tengamos muy presente la advertencia que hacen las investigadoras del ODI: “(…) aunque la Agenda 2030 ofrece un marco útil y amplio de tracción política, en sí mismo no será suficiente para lograr el cambio. Necesitamos construir coaliciones y partenariados –entre los países, las ciudades, las organizaciones y actores del desarrollo, con el sector privado- e identificar y desarrollar objetivos realistas y políticamente viables”.
En otras palabras, este es un territorio de experimentación que exige toda la flexibilidad y creatividad que estemos dispuestos a emplear. Tenemos mucho que ganar.
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