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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Las ciudades pertenecen a los coches o a las personas?

Muchas urbes ya no están diseñadas para los seres humanos, sino para los automóviles, con la ciudadanía relegada a los márgenes

Tráfico en la ciudad de Manchester durante un atardecer.
Tráfico en la ciudad de Manchester durante un atardecer. Phil Noble (REUTERS)
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La mayoría de nosotros pensamos que tenemos garantizada la acción de desplazarnos. Asumimos con facilidad que los Gobiernos planificarán y construirán para que podamos llegar al trabajo, llevar a nuestros hijos a la escuela, hacer compras o disfrutar de actividades de ocio.

De hecho, la movilidad es el corazón de la mayoría de las ciudades. Las carreteras y las calles son las venas y las arterias que sostienen la vida de la ciudad como la conocemos. Pero, ¿y si esta movilidad resulta ser perjudicial para nosotros? ¿Qué pasa si la esencia del modelo moderno de movilidad que prioriza el transporte motorizado individual —basado en el tiempo y la distancia recorrida, pasando rápidamente del punto A al B— resulta una combinación tóxica que estrangula el corazón de la ciudad con contaminación, tráfico y estrés?

Los seres humanos fuimos diseñados para caminar y, durante gran parte de nuestra historia, nuestros asentamientos fueron construidos para que en buena medida fueran transitados así. Los cambios migratorios, la industrialización y el crecimiento urbano han transformado este paisaje, creando nuevas exigencias sobre cómo nos movemos. La ciudadanía, de repente, pasó a tener que desplazarse no solo más lejos, sino también de forma más rápida. Dado que la necesidad es la madre de la invención, se crearon medios de transporte nuevos y más rápidos. La planificación no respondió solo a esta premisa, sino que se priorizó una movilidad basada en el coche como eje central del diseño urbano. Esta asignación desproporcionada del espacio público para el uso de vehículos motorizados podría sugerir que muchas ciudades ya no están diseñadas para los seres humanos, sino para los automóviles, con la ciudadanía relegada a los márgenes.

Es evidente que necesitamos espacio para los coches. Sin embargo, a medida que la población y el número de vehículos aumentan, cualquier persona que haya vivido las horas punta en la mayoría de las ciudades puede ver que el resultado final no es una movilidad mejorada. La corta distancia de muchos viajes en coche dentro de la ciudad, el poco uso que se les da en comparación con el tiempo que pasan estacionados, y su alto precio, hacen que nuestra dependencia y priorización de la movilidad urbana basada en automóviles parezca aún más paradójica. Las tendencias en el crecimiento y la densidad de la población urbana muestran que el uso de coches individuales para los viajes cotidianos dentro de una ciudad ya no tiene sentido.

Desde 2015 los accidentes de tráfico son la única categoría entre las 10 principales causas de mortalidad global que no son una enfermedad

La movilidad individual basada en el automóvil no solo es mala para las ciudades, sino que es perjudicial también para nosotros. Según las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 2015 los accidentes de tráfico son la única categoría dentro de las 10 principales causas de mortalidad global que no son una enfermedad.

Más allá de las lesiones y las muertes por accidentes de tráfico, los coches son una fuente directa y principal de contaminación. Una mala calidad del aire afecta no solo a nuestro sistema respiratorio, sino también a nuestras funciones cardiovasculares, neurológicas e incluso reproductivas. La contaminación acústica es menos conocida, pero un estudio reciente muestra que el ruido puede ser igual de perjudicial para la salud que la contaminación del aire. La magnitud de estos problemas requiere una reflexión seria de cómo nos movemos. Afortunadamente, algunas de las principales soluciones ya existen y están demostradas.

Pensándolo bien, la infraestructura del transporte que se centra exclusivamente en trasladar personas y mercancías de un lugar a otro es una manera muy estrecha de pensar en la movilidad. Limita no solo nuestras opciones para desplazarnos, sino también sus beneficios potenciales. ¿Qué pasaría si pudiéramos ampliar esta visión, y las ciudades fueran diseñadas para una movilidad que ayudara a la gente a ser más feliz y a estar más sana? Porque la movilidad puede proporcionar oportunidades para la interacción social, la actividad física y el contacto cercano con el entorno; todos ellos factores relacionados con el aumento de la felicidad y el bienestar. Por ejemplo, una investigación indica que las personas que van caminando o en bicicleta al trabajo tienen más probabilidades de disfrutar de su viaje que las que van en vehículo motorizado. Ya sabemos que los estilos de vida que incluyen actividad física regular hacen que las personas tengan mejor salud y bienestar, así que ¿por qué no querer ciudades que estén diseñadas para ayudarnos a desplazarnos de una forma segura, activa y más feliz?

Quienes van caminando o en bicicleta al trabajo tienen más probabilidades de disfrutar que las que van en vehículo motorizado

En los Días sin Coche en Cochabamba (Bolivia) la contaminación del aire se reduce entre un 60% y un 70%. La jornada se ha vuelto tan popular, que ahora se ha ampliado nacionalmente. Las personas se benefician de una mejor calidad del aire, pero también disfrutan de actividades físicas y sociales, y también tienen la oportunidad de algo tan vital como descubrir y conectarse con los barrios de su ciudad. En Barcelona, durante las huelgas de metro, la contaminación atmosférica causada por Nitrógeno de Óxido (NO) aumenta hasta un 48%, ya que los viajes en coche sustituyen a los del transporte público. De hecho, la movilidad pública eficiente y accesible es otra forma demostrada de reducir la congestión del tráfico y de mover grandes cantidades de personas, que suele incluir un componente de actividad física. Además de estas estrategias, las innovaciones en bicicletas eléctricas y los sistemas para compartir coches y bicicletas están abriendo nuevas posibilidades para combinar las ventajas de los vehículos motorizados con los del transporte colectivo y activo. Hay que poner mucha atención a su implementación para maximizar los beneficios y minimizar los efectos negativos.

En el centro de la cuestión está que nunca antes en la historia tantas personas viviremos en ciudades. Es hora de actuar y decidir si queremos que el espacio urbano sea para nosotros o bien para los coches.

Carolyn Daher es coordinadora de la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación Bancaria la Caixa.

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