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Tribuna
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¿Por qué rompe Trump con la convivencia de las razas?

Las relaciones interraciales de los estadounidenses desmontan los prejuicios del presidente

Donald Trump responde a las preguntas de la prensa el pasado 24 de septiembre.
Donald Trump responde a las preguntas de la prensa el pasado 24 de septiembre. Brendan Smialowski (AFP)

Este verano hemos visto el resurgimiento del racismo en las calles de EE UU con enfrentamientos entre racistas blancos y afroamericanos en Charlottesville, Virginia. El asesinato por atropello de una joven ha sido unánimamente calificado de acto terrorista, con excepción del presidente Donald Trump que llamó al menos a “algunos” de los neonazis "buena gente". Vaya espectáculo. Sin embargo, los sucesos invitan a comentar qué ha cambiado –y qué no ha cambiado- en las vidas de los afroamericanos.

La emancipación de los esclavos en 1863 coincide más o menos con la niñez de mi bisabuelo. Es decir, no hace tanto tiempo. La historia de los negros en EE UU durante las décadas siguientes es brutal, llegando a la barbarie de 4.000 linchamientos en una época de casi total segregación de los afroamericanos. La mejora en la calidad de vida de muchos de ellos empieza paulatinamente en los años cuarenta y cincuenta con su integración en las fuerzas armadas y más tarde al ser admitidos en los colegios públicos y las universidades. Pero la vida cotidiana seguía siendo dura.

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Easy Rawlins, un negro de Los Angeles de 1948, protagonista de la novela El demonio vestido de azul, se despertaba todos los días pensando :“¿cómo van a ser mis encuentros con los blancos hoy?”. Durante la década de los cincuenta, en Iowa, el Estado donde yo nací, el 97% de la población era blanca, y los jóvenes entonces hacían gala de su superioridad racial con el dicho “soy libre, blanco, y mayor de edad”.

Desde entonces una mayoría de estadounidenses, incluidos los afroamericanos, piensa que las relaciones entre blancos y negros han mejorado, aunque existe más pesimismo ahora que hace 15 años. Al mismo tiempo los últimos sondeos muestran una mayor preocupación por la convivencia. Tal vez más preocupación sea una buena señal. ¿Pero por qué persisten los prejuicios un siglo y medio después del final de la esclavitud?

Centrándonos en el factor psicológico, observamos que los prejuicios se desarrollan en una atmósfera de estereotipos alimentados por casi todo lo cultural, el cine, la televisión, e incluso por nuestros propios comentarios. Existe una escala de pensamientos que va de menor a mayor intensidad: primero el etnocentrismo -¿por qué los nórdicos cenan a las 18:30 horas?-, después llegan los estereotipos -los norteamericanos son todos “cowboys”-, y finalmente llegan los prejuicios -los españoles deben ser unos vagos porque duerman la siesta-. La discriminación -no te enseño casas en venta porque eres afroamericano- y el racismo -discriminación al nivel de las leyes e instituciones del Estado- son los comportamientos que, en casos extremos, terminan esta escala.

En 1960 Chubby Checker lanzó The Twist, que llegó a colocarse número uno en la radio. En 1963, 100 años después de la emancipación de sus antepasados, el escritor James Baldwin, que venía de una larga tradición de escritores afroamericanos, triunfó con la novela La próxima vez el fuego. Martin Luther King proclamó su sueño en el Lincoln Memorial de Washington ante una gran multitud y ganó el premio Nobel de la Paz en 1964 ¿Pero cuál de las dos imágenes persiste en la sociedad actual: la de los intelectuales afroamericanos, o el estereotipo de que los negros tienen buen ritmo? Es la segunda. Los afroamericanos han pasado siglos de esclavitud, tortura, violaciones, pobreza, terror, el Ku Klux Klan, segregación, y desde hace poco tiempo, albergan algo de esperanza... Los negros son supervivientes. ¿Y lo mejor que se les puede atribuir es que tienen buen ritmo?

Pero pensemos lo que pensemos, nos retratamos a nosotros mismos con lo que decimos y hacemos. Afortunadamente el lenguaje interracial ha evolucionado desde los años cincuenta. “Libre, blanco, y mayor de edad” ya no es aceptable. Es cuestión de voluntad romper la cadena de pensamientos arraigados en la sociedad que conducen a la discriminación. O elegimos el atajo mental de conformarnos con el estereotipo u optamos por no despreciar “al otro”.

El pasado mes de agosto Donald Trump rompió con una larga tradición entre presidentes – desde los tiempos de Franklin Roosevelt – de hacer declaraciones públicas en apoyo de la convivencia de las razas. Con su aprobación tácita de la supremacía blanca ha marcado un nuevo camino.¿Qué podemos hacer frente a esta provocación? Tal vez una parte de la respuesta esté en otro acontecimiento ocurrido en el pasado mes de agosto: el “espíritu de colaboración” entre los ciudadanos de Houston durante y después de la tormenta Harvey, donde una cuarta parte de la población que es negra trabajó codo a codo con blancos. La otra parte de la respuesta a Trump podría ser nuestro propio comportamiento, faumentando la tolerancia, el respeto y el trato de los demás con dignidad. Y claro, lo que decimos siempre refleja quienes somos.

Erik Baum es doctor en Periodismo y profesor de Suffolk University Madrid Campus.

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