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Qué relación hay entre el precio de la comida y su calidad nutricional

Toda esa comida más cara no los convierte en sabios nutricionales

Existe la falsa creencia de que la comida cara nos sienta mejor, pero el precio de los alimentos tiene poco que ver con su valor nutricional, según una reciente revisión de estudios de la Universidad de Ohio (EE UU). Esta confusión se debe a que algunos productos saludables —como las frutas y verduras ecológicas— suelen ser más caros.

Ocurre porque cuesta más producirlos, algo que, según contó a BuenaVida el bioquímico y divulgador José Miguel Mulet, autor de Los productos naturales, vaya timo (Laetoli) y Comer sin miedo (Destino), no necesariamente implica que sean mejores para la salud: “La calidad nutricional es similar tanto en los productos convencionales como en los ecológico. Otra cuestión es la seguridad alimentaria, donde queda claro que las mayores alertas se han producido en alimentos ecológicos, empezando por la crisis del E.coli en 2011 que ocasionó 47 víctimas”.

Además, como explicó Emilio Montesinos, microbiólogo y catedrático de Patología Vegetal y director del Instituto de Tecnología Agroalimentaria-CIDSAV de la Universidad de Girona, “los productos ecológicos no se conservan tan bien como los convencionales, ocasionando podredumbres fúngicas. Algunos de esos hongos producen micotoxinas, hoy uno de los problemas toxicológicos alimentarios más preocupantes”. Un ejemplo de cómo pagar de más no siempre garantiza la calidad del producto.

Menos dinero y salud

Durante la investigación, llevada a cabo por un grupo de científicos estadounidenses y publicada en Journal of Consumer Research, se encontró que los participantes asociaron sistemáticamente los productos más caros con un mayor valor nutricional. Según Rebecca Reczek, una de las autoras del estudio y profesora de Marketing de la Universidad de Ohio (EE UU), estos hallazgos son "preocupantes" ya que "sugieren que el coste de los alimentos afecta a nuestra percepción de lo que es saludable —e incluso de los problemas de salud que deben preocuparnos— basándonos simplemente en que los alimentos saludables suelen costar más y que los alimentos poco sanos, como las comidas rápidas, tienen un precio menor".

Esta apreciación no es del todo descabellada: según un estudio de la Universidad de Harvard (EE UU), mantener una dieta saludable le costará alrededor de un dólar y medio (1,40 €) añadido al día. Pero esto no implica que debamos dar por sentado que todo lo caro es sano. Tenga en cuenta que, al fin y al cabo, la industria alimentaria no es más que otro negocio, y como tal, su principal objetivo es conseguir que usted se gaste el sueldo.

No en vano, ¿qué es más caro, un chuletón o unas sardinas? Según apunta la Fundación Española de Nutrición (FEN), en una dieta ideal, un máximo del 30% o 35% de los nutrientes diarios deben ser grasas. La carne roja, dependiendo de la edad del animal, puede aportar ya hasta un 30%. Además, las carnes más valoradas económicamente, las viejas [que pueden cotizar hasta a 100 euros la pieza], tienen menor cantidad de metionina y otros aminoácidos esenciales que, por ejemplo, el filete de ternera joven.

Las sardinas, por su parte, que pueden encontrarse por dos euros el kilo, según la temporada, cubren casi el 100% de la ingesta diaria recomendada de omega 3 y fósforo, son ricas en vitaminas del grupo B —B12, relacionada con el correcto funcionamiento del sistema nervioso, y B6, que contribuye a la masa muscular y a la correcta producción de glóbulos rojos— y sus proteínas son de un alto valor biológico.

Según alerta la FAO, en el mundo se dan problemas de malnutrición en ambos extremos, por defecto y por exceso: "Las mejoras que se ciñen estrictamente a la producción de alimentos no se traducen de forma automática en mejoras del estado nutricional". Relacionamos el comer mal con un determinado poder adquisitivo y esto se debe muchas veces a prejuicios con la alimentación, como el de que los productos del supermercado cuanto más caros, mejores. Por eso, la FAO insta a invertir en educación nutricional, que es "económica, viable y sostenible".

"Gran parte de las causas de una nutrición deficiente", dice en su informe, "son actitudes y prácticas que la educación puede modificar: tabús alimentarios, hábitos dietéticos y de consumo de refrigerios que están muy arraigados, decisiones con respecto a la producción agrícola, de la distribución de los alimentos en la familia, ideas sobre la alimentación infantil, publicidad engañosa de alimentos, ignorancia en materia de higiene de los alimentos o actitudes negativas frente a las hortalizas". 

Que no le tomen el pelo

Un dato que sorprendió a los científicos fue que, cuando se trataba de ingredientes desconocidos para el usuario habitual —como "enriquecido con DHA", un ácido omega 3, esencial para el cerebro—, los participantes percibieron el producto más costoso como el más saludable, a pesar de no entender la etiqueta.  Pero cuando se trataba de una sustancia más conocida, los consumidores no tomaron el precio como pista.

Así que, para evitar el engaño, el secreto está en informarse mejor. Aprender a leer la etiqueta nutricional de la parte trasera y el listado de ingredientes, y comprobar por uno mismo qué es lo que se está comprando. Además, es importante no dejarse guiar por la parte de delante del producto, donde se encuentran los claims publicitarios que buscan esa compra compulsiva.

En definitiva: debemos evaluar conscientemente toda la información que tenemos sobre un producto (cantidad de calorías, marca, lugar de fabricación, tienda, etc.), en vez de sacar conclusiones rápidas, como la de que los alimentos saludables deben ser los más caros. “De ello depende no solo su salud, sino también su bolsillo, ya que hay en el mercado productos más caros que se achacan a propiedades teóricamente saludables que no se justifican”, concluye Yolanda Quintana, responsable de comunicación de la organización de consumidores CEACCU.

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