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Porque lo digo yo
Columna
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Sacrificios

Hace 2.000 años, los mayas jugaban al balón y sacrificaban doncellas. Hoy, la cosa sigue igual o parecida

Indigena representa el juego de pelota de los mayas.
Indigena representa el juego de pelota de los mayas. AFP (AFP/Getty Images)
Borja Hermoso

Los mayas de Coba y Tulum, hace cosa de 2.000 años, se cortaban las cabezas entre ellos como quien silba. También abrían por la mitad a las afortunadas doncellas –léase vírgenes- elegidas para el sacrificio divino. Sostienen los guías –ellas no están para corroborarlo- que iban casi dicharacheras hacia la piedra sacrificial ya que desde muy niñas sabían a lo que venían. Con la aquiescencia del chamán, que mandaba un huevo, los jefes del grupo cantaban y danzaban un poco para hacer como que el guateque no lo montaban ellos, sino los dioses, aunque irles la marcha, yo creo que les iba. Mel Gibson lo contó bastante bien en su película Apocalypto. Tumbaban a la doncella. Echaban los últimos ensalmos a Chaak, o a Kinich Ahau, o a Yum Kaax según anhelaran el sol, la lluvia o más maíz en las cosechas… y zas, abrían a la chiquilla en canal. Luego se llevaban la mano al corazón (al de la virgen, aún caliente y latiente, no al suyo) y remataban la ofrenda. Y a otra cosa. Por ejemplo, a jugar a la pelota.

Los mayas ya jugaban a la pelota allá por el año 500 d.C. No, Neymar todavía no se había ido del Barça. Jugaban en una cancha rectangular situada entre dos paredes en plano inclinado rematadas por dos aros de piedra por donde tenía que entrar la pelotita de caucho. Era la mar de complicado, ya que solo podían darle zurriagazos al balón con los codos, las rodillas o las caderas.

No jugaban por placer, sino siempre en virtud de las grandes decisiones que habían de tomar, a menudo relacionadas con el poder de mando y con la conveniencia o no del trueque, que venía a ser la pasta gansa de cuando entonces.

Me da a mí que poco han cambiado las cosas en 2.000 años.

Por un lado tenemos el fútbol. Queda claro viendo las caras de Cristiano Ronaldo, la del padre de Neymar o la del propio Carlitos Vela –maya él mismo: es de Cancún- que no juegan por placer sino por la conveniencia o no del trueque.

Por otro lado tenemos a chulos y proxenetas abriendo en canal a sus doncellas en los puticlús de carretera de media España y de la otra también. A diferencia de las vírgenes de Coba, estas suelen sobrevivir. Pero como aquellas, el corazón lo pierden sin remedio.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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