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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

“La violencia de género es una lacra oculta en Senegal”

La Asociación de Juristas Senegalesas recibe la Medalla de la Cruz Roja por defender a las mujeres

José Naranjo
Un grupo de mujeres con sus hijos en la región senegalesa de Matam.
Un grupo de mujeres con sus hijos en la región senegalesa de Matam.Á. L.

En un pequeño despacho de la segunda planta del Tribunal Departamental de Pikine, en Dakar, la capital de Senegal, la juez especializada en asuntos de familia y menores Aissetou Kanté no tiene un segundo de reposo. Es una de las pocas magistradas en ejercicio de este país y ha convertido su carrera y su vida en una lucha por los derechos de las mujeres y los niños. “Hay un cáncer que gangrena a la sociedad senegalesa y diría que a la africana en general, una lacra”, asegura, “y es la violencia de género, física, moral y económica, que existe y mucho aunque hasta hace poco las mujeres no se expresaban libremente sobre ella”, asegura.

Miembro activo de la Asociación de Juristas Senegalesas (AJS) que este jueves recibe la Medalla de Oro de la Cruz Roja en un acto que se celebra en Sevilla, su auténtica obsesión es dar a conocer los derechos de ellas entre la población más vulnerable. “Las leyes están escritas en francés y muchas mujeres son analfabetas. Por eso en la asociación hemos creado las boutiques de derechos, en barrios populares como Pikine y Medina, pero también en las regiones más rurales y apartadas, como Kedougou, Kaolack, Kolda o Thiès”.

La juez Aissetou Kanté, en su despacho de Dakar, en Senegal.
La juez Aissetou Kanté, en su despacho de Dakar, en Senegal.J. N.

La violencia machista es un ejemplo de ese desconocimiento. “Los maridos pegan a sus mujeres y el asunto suele quedar dentro de las paredes de la casa. En nuestra cultura tradicional se establece que la mujer no puede decir nada porque para ir al Paraíso hay que obedecer al hombre”, explica. Kanté advierte de que la violencia en el matrimonio “es un delito y si la víctima es la mujer es un agravante penado con dos años de prisión. Hay que denunciar y afortunadamente las mujeres empiezan a hacerlo”.

Su posición, considerada radical en parte de la sociedad, ha llevado a que las miembros de la AJS sean calificadas despectivamente de “mujeres libres”, “insumisas” o “lesbianas”, pero eso no inmuta a Kanté. “Hay un aspecto en la legislación que tenemos que cambiar ya. Si una mujer rechaza sexualmente a su marido esto es causa suficiente de divorcio para él. En este país se producen muchas violaciones fruto de la pobreza, de la promiscuidad, de la creencia de los hombres de que pueden poseer a las mujeres a su antojo. Pero también existen en el matrimonio y no están tipificadas como tal, están invisibilizadas”, añade.

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Otro caballo de batalla de Kanté es el aborto, que en Senegal sólo está autorizado en caso de peligro para la vida de la mujer o el bebé. “Hay que ampliar los supuestos a casos de violación, incestos y otros. Hay mucha interrupción del embarazo clandestina porque sólo es para ricos, los pobres no pueden acceder, y las consecuencias son nefastas, muertes, infecciones. Esta sociedad no está preparada para un aborto totalmente libre, sobre todo porque los líderes religiosos se oponen, pero las mujeres creemos que hay que ampliar los supuestos”, explica.

Senegal vive en la aparente contradicción de ser un país firmemente anclado en sus tradiciones y a la vez abierto a influencias externas, lo que se pone de manifiesto, por ejemplo, en el hecho de que cuente con una progresista ley de paridad, “un paso adelante pero insuficiente” a juicio de Kanté, y que sin embargo las prácticas homosexuales estén penadas con la cárcel. Otra muestra es la mutilación genital femenina. La ley la prohíbe, pero la tradición hace que se siga practicando de manera clandestina. “Son prácticas nefastas, pero la gente no denuncia. El Estado debe seguir sensibilizando y los ciudadanos tienen que acudir a la Justicia, nosotros no podemos actuar si no nos llegan los casos”.

La juez sabe bien de las dificultades que sufren las niñas para desarrollar una carrera profesional. Sus padres, de origen humilde, llegaron a Dakar procedentes de Ziguinchor e hicieron todo lo posible por darle unos estudios. “Yo tenía que dictarle la lección a mi madre cada día y hasta que no tuve quince años no me di cuenta de que ella, en realidad, no sabía leer. Me cogía los libros y cuando me veía dudar me hacía empezar de nuevo, pero en realidad ella no estaba leyendo, no sabía. Eso me impresionó”.

“Este no es un país igualitario pese a lo que digan las leyes. En la sociedad senegalesa hay una preponderancia de lo masculino, los hombres siguen creyendo que son superiores”, apunta, deslizando una crítica sobre una práctica común en muchos países de mayoría musulmana. “La poligamia, por ejemplo, es sinónimo de violencia porque no hay igualdad en ella. Puede que no sea física, pero es moral. Por mi trabajo y experiencia puedo decir que esta costumbre es fuente de enormes problemas que acaban en mi despacho”.

En la actualidad, la Asociación de Juristas Senegalesas colabora con la Cruz Roja Española en un proyecto para divulgar y defender los derechos de las mujeres del que Kanté habla con entusiasmo. “Hemos conseguido buenos resultados. La violencia de género ya es un tema de debate del que antes apenas se hablaba, por ejemplo”, observa.

Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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