Crece la brecha en I+D

El proyecto de Presupuestos para 2017 no trae buenas noticias para la investigación. No es cierto, como ha dicho el Gobierno en un intento de maquillar la realidad, que la inversión pública en investigación, desarrollo e innovación se aproxime a la media comunitaria. Al contrario. La brecha crece y no solo no se acerca a los niveles anteriores a la crisis, sino que nos alejamos peligrosamente de la media comunitaria.

Se han presentado los números de forma engañosa; si bien es cierto que nominalmente la inversión crece —de 5.793 millones a 6.029— en la práctica no va a ser así. Lo que sube es la partida de dotación de créditos, que aumenta un 9,2% y se sitúa en 3.583 millones de euros, pero la de subvenciones directas baja un 2,6% y se queda en 2.466 millones. Aunque sea a un interés blando, la mayoría de los centros no tiene ya capacidad de endeudamiento, de manera que en los últimos años la partida de créditos nunca se ha agotado. En 2016 solo se ejecutó la tercera parte y en algunos ejercicios se ha quedado sin gastar cerca de la mitad. Estamos pues ante un nuevo recorte en I+D por el que el CSIC verá disminuido su presupuesto en un 0,9% y el Instituto Carlos III en un 0,8%. El presupuesto no financiero se situará en el 66% del nivel alcanzado antes de la crisis.

Mientras en Europa el gasto en I+D ha aumentado desde 2008 un 25% de media, en España ha caído un 10%. No tiene sentido que con una previsión de crecimiento del PIB cercana al 3% el gasto en investigación caiga, porque significa que cada vez estamos más lejos de la convergencia en un asunto fundamental para la competitividad de la economía. Bruselas ha fijado el objetivo de gastar el 2% del PIB en I+D+i, sumando la inversión pública y privada. España está, según Eurostat, en el 1,22%, por detrás de países como Hungría, Irlanda o Polonia. Lo que el Gobierno tiene que hacer es garantizar que España salga del furgón de cola de Europa en este campo.