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Distopía es un nombre de mujer

Brian Snyder

TRAS LA MUERTE del presidente, el país cayó en los abismos del pasado. La democracia cambió sus maneras por las de una teocracia y, con ella, Dios se convirtió en la medida de todas las cosas. El estatus de la mujer pronto se despeñó hasta quedar reducida su relevancia al aparato reproductor. Para cronificar el entorno totalitario, incluso los colores de las ­vestimentas adquirieron un nuevo sentido. Afortunadamente, esta distopía no surgió de los periódicos, sino de la pluma de la canadiense Margaret Atwood. El cuento de la criada, publicado en 1985, se presenta ahora como serie, que el canal Hulu promocionó en el festival South by Southwest de Texas, EE UU, con esta congregación de jóvenes silenciosas.

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