La paralización económica
La frustración hará de EE UU un actor internacional cada vez menos predecible
Mientras los líderes mundiales se preguntan si Donald Trump emprenderá finalmente guerras comerciales contra China o México, debilitará a la OTAN y se enfrentará agresivamente a buena parte del mundo islámico, se hace cada vez más evidente que fuera del país el mal estado de la economía estadounidense debería preocupar casi tanto como los imprecisos planes de política exterior del presidente. EE UU constituye todavía el mayor mercado de consumo del mundo y es probable que Trump estimule el crecimiento. Pero ello no solucionará los problemas subyacentes a la economía estadounidense, lo que supone un problema para la economía global.
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Los titulares nos cuentan una historia engañosa. Las Bolsas de EE UU continúan subiendo a niveles de récord. El discurso de Trump ante el Congreso de hace unos días hizo que se elevara aún más el valor de las acciones al difundirse la esperanza de que un plan que reduzca la fiscalidad de las empresas y gaste un billón de dólares en mejorar las infraestructuras hará que arranque el crecimiento estadounidense. El multimillonario inversor Warren Buffet predijo recientemente un auge aún mayor, respaldando su opinión con nuevas inversiones. Tenía razón al decir que a las acciones estadounidenses les queda aún un considerable margen de expansión, pero eso no ayudará a los votantes de clase media que los últimos años han perdido poder adquisitivo, y en muchos casos el trabajo, votantes que aclaman la promesa de Trump de “hacer grande a EE UU de nuevo”.
La pérdida de trabajos en la industria durante la pasada generación se ha cobrado un alto precio en EE UU. Como ha señalado Nicholas Eberstadt en la revista Commentary, “el crecimiento per cápita en EE UU entre 2000 y 2016 ha promediado menos de un 1% al año”, un fuerte descenso comparado con el crecimiento del 2,3% anual que disfrutó el país entre 1948 y 2000. Tiene razón Trump, además, en que el índice oficial de desempleo estadounidense es engañoso, ya que no incluye al número cada vez mayor de personas en edad de trabajar que han dejado de buscar trabajo. No por casualidad, la adicción a las drogas, tanto legales como ilegales, se ha incrementado durante la última generación.
Los legisladores temerosos de la deuda se asegurarán de que las promesas de Trump de invertir sumas históricas en mejorar las deficientes carreteras, puentes, puertos y aeropuertos estadounidenses lleven más tiempo de lo que él espera. Además, el presidente no cumplirá con el más ambicioso de sus planes: el de recortar bruscamente la tasa impositiva corporativa. De hecho, el Congreso no logrará muchas de todas estas cosas hasta que Trump y los líderes del Partido Republicano encuentren un modo creíble de acabar con el programa sanitario de Obama sin despojar a millones de votantes de su seguro de salud, asumiendo que sea posible.
Es inevitable que se pierdan trabajos por el progreso de la automatización y la expansión de la inteligencia artificial
Trump gastará mucho más en el Pentágono, aunque el nuevo dinero no modificará su opinión de que el poderío militar estadounidense deba utilizarse exclusivamente para potenciar los estrictos intereses comerciales y de seguridad de EE UU. El comercio no volverá a estar en la agenda a corto plazo. Los megatratados con los socios asiáticos y europeos están muertos. Los potenciales tratados con Reino Unido y Japón requerirán años de negociación. Otros acuerdos son improbables, al menos por ahora.
También es inevitable que, tanto en EE UU como en el resto del mundo, se pierdan trabajos por el progreso de la automatización y la expansión de la inteligencia artificial. Un estudio de 2015 dirigido por la Ball State University demostró que la automatización y factores relacionados con la misma, no el comercio, “representaron el 88% de la pérdida de trabajos industriales”.
La frustración económica hará de EE UU un actor internacional cada vez menos predecible, debido a que Trump ha persuadido a sus principales partidarios de que los extranjeros —en particular los de China y México— tienen la culpa por “robar” los trabajos a los estadounidenses y de que algunos aliados gorronean la ayuda militar de EE UU. Si la economía real del país sigue generando crecimiento y riqueza sin puestos de trabajo, y más estadounidenses de clase trabajadora se sienten postergados, la búsqueda de chivos expiatorios de Trump pasará a ser una parte aún más importante de su política exterior y comercial.
Como si Trump no fuera ya suficientemente impredecible.
Ian Bremmer es presidente del Eurasia Group y autor de Superpower: Three Choices for America’s Role in the World.
Traducción de Juan Ramón Azaola.
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