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El modelo de la obsolescencia

Tim Graham (Getty)
Andoni Luis Aduriz

A Patxi le gustaba el mar. Llegó a Mugaritz empujado por su familia, después de años de trabajo en un barco de pesca. Querían que tuviese una vida más ordenada y menos sacrificada, cerca de los suyos, así que vino para ocupar la plaza de mantenimiento. Hasta que un buen día, años después, decidió hacer lo que realmente quería: dejando atrás la comodidad del trabajo estable y el consejo general que le llevó a varar en el restaurante, se volvió a embarcar. La hostelería y la mar son oficios que piden cierto grado de abnegación, difíciles de sobrellevar si no se compensan con entusiasmo, como tantos otros trabajos.

Es llamativo observar a los dependientes que atienden en las pescaderías de los centros comerciales, por lo general empleados relegados a cubrir la plaza que nadie desea, lo que con frecuencia les lleva a tratar el pescado con poco ánimo, lejos de la solvencia y aplicación del artesano. En muchos casos se trata de trabajadores con horarios partidos, contratados para cubrir una plaza vacante que les desplaza de la frutería a la panadería, pasando por la pescadería, encadenados a un empleo precario. Tras el eco de las ofertas, de los lemas y las promesas de prosperidad de los productos de bajo coste y la holgura y facilidad de compra están las víctimas de la necesidad de un sueldo, de la guerra de horarios comerciales amplios y los precios bajos. Algo hemos hecho mal como sociedad si el bienestar de unos se debe sustentar en la incomodidad de otros.

Algo hemos hecho mal como sociedad si el bienestar de unos se debe sustentar en la incomodidad de otros.

Pero esta realidad, lejos de ser un ejercicio de responsabilidad única de empresas que buscan sobrevivir en un mercado implacable, reventando precios y ampliando horarios, nos incumbe también a los consumidores, que forzamos las costuras de nuestra economía doméstica al son del mantra de las ofertas y el espejismo de un mundo repleto de comodidades. Y en esta ruleta del producto de ocasión, la ganga y la obsolescencia programada se juegan la partida del modelo social que queremos, lejos de la especialización, el precio justo y la sostenibilidad económica, laboral y medioambiental. Como podemos apreciar, lo peor de este patrón de vida no son los hechos en sí, sino sus secuelas: la falta de tiempo, la tiranía de la flexibilidad, la precariedad, el debilitamiento de la confianza, la pérdida de valores, el saqueo de la ilusión, la infelicidad. Dudo si la calidad es cara o no, pero sé que en la guerra de las palabras, estas acaban perdiendo todo su sentido. En la capitalización del bienestar por parte del mercado, en el traspaso de la responsabilidad por parte de los consumidores, se crea una realidad que produce su propio caldo de cultivo.

Si todo nuestro modelo de vida se sustenta sobre un espejismo de confort y abundancia a bajo coste, alguien lo debe pagar, porque, nos guste o no, todo tiene su precio. Y tras el saldo y la baratija están la desaparición del comercio local, la desafección por la cultura, el menoscabo del medio ambiente, el quebranto de la cualidad de los productos y la preparación de los profesionales. Aunque no lo tengamos presente, decidiendo cómo vivimos, resolviendo dónde y qué compramos, fallamos sobre todo esto. Así de simple, así de complejo.

Sándwich ‘gluten free’

Sándwich ‘gluten free’
Óscar Oliva

Ingredientes

Para 4 personas

El pan

  • 300 gramos de harina de trigo sarraceno
  • 250 mililitros de agua
  • 110 gramos de yogur
  • 2 huevos
  • 20 mililitros de aceite de oliva
  • 10 mililitros de vinagre de manzana
  • 200 gramos de fécula de maíz
  • 15 gramos de impulsor
  • 10 gramos de miel

El relleno

  • 350 gramos de jamón york en lonchas
  • 50 gramos de pepinillos
  • 100 gramos de guindillas
  • 150 gramos de cebolleta fresca
  • Un manojo de rabanitos

El aderezo

  • 100 mililitros de leche
  • 5 mililitros de vinagre de sidra
  • 200 mililitros de aceite de girasol
  • 50 gramos de mostaza de Dijon
  • Perejil
  • Sal
  • Pimienta negra

Instrucciones

1. El pan

Hidratar la harina de trigo sarraceno junto con el agua y el yogur. Dejar reposar una noche. Agregar a la mezcla anterior los huevos, aceite, miel y vinagre. Mezclar con una batidora. Incorporar la fécula de maíz, sal e impulsor. Volver a batir hasta conseguir una masa homogénea.

2.

Colocar la masa en un molde. Dejar reposar en un lugar cálido, tapada con un paño, durante una hora. Hornear a 220 grados durante 30 minutos. Retirar del horno y dejar enfriar en el molde.

3. El relleno

En una sartén antiadherente caliente, dorar las lonchas de jamón york solo por un lado. Reservar. Picar las guindillas. Reservar.

4.

Cortar la cebolleta fresca en juliana muy fina. Reservar. Cortar los rabanitos y los pepinillos en láminas finas. Reservar.

5. El aderezo

Mezclar en el vaso de la batidora eléctrica de mano la leche y el vinagre de sidra. Batir mientras se incorpora lentamente el aceite de girasol. Una vez obtenida una emulsión, agregar la mostaza de Dijon, perejil, sal y pimienta negra. Homogeneizar con unas varillas. Reservar.

6. Acabado y presentación

Cortar rebanadas de pan de trigo sarraceno de un centímetro de ­grosor. Tostar. Untar las rebanadas de pan tostado con el aliño. Servir las lonchas de jamón york sobre una rebanada; agregar las guindillas, pepinillos, la cebolleta fresca y los rabanitos. Cubrir con la otra rebanada de pan tostado y untado para formar el sándwich. Cortar el sándwich por la mitad y servir.

El gluten: Las personas celiacas presentan intolerancia permanente a esta proteína, habitual en muchos cereales.

Alimentos ‘sin’:No contienen gluten la carne, el pescado, las frutas, verduras, huevos, legumbres, hortalizas, leche y patatas.

Propiedades: El gluten aporta elasticidad a la masa de la harina, confiriendo esponjosidad a los panes y masas horneadas.

Precauciones: Hay que mirar las etiquetas de todos los productos, puesto que pueden contener trazas de esta proteína.

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Sobre la firma

Andoni Luis Aduriz
Andoni Luis Aduriz (San Sebastián, 1971) es un cocinero reconocido internacionalmente que lidera desde 1998 el restaurante Mugaritz, en Errenteria, con dos estrellas Michelin. Comunicador y divulgador, colabora desde 2013 con ‘El País Semanal’, donde comparte su particular visión de la gastronomía y su mirada interdisciplinar y crítica.

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