¿Quién quiere pagar peaje?
Lo difícil es definir el esfuerzo necesario, cuantificarlo, explicarlo, convencer: es la solución incómoda, la única solvente
¿Habilitar corredores humanitarios en Siria sin esfuerzo militar? ¿Aprovecharse de los fondos de cohesión europeos y rechazar a los inmigrantes? ¿Evitar terceras elecciones sin abstenerse?
Casi todo tiene un precio. Pasar por la autopista, rápido, requiere un peaje. O que este se traslade del consumidor al contribuyente.
Los responsables tienden a emplear fórmulas para desresponsabilizarse del coste político que supone fijar un precio explícito. Como la del “peaje en la sombra”: la constructora financia y la Administración le abona, durante muchos años, el peaje que le habría tocado encajar a los clientes. Pretenden difuminar los costes ocultos de una decisión. Por eso, organismos como la OCDE propugnan la internalización de costes: incorporar los costes de las preocupaciones sociales en los modelos económicos para que las empresas los afronten. Ejemplo; “quien contamina, paga”.
Lo fácil es tapar el sacrificio requerido para afrontar un coste: es la salida frívola, sin contraindicación aparente, sin ganancia verdadera. Es la salida de quienes rechazan pagar jamás un peaje. Lo difícil es definir el esfuerzo necesario, cuantificarlo, explicarlo, convencer: es la solución incómoda, la única solvente.
Solo la aplica un liderazgo sólido. Solidez no equivale a brutalidad, insensibilidad o traición. Significa complicidad con los intereses profundos de militantes y electores... aun a costa de contrariar sus impulsos espontáneos, auténticos, sí, pero a veces inhábiles.
Cuesta en España. Cuesta en todo el mundo occidental. Crece el populismo porque los liderazgos convencionales se desentienden del esfuerzo, no internalizan costes, centrifugan responsabilidades. Seguidistas, miman a los ciudadanos encomiando sus derechos y obvian apelar a sus correlativos deberes.
Ocurrió en toda Europa con la crisis financiera: Norte culpó a Sur y Sur a Norte, y nadie se hizo cargo de los problemas generados por ambos, norteños y sudistas. O con la de los refugiados: que se compongan los alemanes, y aquí paz y a gozar de los recursos aportados por ellos. O en los tratados comerciales, ¿quién defiende el beneficio global del intercambio y propugna compensar sus eventuales desventajas sectoriales? El coraje del peaje es arduo. Pero no debiera ser cosa de héroes, ni de suicidas.