Los precios
Soria iba a ir al Banco Mundial envuelto en una enorme mentira fabricada por sus jefes
Como ministro del Gobierno de España, José Manuel Soria tenía un sueldo de 73.497 euros brutos. Fue un gobernante cuestionado, hasta que se le cazó mintiendo acerca de unas sociedades que tenía en un país extranjero; por ese motivo dimitió, y al hacerlo todos concluimos que no era un hombre para el Gobierno. Ahora, ese Gobierno para el que Soria no valía lo quería enviar al Banco Mundial como director general, en donde hubiera tenido un sueldo de 226.000 euros libre de impuestos. Esto quiere decir que la mentira le habría hecho ganar a Soria más de 152.000 euros anuales, que es una cantidad apreciable.
Con mentiras privadas puede llegar a ganarse mucho más; con las públicas, y detectadas por la sociedad, es difícil que se bata un récord así, especialmente cuando a uno le promueve la misma institución de la que ha tenido que irse.
El caso Soria ilustra una experiencia habitual que se da también en la empresa privada. Cuando alguien molesta en funciones ejecutivas, se le envía a funciones representativas. Puede verse todos los días hacia donde uno mire. Usted es un incompetente, un vago y un ladrón: represéntenos.
El castigo normalmente viene acompañado de una gran subida de sueldo y la promesa implícita de no molestar. Por supuesto, la condición esencial es que el degradado sea uno de los nuestros, haya hecho favores en el pasado y no levante ruido al marcharse. Sacar de en medio a un amigo es caro y provechoso.
Soria se iba a ir al Banco Mundial envuelto en una enorme mentira fabricada por sus jefes, que habían hablado del nombramiento casi como una plaga inevitable, algo decidido por la naturaleza con la misma pasión con la que la mantis devora a su amante. Lo iba a hacer en un momento que el PP entiende de enorme fortaleza: la suya contra el resto del mundo que no le da el Gobierno. Se trata de un partido tan convencido de que no tiene nada que tratar con nadie que lleva tiempo poniendo sus propias reglas, no solo administrativas, sino también morales. Hasta el momento, salvo casos aislados, se sigue fingiendo que las cosas se hacen de un modo ajeno a ellos y que no cabe la mentira en su discurso; la historia demuestra que los gobernantes que no solo no pagan precio por sus mentiras, sino que les ayudan a mantenerse más tiempo, terminan olvidando dónde está la verdad y qué precio tiene.
Una de las ventajas del exministro Soria es que ya lo sabe: más de 152.000 euros.
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