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La paradoja urbanística de Kinshasa

Una muestra en Bruselas expone las contradicciones en el planeamiento de la capital congoleña

Esta torre de 12 pisos deshabitada de Kinsasa aparece en la muestra de Bruselas.
Esta torre de 12 pisos deshabitada de Kinsasa aparece en la muestra de Bruselas.Sammy Baloji/Wiels
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Una exposición en la capital de Bélgica —el antiguo amo colonial del que hoy es considerado uno de los países más pobres del mundo— muestra la situación de impasse que vive la República Democrática del Congo entre la expansión urbanística no planificada de los barrios marginales y el mundo imaginario distópico de las comunidades urbanas cerradas inspiradas en Dubái.

La muestra —del fotógrafo Sammy Baloji y el antropólogo Filip de Boeck— aborda el estado actual de crecimiento anárquico en la ciudad de Kinshasa. Se yuxtaponen imágenes de zonas de “exclusión racial” del pasado con otras de un futuro de urbanizaciones de lujo construidas por inversores privados, aisladas de la capital y autosuficientes en agua y energía. La exhibición incluye fotografías, un documental de 70 minutos y una maqueta de la última zona urbana que se planificó en Kinshasa. Es significativo que date finales de los sesenta y principios de los setenta y que ahora acumule polvo en un pasillo de la casa municipal de Nsele.

El futuro de las ciudades africanas —y su rápido crecimiento— fue un tema clave en los European Development Days de este año en Bruselas. Al hilo de ese tema se ha abierto la exposición Urban Now: City Life in Congo,  que se puede visitar en la Galería Wiels y no alude de forma directa en la terrible época del colonialismo belga en el Congo. Se estima que en ese periodo murieron entre ocho y trece millones de personas bajo el gobierno del rey Leopoldo II entre 1895 y 1908. El éxito editorial de Adam Hochschild, El fantasma del rey Leopoldo, establece una cifra de 10 millones, todas ellas víctimas de la esclavitud, la negligencia y la barbarie.

La exhibición tampoco se detiene en los desastrosos 22 años de régimen militar del presidente Joseph-Desiré Mobutu, bajo cuya dictadura se produjo un saqueo a gran escala de los fondos estatales y distintos abusos contra los derechos humanos. Mientras, el propio Mobutu alquilaba un avión Concorde para viajar desde su palacio privado en la selva en Gbadolite.

De acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano de 2015 de las Naciones Unidas, la República Democrática del Congo se encuentra entre los 10 países más pobres del mundo. Desde 2009, y debido a la guerra civil, más de tres millones de personas han sido desplazadas. Después de Mobutu (que otorgó al país temporalmente el nombre de Zaire), dos guerras regionales, la de 1997 y la que tuvo lugar entre 1998 y 2002, causaron la muerte de entre cuatro y cinco millones de personas más.

Desde 2014, la República Democrática del Congo ha recibido de la Unión Europea unos 100 millones de euros en ayuda humanitaria, incluyendo los 37 millones recibidos solo en 2016. El año pasado Bruselas también entregó dos millones de euros para proporcionar alojamiento a los refugiados que acudieron al Congo desde la vecina República Centroafricana.

Sin embargo, la imagen más significativa de la exposición muestra la antigua sede del Ministerio de Telecomunicaciones, un edificio modernista de 1959 de la posguerra. En la actualidad lo habitan cerca de 300 personas, muchas de las cuales trabajan en la Oficina de Correos y Telecomunicaciones congoleña (OCPT en francés), que les permite ocupar el edificio sin percibir un salario y una pensión.

Cerca de esa imagen, se exponen fotografías aéreas de la Kinshasa actual, en las que se puede apreciar el histórico “cordón sanitario” de 500 metros —la distancia que teóricamente puede recorrer un mosquito infectado—, establecido en la época colonial para diferenciar las zonas residenciales de los negros y los blancos, y en las que aún es visible una vegetación descuidada.

En otra sala aparecen retratos de los enterradores no oficiales del cementerio de Kintambo de Kinshasa. Las autoridades cerraron el camposanto por estar saturado y este quedó abandonado a finales de la década de los ochenta. Sin embargo, hoy los habitantes del suburbio de Camp Luka viven actualmente ahí, entre los muertos y los recién enterrados, ya que aún se siguen inhumando cadáveres en este lugar.

Un proyecto planea una 'ciudad' construida sobre dos islas artificiales con suministro de agua y electricidad propios

Al lado de esa estancia, un vídeo promocional reproduce imágenes de forma continua de la nueva “ciudad satélite” Cité du Fleuve. Este proyecto, desarrollado por promotores privados en 2008, está construido sobre dos islas artificiales de Malebo Pool y cuenta con “10.000 apartamentos de lujo, 10.000 oficinas, un puerto deportivo, escuelas, cines, restaurantes y salas de conferencias”. Además, tiene suministro de agua y electricidad propio y promete a los compradores “un lujoso estilo de vida y seguro del título de propiedad”, indicando de forma explicita que el modelo a seguir es Dubái y los países del Golfo.

La parte más emotiva de la exposición es una película de 70 minutos de duración, rodada prácticamente de una sola toma, de un hombre que construyó en solitario una torre de 12 pisos. Aún está sin terminar y deshabitada, no dispone de electricidad ni ascensor y fue construida supuestamente sin la ayuda de arquitectos e ingenieros. En primer lugar, el doctor —tal como se le llama en la película—, nos guía alrededor de lo que él espera que sea un “centro médico” en la planta baja, antes de enfocar progresivamente la cámara hacia una serie de habitaciones claustrofóbicas y kafkianas sin ventanas, con azulejos y de hormigón que —aparentemente— se convertirán en oficinas para consultores y para controlar el tráfico aéreo.

En seguida resulta evidente que este monstruoso edificio, que se levantó en 2003 y sigue inacabado, es el trabajo de un perturbado mental fantasioso pero encantador. Es obvio que nunca nadie vivirá en él. Sin duda se trata de una trampa mortal, pero es el orgullo y la alegría de su constructor. Ignorando la pobreza que le rodea y las opulentas fantasías importadas de los promotores extranjeros, él, al menos, ha construido algo.

Lo que es, y lo que dice acerca de la falta de infraestructuras, recursos y legislación en materia de planificación urbanística en la República Democrática del Congo, debería servir de lección.

 Este texto fue publicado originalmente en inglés en la página web de Euractiv.

El Wiels Institute of Contemporary Art de Bruselas acoge hasta el 14 de agosto la exposición 'Sammy Boloji & Filip de Boeck: Urban Now: City Life in Congo' que después viajará a Lisboa, India y Toronto.

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