Un móvil contra los ‘minerales de sangre’
Una empresa holandesa adopta estándares responsables y sostenibles para fabricar sus teléfonos
Este mes de junio, el fabricante de teléfonos móviles Fairphone anunció que había logrado su objetivo. No se trataba de un importante aumento de los beneficios, ni de una cuota de mercado determinada. Tampoco una fusión con otra empresa más grande ni un acuerdo frente a la competencia. Simplemente, había conseguido una vía para obtener wolframio.
Más concretamente, una forma de acceder a este elemento (también conocido como tungsteno) que no sirva para financiar conflictos en la región central de África. Antes ya lo había hecho con el tantalio, el estaño y el oro, que forman el grupo a veces conocido como minerales de sangre. Esto es, aquellos cuya comercialización supone un mayor riesgo de enriquecer a grupos armados en el continente.
Fairphone no es una empresa común. Radicada en Países Bajos y vinculada en su origen al entorno de las ONG, aspira a comercializar móviles de forma ética y sostenible. Así, pretende que duren, que se puedan reparar fácilmente y que su fabricación garantice el respeto a sus trabajadores y a los derechos humanos en general.
En menos de tres años han vendido 100.000 dispositivos en el salvajemente competitivo mercado de las telecomunicaciones. Es una cifra ciertamente pequeña para las grandes marcas, pero todo un éxito para una campaña surgida del crowdfunding. Fabian Hühne, de su oficina de prensa, comenta que la meta “es vender 150.000 teléfonos al año” y asegura que por ahora son "financieramente sostenibles”.
El primer modelo apareció en 2013. El Fairphone 1 estaba fabricado con estaño y tantalio (el metal que se obtiene del tristemente famoso coltán) de minas de la República Democrática del Congo (RDC) certificadas como "libres de conflicto". Además, venía con un manual de reparación y la posibilidad de adquirir cualquier pieza que se estropeara. Dos años después se lanzaba el Fairphone 2, fabricado en módulos para facilitar aún más su reparación y el cambio de unas piezas por otras. Así, cuando aparece un nuevo módulo se puede actualizar el teléfono sin tener que comprar otro, para generar el menor impacto posible en el medio ambiente. En este modelo se utilizaba además otro metal certificado, el oro, procedente de una mina peruana: no es una zona conflictiva, pero incluye el sello de comercio justo.
“El Fairphone está diseñado para durar entre tres y cinco años” de vida media, apunta Hühne. Un periodo bastante por encima del mercado actual. Dado lo rápido que avanza la tecnología móvil, la empresa piensa ya en lanzar el Fairphone 3. "Pero lo más importante es que miramos continuamente cómo mejorar el Fairphone 2 para que el producto viva más tiempo”, apuntilla.
De la mina a la fábrica
“La extracción y el comercio ilícito de minerales constituye una importante fuente de financiación para grupos armados en muchas regiones políticamente inestables", comenta Guillermo Otano, técnico de Estudios y Propuesta Formativa de la ONG Alboan. También están relacionados con espinosos asuntos, como la corrupción organizada, la explotación infantil o los desplazamientos forzosos, pasando por las agresiones sistemáticas a las mujeres. Entre otros temas, Alboan trata de concienciar sobre la conexión entre la tecnología móvil y la guerra en el este de la RDC.
“Es un problema global, desatado por el incremento de la demanda de esos minerales en la fabricación de aparatos electrónicos como móviles, ordenadores, baterías eléctricas o bombillas”, continúa Otano. Sus consecuencias, insiste, pueden observarse en múltiples regiones y no solo en África. "Honduras, la frontera entre Colombia y Venezuela, Indonesia, Myanmar...", enumera.
Fairphone ya ha vendido más de 100.000 dispositivos producidos con materiales libres de conflicto
En estos casos, la trazabilidad —rastrear todo el proceso para certificar que los metales utilizados proceden de fuentes libres de conflicto— no es nada fácil. De hecho, es casi imposible. El mineral puede ser extraído en una mina en la RDC que cumpla con los requisitos, pero en las fundiciones y refinerías no distinguen entre procedencias, por lo que el rastro se pierde. Éste era el principal problema de Fairphone, ya que una cadena en la que el material procedente de la mina certificada estuviera separado del resto “no era económicamente sostenible”. Así lo explican en su blog, donde dan detalles de su búsqueda de fuentes de materiales "responsables" y de cómo optaron por un modelo bautizado "balanceo masivo": entran en el proceso refinerías y fundiciones que trabajen solo con material procedente de zonas libres de conflicto. A pesar de no desconocer la cantidad de mineral de cada zona concreta que acaba en el dispositivo, se aseguran de que no habrá minerales de sangre.
Una vez procesado, el metal se lleva a los fabricantes de componentes y al proceso de ensamblaje. Una vez más, Fairphone buscó empresas que respetaran derechos, esta vez los de sus propios trabajadores. Hühne asegura que han llegado a un acuerdo con Hi-P, el fabricante chino del Fairphone, para desarrollar un programa de evaluación social por el que “la planta ya ha realizado una serie de mejoras, incluyendo la implantación de las medidas de seguridad y salud adecuadas”. También se ha lanzado un Fondo de Bienestar para el Trabajador al que ambas empresas destinan un canon por cada unidad vendida. No obstante, Hühne admite que hay “problemas sistémicos", como un exceso de horas extra y un alto porcentaje de trabajadores empleados a través de agencias, y admite que hay todavía margen de mejora en este sentido.
Iniciativas legales en EEUU y Europa
En 2010, Estados Unidos aprobó la ley de reforma de Wall Street, conocida como Dodd-Frank. La norma mencionaba la relación entre los cuatro minerales citados y los conflictos armados en África, estableciendo que las empresas que los utilizaran deberían comprobar que proceden de lugares libres de conflicto y hacer públicos los informes que evalúan sus cadenas de suministros.
En teoría, las compañías afectadas deben seguir la Guía de Diligencia Debida de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) al respecto. Es una serie de recomendaciones que busca implantar una política interna de gestión de riesgos asociados a estos minerales en el suministro, que obligaría también a los proveedores. Guillermo Otano lo resume así: “Haz esfuerzos razonables, periódicamente, para conocer a tus proveedores y exigirles que se comporten de manera responsable”.
Más de 1.000 empresas remitieron sus conclusiones a la Comisión de Seguridad y Comercio estadounidense en 2014, el primer año en que estaban obligadas a hacerlo. Global Witness y Amnistía Internacional analizaron una muestra de 100 empresas y el resultado no fue muy esperanzador: 79 no alcanzaron los mínimos legales, y más de la mitad no informaron a la dirección de riesgos en la cadena de suministro. Uno de los elementos básicos que señalaba la OCDE, las auditorías externas, solo fueron llevadas a cabo por dos de las firmas analizadas (cuatro en total). Y, sin estas auditorías, las ONG denunciaban que “no hay evaluación independiente de la información”.
La nueva norma, además, esconde un lado perverso. “Para evitar ser asociados con las prácticas mineras dañinas en el Congo y la región de los Grandes Lagos, la mayoría de fabricantes de productos electrónicos frenaron los suministros desde esa zona, asestando un nuevo golpe económico a los residentes”, explica Hühne. El esfuerzo de Fairphone pretende demostrar que se pueden obtener materias primas de esa misma región sin fomentar la perpetuación del conflicto: sacan el estaño y el tantalio de RDC y el wolframio de Ruanda. Solo el oro proviene de otro continente (de Perú) ya que no han conseguido trazar su origen desde África, cómo sí ha ocurrido en el caso del estaño o el tantalio.
Europa, a la zaga
Casi al mismo tiempo que Fairphone anunciaba la incorporación de wolframio libre de conflicto en sus productos, Bruselas daba un paso adelante en el mismo sentido: Parlamento, Comisión y Consejo han acordado un marco para las actividades productivas que involucren los cuatro minerales de sangre.
“La Unión Europea tiene una responsabilidad de contribuir a un comercio justo, transparente y basado en valores”, escribía en su blog la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström. “Queremos asegurarnos de que las compañías de la UE que importan esta clase de materias primas obtienen sus importaciones de manera responsable”.
Algunas regulaciones acaban por hacer que las empresas renuncien a comprar en la región, lo que perjudica a sus habitantes
Las recomendaciones de la OCDE serán obligatorias para importadores europeos de materias primas. Sin embargo, Guillermo Otano advierte de que “las empresas que introducen indirectamente estos minerales en el mercado europeo al traer ordenadores, motores eléctricos o teléfonos móviles no tienen obligación de cumplir con la diligencia debida”. Por eso, las ONG —descontentas con una norma que fue suavizada tras su paso por el Consejo de la UE en diciembre—, se están movilizando para que se extienda la obligatoriedad a todas las empresas involucradas.
Otano no cree que ninguna compañía pueda considerarse "100% libre de conflicto", y recuerda que los móvles llevan muchos otros minerales, como níquel, plata, hierro, cobre o cromo. "A menudo estos minerales pueden generar los mismos problemas que los otros cuatro”, apunta. El objetivo es que las empresas incorporen los pasos de diligencia debida, para "conocer sus cadenas de suministro y empezar a tomar medidas a partir de ahí”. Hay una que ya ha demostrado que es posible.
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