“Los países ricos deben decir cuánto aportan contra el cambio climático”
Philippe Lacoste, integrante del equipo negociador que lideró las conversaciones de la Cumbre del Clima de París, cree que los países del sur tienen buenos proyectos, pero necesitan apoyo
Philippe Lacoste es un diplomático acostumbrado a las negociaciones del clima. Como integrante del equipo negociador que lideró las conversaciones de la Cumbre del Clima de París, fue testigo de las dificultades de (intentar) poner de acuerdo a 196 Estados en la lucha contra el calentamiento global. Una tarea ardua, en la que los funcionarios del Ministerio de Desarrollo Sostenible –ahora Medio Ambiente– trabaron, a las órdenes de Ségolène Royal, los detalles de un texto capaz de convencer a la mayor parte de los países. Un proyecto del que el responsable francés de las Relaciones Internacionales del Clima, de 57 años, se siente optimista: asegura que los fondos de inversión han optado, de forma creciente, por la “desinversión” en combustibles fósiles; y que optar por este tipo de energías es, cada vez más, una empresa arriesgada para toda empresa que quiera mantener su “reputación”.
Lacoste ha representado a Francia en la Cumbre Mediterránea del Clima, que el Gobierno de Marruecos y organizaciones como la Unión para el Mediterráneo han celebrado en Tánger. La antesala del siguiente encuentro mundial contra el cambio climático, la 22ª Conferencia de las Partes (COP22, en inglés), que Marrakech acogerá en noviembre. A unos meses de esta conferencia, Lacoste recuerda que el objetivo de la próxima conferencia global es avanzar en “la implementación” de las promesas contraídas por los países. Y, sobre todo, en “el fomento de la capacidad de los países para actuar y cumplir sus compromisos”: dotar de recursos al sur, para que pueda avanzar por la senda del desarrollo sostenible y las energías renovables.
Pregunta. Marruecos acoge la siguiente Cumbre del Clima. ¿Cuáles son los mayores retos que debe afrontar el país, como organizador del encuentro?
Respuesta. El acuerdo de París contiene una serie de compromisos a cumplir en los próximos años. Esto no quiere decir que todo se tenga que hacer en Marrakech. El siguiente encuentro es en 2018, y será el primer momento en el que se analice en qué punto nos encontramos. Así que Marruecos tiene que mostrar avances en Marrakech, pero aún habrá mucho que negociar. Cómo se verifican los avances es un asunto muy técnico. También hay que acercar las contribuciones de los países y todo esto toma tiempo. Espero que se entregue alguna cosa sobre la agenda de acción [Lima-París]. Esto fue una novedad de la Cumbre de París. Por primera vez se invitaba a coaliciones de actores no estatales [ciudades, empresas, inversores, sociedad civil] a contribuir en la lucha contra el calentamiento global. Hay que definir la gobernanza de esta agenda de acción.
En Marrakech los países ricos deben explicar dónde se encuentran en sus aportaciones para ayudar a los países del sur a luchar contra el calentamiento global; y ver si podemos lograr el objetivo de los 100.000 millones de dólares anuales para 2020. Y la financiación climática es complicada de medir, sobre todo en comparación con los fondos dedicados al desarrollo. Probablemente ahora estamos entre 60.000 y 80.000 millones, y tenemos que mostrar cómo alcanzar los 100.000 en 2020. Con los compromisos de los bancos de desarrollo y los Estados, creo que no nos encontramos muy lejos. Aunque no es sencillo calcularlo. Cuando construyes una carretera al lado del mar no puedes tenerlo todo en cuenta como financiación climática, pero una parte sí lo es porque protege a la población contra la subida del nivel del mar.
P. ¿Cree entonces que el gobierno marroquí podrá mostrar avances en el encuentro de Marrakech?
R. Sí. Y además, Marruecos tiene sus propios proyectos, cada Gobierno quiere presentarlos cuando acoge un encuentro como este. Estos se centran en adaptación y, sobre todo, en la agricultura. Sus contribuciones nacionales se centran mucho en agua, en cómo pueden usarla de forma más eficiente para la agricultura; en restaurar el suelo.
P. Los datos de la Plataforma Nazca [iniciativa lanzada tras la Cumbre del Clima de Lima, en 2014, con el objetivo de recoger las acciones de Administraciones, empresas y sociedad civil para luchar contra el cambio climático] muestran que aún hay pocos proyectos en la ribera sur del Mediterráneo. La sociedad civil en este lado del mar no parece que pueda contribuir en igual medida a la lucha contra el calentamiento global. ¿Cree que esto puede afectar a la capacidad de los países de la región para cumplir sus compromisos?
R. Es cierto, hay un desequilibro por muchos motivos, y la capacidad de los países para actuar es, por supuesto, una de ellos. Creo que no hay suficientes proyectos viniendo del sur. Encuentros como este pueden ayudar a estos países a desarrollar proyectos, y ver dónde pueden obtener la financiación. No es fácil presentar un proyecto al Fondo Verde para el clima, así que hay una iniciativa de Francia y Marruecos para proporcionar asistencia a cualquier organización que presenta un proyecto, sea una asociación o agencia. Pero es cierto que en la Plataforma Nazca, muchas iniciativas de ciudades vienen del norte, porque ya tienen asociaciones y organizaciones como el Pacto de Alcaldes, que ya están trabajando. En el sur están en ello, pero es más difícil.
P. El enfoque de Marruecos se centra en la atenuación del impacto del cambio climático. ¿En qué consiste esta estrategia?
R. Históricamente, el enfoque se ha centrado en la reducción de emisiones, en lo que llamamos mitigación. Pero cuando uno lee sobre la convención, hay dos partes. Una de ellas es la adaptación, donde los países en desarrollo pueden buscar financiación para prepararse para el cambio climático. En el lado de la adaptación, lo primero a tener en cuenta es el agua. Y su principal usuario es el sector agrícola, así que se pueden aplicar técnicas para usarla de forma más eficiente. Y no es tecnología punta, son técnicas baratas como el riego por goteo. Por eso quieren [Marruecos] que la financiación climática también se centre en proyectos de adaptación, para explotaciones pequeñas y grandes. Puede ser una oportunidad para las zonas rurales. En este ámbito hay pocas iniciativas, como la puesta en marcha de sistemas de alerta meteorológica para avisar a la población de que llega una tormenta o una ola de calor. Esta información ya se recoge, pero hay que hacerla llegar a la población. También hay que poner en marcha seguros para las malas cosechas.
P. ¿No hay riesgo de que este énfasis en la adaptación desvíe recursos que harían falta para extender el uso de las energías renovables?
R. La mayor parte de la financiación climática va dirigida a la mitigación, es decir a facilitar el desarrollo e incorporación de las renovables al sistema energético. Pero los pequeños estados isleños, que tienen algo de poder en la negociación, tienen que protegerse a sí mismos [con medidas de adaptación], porque la subida del nivel del mar les puede afectar de forma especial.
P. Mucha financiación viene de fuentes privadas. ¿De qué manera se puede asegurar que la sociedad civil y las comunidades locales participen en los proyectos financiados por el sector privado? Que exista significa que hay una oportunidad de negocio, pero no garantiza que la comunidad participe.
R. Es cierto. Hay fondos de inversión que ya no se centran en el carbón, porque creen que los impuestos harán de este recurso un mal negocio en 10 o 15 años. Hay una palabra para esto, la desinversión. Y hay un efecto reputacional [para las empresas]. Es difícil saber cuál puede ser el efecto para las comunidades locales, aunque en principio tendría que ser positivo.
P. ¿Qué habría que hacer para involucrar a la sociedad civil en los proyectos de adaptación y mitigación?
R. La clave está en la educación. En la Convención de Río se insiste en la educación y la prevención. Y es emocionante ver a jóvenes corrigiendo a sus padres, porque se les ha enseñado que los recursos del planeta son limitados.
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