Formar a la sociedad civil para recuperar el medio ambiente
Las ONG que trabajan en la recuperación del ecosistema del sur y este del Mediterráneo necesitan formación y redes de apoyo
Najwa Bourawi preside la Asociación para la Protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible de Bizerte (Túnez). Su organización se dedica a sensibilizar a la población acerca del efecto de la polución en los acuíferos y a evaluar el estado medioambiental de la región. Colaboran, por ejemplo, en un proyecto de descontaminación del lago vecino a la ciudad, con el apoyo de la Unión Europea y la Unión por el Mediterráneo (UfM, por sus siglas en inglés). También forman a ONG tunecinas “en la gobernanza del medio ambiente y la economía verde”, explica Bourawi. Las asociaciones del país, sostiene, necesitan adquirir los conocimientos para gestionar su día a día: “Muchas nuevas no tienen la experiencia necesaria para elaborar un presupuesto o desarrollar proyectos. También encuentran dificultades para encontrar financiación y ponerlos en marcha”.
Estas son las necesidades que busca atender el proyecto BlueGreenMed, una iniciativa promovida por ONG internacionales con el apoyo de la Unión por el Mediterráneo ). La idea es “reforzar las capacidades” de las asociaciones beneficiarias —entidades locales dedicadas a la protección del medio ambiente y del agua— a través de becas y formación “en el terreno”, explica Alessandra Sensi, responsable de programas de la división de agua y medio ambiente de la UfM. Estas acciones se realizarán en colaboración con los programas Horizonte 2020 para la descontaminación del Mediterráneo y de Gestión Integrada y Sostenible del Agua de la Unión Europea; y el Programa de Pequeños Subsidios de Naciones Unidas para el Desarrollo. “Se trata de acompañar en el terreno. Lo interesante de que se refuercen sus capacidades es que se les implica en actividades regionales a las que no hubieran accedido de otro modo”, añade Sensi.
Un mínimo de 120 entidades de Albania, Argelia, Líbano, Marruecos y Túnez se beneficiaran de estas actividades, según las previsiones de la UfM. El programa busca ponerlas en contacto con plataformas de ONG: reunir aprendiz y mentor. “De esta manera pueden conocer la experiencia de otras asociaciones e intercambiar prácticas. También pueden ampliar su perspectiva”, detalla Sensi. Con beneficios añadidos, como reforzar la malla de la sociedad civil y dar continuidad a la labor de formación. “Hay dos niveles de cooperación, el regional y el bilateral, y es importante que interactúen. A través de este mecanismo de trabajo en red, las organizaciones locales pueden entrar en contacto con entidades de otros países y redes regionales” como la Red Árabe por el Medio Ambiente y el Desarrollo (RAED, en inglés) y la Oficina de Información Mediterránea para el Medio Ambiente, la Cultura y el Desarrollo Sostenible (MIO-ECSDE, en inglés). El objetivo es reforzar estas organizaciones, para reforzar, a su vez, la relación entre el norte y el sur del Mediterráneo.
Pero, ¿cuál es la situación de las ONG en estos países? Los expertos describen un contexto marcado por la Primavera árabe en las riberas sur y este del Mediterráneo que ha creado las condiciones para el nacimiento de cientos de organizaciones sin ánimo de lucro. La mayoría de estas responden a la necesidad de la sociedad civil de una democracia participativa en todos los sectores, y a la voluntad de promover un nuevo modelo de desarrollo más respetuoso con el medio ambiente.
Raffaele Mancini, responsable del área de gestión del agua y energía del programa Mediterráneo de la WWF, establece una clara distinción entre las entidades veteranas y aquellas nacidas de la Primavera árabe. Si las primeras “tienen que trabajar problemas más técnicos y proponer medidas concretas de gestión sostenibles de los recursos naturales" a las segundas "hay que acompañarlas en el proceso de aprendizaje de llevar el día a día de una ONG, como producir un presupuesto, gestionar sus recursos humanos o simplemente tener una reunión con funcionarios de la administración local”.
En este punto abunda Anastasia Roniotes, responsable en jefe de MIO-ECSDE: “En muchos casos se trata de asociaciones lideradas por una sola persona, sin organización interna o asambleas [que garanticen la rendición de cuentas de la dirección]”. También escasean las bases de una contabilidad saneada. “Hace falta formación acerca de cómo gestionar correctamente las finanzas y ser transparente. Parece algo básico, pero es muy común que falte”, asevera Roniotes. Las entidades también necesitan saber cómo pueden “defender sus intereses de una forma constructiva” e influenciar a los Gobiernos en la toma de decisiones.
La crisis económica, principal escollo
Todas estas necesidades de formación, sin embargo, topan con el escollo de la crisis económica. “Desde 2008, la financiación procedente de la UE y otras organizaciones para las ONG que trabajan en temas ambientales en el Mediterráneo se ha reducido más y más, aunque no era muy abundante. Cada vez menos líneas de financiación se dirigen a apoyarlas”, lamenta Roniotes. Ante la falta de fondos comunitarios, la labor de acompañamiento que realizan redes de asociaciones como MIO-ECSDE se ve perjudicada, asegura: “Tenemos que emplear tecnologías y herramientas como Skype y WebEX para asesorar a distancia a las organizaciones a las que ayudamos, pero no es lo mismo que estar con ellas en un entorno de trabajo real [e ir resolviendo dudas a medida que aparezcan]”.
Esta situación contrasta, sin embargo, con la de los fondos bilaterales “entre los países europeos y los del norte de África”, que “no han parado” de fluir de un lado al otro del Mediterráneo, asegura Roniotes. Sin embargo, su diseño no ofrece espacio a la participación de la sociedad civil, pese a que “afectan a la gestión del agua y el medio ambiente”, asegura.
Lo importante es ser efectivos e intervenir en las necesidades específicas de la población loca
Otra finalidad del proyecto BlueGreenMed es promover, precisamente, el diálogo con las Administraciones, y ayudar a las asociaciones a contribuir en la toma de decisiones. Esto, a su vez, debería ayudar a reforzar las capacidades de las ONG. Para Emad Adly, coordinador general de RAED, la utilidad de este vínculo es evidente. “En el sur del Mediterráneo hay poca descentralización, y a la Administración local le faltan recursos y conocimientos para actuar en el terreno. La sociedad civil podría ser una fuente de ventaja comparativa, proporcionando información, preparación y capacidad”. Las asociaciones, además, pueden mostrar a la Administración qué políticas se podrían hacer, a través de “proyectos locales”. Organizaciones de la plataforma RAED “pueden ayudar a entender cómo pueden tener más influencia” en la elaboración de políticas, sostiene Adly. Por otra parte, si la sociedad civil accede “a más canales de participación”, mayores serán sus opciones de desarrolar sus “capacidades organizativas”, añade Mancini.
La visión que los Ejecutivos tienen de la sociedad civil, de hecho, ha cambiado en esta última década, asegura Mancini. Si antes las organizaciones sin ánimo de lucro “eran espectadores” de la acción de los Ministerios, “con el paso de los años algunos Gobiernos se han esforzado, no siempre con exito, de acercarse a los estándares europeos, incorporándolas en algún momento del proceso de toma de decisiones”.
Sin embargo, las relaciones entre Administración y sociedad civil parecen ser un mundo en cada país. “Al poner el Ejecutivo [marroquí] la sostenibilidad como la más alta de las prioridades, ha crecido algo la confianza entre el Gobierno y las ONG’s”, explica Roniotes. En Túnez la situación parece algo más confusa: “Miles de asociaciones fueron creadas con el aumento del asociacionismo, y nadie sabe qué hacen realmente, por el momento”.
La influencia de las asociaciones cambia, además, con cada Ministerio. “No hay necesidad de convencer a los Ministerios de Medio Ambiente. Sin embargo, esto no es así con los de Industria, Turismo o Economía”, asegura Roniotes. Llegar a los brazos fuertes de la Administración es, precisamente, uno de los principales retos que afronta la sociedad civil en el sur del Mediterráneo. De ello depende la gestión sostenible del agua y el medio ambiente, apunta Adly: “No hay una visión global, buenos programas que tengan en cuenta la escasez de agua. Tiene que haber una visión compartida entre todos los Ministerios, para afrontar la mala gestión de los recursos”.
Para ello, será necesario reforzar los canales de participación. “Usar los registros de asociaciones como un recurso para iniciar procesos de participación en la formación de políticas públicas sería una buena manera de empezar”, aconseja Roniotes.
Más aún, en algunos casos los cambios normativos no parecen ayudar. Justo lo contrario. “El marco administrativo, legal y de financiación se está volviendo más estricto. Esto dificulta el desarrollo de las entidades y no ayuda a la población a implicarse en la vida comunitaria para crear nuevas asociaciones”, lamenta Bourawi desde Túnez. Y da algún ejemplo: “Hace falta cumplimentar múltiples documentos de apoyo, sobre todo en lo que respecta a la financiación y aplicación de proyectos, incluso microproyectos”.
El entorno en el que actúa el proyecto BlueGreenMed no es siempre favorable. Pero, pese a estas dificultades, Adly cree que es posible hacer crecer la sociedad civil en la ribera sur del Mediterráneo. “Cuando empecé mi primera ONG, hace 35 años, no teníamos recursos ni contactos. Pero nos lo tomamos muy profesionalmente, no lo dejamos, y al cabo de dos años empezamos el primer proyecto”. “Cualquier ONG te hablará de la financiación, pero lo importante [para crecer] es ser efectivos e intervenir en las necesidades específicas de la población local”, remacha.
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