Trasnochado Ortega
El presidente de Nicaragua debe garantizar unas elecciones presidenciales abiertas y transparentes
Daniel Ortega se dispone a celebrar el próximo mes de noviembre unas elecciones presidenciales sin observadores internacionales y, por el momento, sin candidatos de oposición. Bien entrado ya el siglo XXI, el presidente de Nicaragua se encamina pues a convocar a las urnas a sus conciudadanos siguiendo unos parámetros totalitarios felizmente superados en la mayor parte de Latinoamérica.
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Ortega —quien ya presidiera el país entre 1985 y 1990 y formara parte de la Junta que gobernó Nicaragua entre 1979 y 1985— opta a un tercer mandato consecutivo, en el periodo iniciado ahora hace nueve años. Con 70 años se trata de uno de los jefes de Estado que, por una razón u otra, lleva más tiempo en el cargo en todo el continente americano. Pero mientras la región ha evolucionado de una manera drástica hacia la apertura, la distensión y el pluralismo político, Ortega se ha encastillado en una trasnochada dialéctica propia de la Guerra Fría, con constantes referencias al “imperialismo yanqui” y al “imperio español”, como justificación para las polémicas medidas que adopta en política interior.
Las dos últimas consisten en prohibir que los comicios presidenciales de noviembre cuenten con observadores independientes que verifiquen la transparencia del proceso. Hay que destacar que la misión de la UE calificó los resultados de la victoria de Ortega en 2011 como “opacos y no verificables”. El otro punto irregular, que ha levantado grandes protestas, es la decisión de la Corte Suprema, controlada por Ortega, de anular la candidatura del opositor Luis Callejas al quitarle la representación legal de su partido.
En un momento de cambios históricos en Latinoamérica con la normalización de relaciones entre La Habana —referente ideológico de Ortega— y Washington, Nicaragua no puede perder el tren de la historia. El presidente debe facilitar unas elecciones plurales y transparentes. Y que sea el pueblo quien elija.
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