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Yo a mi niña no la caso

Más de la mitad de las mujeres malienses son casadas a la fuerza antes de los 18 años

Rabiatou, Fatoumata, Geneva y Aisata fueron casadas de manera prematura. Hoy cuentan su historia, pero no quieren mostrar su rostro.
Rabiatou, Fatoumata, Geneva y Aisata fueron casadas de manera prematura. Hoy cuentan su historia, pero no quieren mostrar su rostro.Lola Hierro
Lola Hierro
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—"¿Qué piensan los hombres de casarse con chicas jóvenes?"

—"Les gusta porque son enérgicas y sienten que junto a ellas no envejecen".

Bajo un sol implacable y sin una sola nube que ofrezca un resquicio de sombra, se desarrolla una curiosa conversación. Es la que mantienen medio centenar de vecinas de un parque de la comuna I de Bamako, la capital de Malí, con una mujer que, en pie, formula preguntas. Las asistentes ocupan un par de hileras de bancos y mesas de metal situados bajo un toldo de arpillera y apenas visibles debido a la profusión de telas y velos multicolor. Todo hace pensar que un examen oral está teniendo lugar:

—"¿Por qué los padres aceptan casar a sus hijas menores de edad?"

—"Porque no quieren que se queden embarazadas fuera del matrimonio", alega una señora de pelo cano. "Porque la costumbre en mi pueblo siempre ha sido cambiarlas entre las familias", dice otra. "En mi caso, porque mi padre no podía mantener a todos los hijos. Y si te casan con un hombre con más dinero, tú sales de la pobreza y además ayudas a la familia", resuelve una tercera.

Quienes asisten a esta actividad vespertina son afiliadas a Sini Sanuman, una asociación local dedicada a combatir la mutilación genital y la violencia de género en Malí, incluido el matrimonio infantil. Este es un mal trago por el que han pasado el 55% de las mujeres de entre 20 y 24 años de este país cuando eran menores de 18, según el Fondo de la Población de las Naciones Unidas (Unfpa), pese a que está prohibido y considerado una violación de derechos humanos.

Hay un rasgo común en la mayoría de las mujeres del encuentro: la edad. Son madres de familia que ya pasaron por un casamiento contra su voluntad —en el año 1987 el 80% de las mujeres del país se casaban con menos de 18 años— y que hoy tienen hijas que podrían seguir el mismo camino. El discurso, por tanto, es clave: sensibilizar y explicar las consecuencias nefastas de esta práctica, las mismas que ellas han sufrido: una es el abandono de la educación, pues una vez casadas tienden a dejar la escuela. Otra son los problemas psicológicos y físicos como el contagio de enfermedades de transmisión sexual (en África el 70% de los adolescentes contagiados por VIH son mujeres, según Unicef) y los embarazos prematuros que, a su vez, aumentan la tasa de mortalidad infantil y maternal.

No menos importantes son los malos tratos, recurrentes cuando la niña rechaza a un compañero que en ningún momento eligió. De ello sabe Rabiatou Sangaré, de 58 años y casada a los 13. "Viví un infierno porque la madre y la hermana de mi esposo me mandaban hacer todo tipo de trabajos en el hogar y me maltrataban", relata. "Pero la verdadera pesadilla llegaba cada noche, cuando tenía que soportar las relaciones sexuales". Ella ejemplifica los numerosos informes que organismos internacionales, oenegés y asociaciones de ayuda a víctimas publican sobre el daño que produce casar a una niña a una edad prematura: "En la luna de miel tuve los primeros problemas. Yo era virgen pero mi marido me forzó a tener relaciones sexuales y quedé en coma tres días. Desde entonces sufro dolores permanentes en la pierna y la cadera", reconoce mientras se palpa el lado izquierdo de su cuerpo.

Rabiatou Sangaré, de 58 años, fue casada a los 13. Hoy es viuda, tiene una hija y no la obliga a contraer matrimonio.
Rabiatou Sangaré, de 58 años, fue casada a los 13. Hoy es viuda, tiene una hija y no la obliga a contraer matrimonio.Lola Hierro

El matrimonio infantil no solo está prohibido y condenado por la comunidad internacional; su erradicación es uno de los principales retos que persiguen los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En todo el mundo existen 700 millones de niñas que fueron casadas antes de los 18 años y otros 250 millones antes de los 15, según Unicef. Malí ocupa el sexto lugar en la clasificación mundial y en este país, como en todos los demás donde persiste la práctica, la mayoría de las novias cumplen el mismo perfil: pertenecen a zonas rurales, son de familias pobres y tienen dificultades para acceder a una educación.

Mujeres como Rabiatou y otras que se encuentran en la reunión defienden el derecho de sus hijas a desarrollarse, crecer libres, estudiar y decidir si todo eso lo van a hacer antes de la boda, después o nunca porque no planean pasar por el altar. La lucha no es fácil, son voces altisonantes en un país donde esta práctica aún está muy aceptada ya que se cree que representa beneficios sociales y financieros, y así va pasando de generación en generación. En regiones como Kidal o Kayes, el 84% y el 87% de las niñas están sometidas a ella. Por eso y por la vergüenza de contar su experiencia estas pioneras no quieren mostrar su rostro en las fotografías que acompañan al reportaje.

Rabiatou siempre ha tenido claro que no casaría a su hija. Dado que es viuda y su suegra la echó de casa en cuanto su marido falleció, no ha tenido que discutir con nadie su decisión. "Sólo será si ella quiere, yo no la voy a obligar", dice la mujer sobre su niña, que acaba de cumplir la mayoría de edad y estudia. Comparte su opinión Geneva Coulibaly, de 53 años. Pero no siempre pensó así. Tiene tres hijos y dos hijas, y confiesa que en 2014 obligaron a la mayor, que por entonces tenía 13. "Su padre la forzó a casarse con un hombre de 37 aunque no le gustaba". Este matrimonio desembocó en una espiral de peleas conyugales. "Cada vez que había un problema ella se iba de casa y desaparecía unos días. Fue así hasta que su padre aceptó que se divorciara". Geneva no se pronunció en ningún momento. Ella se casó a los 20 y con los estudios terminados, pero tampoco pudo elegir pretendiente y nunca lo cuestionó. Conocer la asociación a la que hoy pertenece le abrió los ojos e hizo que apoyara activamente la separación de su pequeña que hoy, aún menor de edad, está viviendo en casa de su hermano mayor en la vecina localidad de Sikasso y cursa octavo grado en la escuela.

Geneva Coulibaly, de 53 años, no se opuso a que su hija contrajera matrimonio contra su voluntad con un hombre mucho mayor pero luego cambió de idea y le ayudó a divorciarse.
Geneva Coulibaly, de 53 años, no se opuso a que su hija contrajera matrimonio contra su voluntad con un hombre mucho mayor pero luego cambió de idea y le ayudó a divorciarse.Lola Hierro

Tampoco protestó ante una decisión así Aisata Touré, de 54 años. Es más, la alentó: "En 2013, mi hija menor, de 13, no hacía nada en el colegio y tampoco ayudaba en casa, así que su padre la amenazó con casarla si no mejoraba en los estudios. Y la prometimos con un hombre que rozaba la cincuentena", relata. Luego conoció la ONG. "Participé en algunas charlas y aprendí muchas cosas que no sabía, así que decidí no casarla. ¡No hay que casar a ninguna niña!, exclama. Ella misma deshizo el entuerto: "Le dije al prometido que, como su familia no había permitido una boda anterior con una de mis parientes, habíamos decidido romper el compromiso con él".

Cambian las mentalidades poco a poco en este país del África oriental, igual que en el resto del continente, y también cambian a nivel institucional: se rechaza y condena el matrimonio infantil y varios Estados han reducido su prevalencia, igual que Malí. Pero aún así la tendencia que marca la Unfpa es que en el año 2030 el número de niñas que se casarán anualmente habrá aumentado de los 13,1 millones de 2010 a los 15 millones debido al incremento de la población y a la dificultad de eliminar una práctica tan arraigada que no se ve como algo malo. Rabiatou no comprendía que sus padres no la dejaran volver a casa cuando ella les contaba los abusos que sufría. Ahora que es más mayor, entiende las circunstancias. "Recibieron otra educación, ellos creían sinceramente que eso era lo mejor para mí, les he perdonado", asegura la viuda.

Aisata Touré, de 54 años, amenazó a su hija con casarla con un hombre mucho mayor que ella si no se tomaba en serio sus estudios. Llegó a prometerla pero al final canceló la boda.
Aisata Touré, de 54 años, amenazó a su hija con casarla con un hombre mucho mayor que ella si no se tomaba en serio sus estudios. Llegó a prometerla pero al final canceló la boda.Lola Hierro

La Unión Africana puso en marcha una campaña en 2014 para acabar con el fenómeno a través de acciones legales y políticas, de la promoción de los derechos humanos y de la movilización y concienciación de la población, según se anunció durante su lanzamiento, durante la Conferencia de Ministros de Desarrollo Social en Addis Abeba. Desde entonces, Níger, Burkina Faso o Zimbabue entre otros se han unido. Malí lanzó la suya en octubre de 2015.

Pese a todo, ahora mismo hay millones de niñas que se sienten abandonadas, vulnerables y presas en una vida que no desean. Niñas como Fatoumata Maiga, de 18 años. Su juventud es la nota discordante entre tanta mujer madura, pero ella no está en ese parque para ser sensibilizada, sino para pedir ayuda porque ni ella ni su hermana menor, que está a su cargo, tienen a quién acudir: "Me casaron a los 14 con un hombre mucho mayor que yo, de 50. Viaja mucho, nos deja en casa sin dinero y pasamos días sin comer", explica mientras recoloca su velo con recato para ocultar aún más su cara. Una agente social de la ONG da fe de su precariedad: "Cuando vino por aquí la primera vez estaba entrada en carnes, pero mírala ahora", dice señalando la delgada figura de la niña.

Fatoumata Maiga tiene 18 años y su tío la casó a los 14, tras quedar huérfana. Hoy depende de su marido, que viaja a menudo y apenas le deja dinero para alimentarse. No quiere estar con él pero no sabe a quién recurrir.
Fatoumata Maiga tiene 18 años y su tío la casó a los 14, tras quedar huérfana. Hoy depende de su marido, que viaja a menudo y apenas le deja dinero para alimentarse. No quiere estar con él pero no sabe a quién recurrir.Lola Hierro

Fatoumata quedó huérfana de padre y madre cuando era adolescente y fue enviada a vivir con un tío, que rápidamente concertó un matrimonio para ella. "En la noche de bodas mi esposo me forzó y me dejó completamente herida. Me llevó al hospital, me dejó allí y luego no quiso pagarlo". La joven piensa que ha quedado infértil a raíz de ese episodio y de otras agresiones posteriores. Tose al hablar, siente sudores fríos y cree que tiene fiebre, pero dice no haber ido al médico porque no puede pagarlo. Lo mismo con la escuela, que en Malí no es gratuita. "No voy al colegio, no sé de qué trabajar, no puedo escapar, no tengo a quién acudir". El divorcio no es una opción en su caso porque, pese a que es legal, su unión fue religiosa y no está reconocida.

Termina Fatoumata su doloroso relato. Ajenas a su situación, varias mujeres venden fruta, chanclas de plástico y condimentos a ambos lados de la calzada principal de esta comuna de Bamako. Algunas cabras pasean sin rumbo y un niño de no más de dos años tira de la cuerda que una de ellas lleva atada al cuello, provocando cierto revuelo. El trasiego de los vecinos a última hora de la tarde levanta nubes de polvo amarillento y una de ellas envuelve la menuda figura de Fatoumata, que ya regresa con las manos vacías a una casa conyugal que para ella es una prisión.

Coaccionadas también en Burkina Faso

Las mujeres y niñas de Burkina Faso, como las de cualquier otro país del mundo, tienen derecho a tomar sus propias decisiones sobre si desean casarse, cuándo y con quién, y sobre si desean tener hijos, cuándo y cuántos. Y, sin embargo, en este país vecino a Malí tampoco se respeta este derecho. Así lo afirma un informe publicado por Amnistía Internacional a finales de abril de 2016 y titulado Burkina Faso: coaccionadas y privadas de derechos. La investigación sobre matrimonios forzados y la falta de acceso a métodos anticonceptivos en el país revela que en algunas regiones más de la mitad de las niñas están casadas antes de los 18 años, casi el 30 % de las que tienen entre 15 y 19 años están embarazadas o han tenido su primer bebé y menos del 16 % de las mujeres usa métodos modernos de contracepción.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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