Primeras filas
LOS personajes que poblaron las crónicas de Truman Capote se apellidaban Kennedy, Radziwill, Guinness y Vanderbilt. Los de nuestro tiempo, para lo bueno y lo malo, responden al nombre de Kardashian. El clan y sus allegados han invadido hasta los últimos reductos del vetusto lujo europeo, como la semana de la moda de París, mitad cónclave industrial y mitad comedia social en toda regla. Por ella pasó la matriarca del clan, Kris Jenner, la neo top model Kendall Jenner y el cantante Kanye West, esposo de Kim Kardashian, que se dejó caer en las presentaciones de Balmain y Givenchy. Todo neófito se admirará ante los usos y costumbres que caracterizan la gran cita del prêt-à-porter. Por ejemplo, esas recepciones posteriores a cada desfile, en las que los asistentes aguardan en una larga cola, como en una recepción real, para compartir unos segundos con el modisto de turno. En ellas no habrá genuflexión literal, pero sí figurada.
Karl Lagerfeld junto a su ahijado, el niño modelo Hudson Kroenig. Victor Virgile (Getty)
Laetitia Casta. P. Le Segretain (Getty)
La actriz Catherine Deneuve y Nicolas Ghesquière, de Louis Vuitton, en la presentación de su colección. Bertrand Rindoff Petroff (Getty)
Kim Kardashian acudió a la llamada de Balmain junto con su marido, Kanye West, y su madre, Kris Jenner. Dominique Charriau (Getty)
La actriz Rosamund Pike y la modelo Natalia Vodiánova en el front row del desfile de Dior. B. R. Petroff (Getty)
Jessica Alba presenció el desfile desde las primeras filas. G. Fuentes (Reuters)
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Si uno se pone lentes de antropólogo, logrará detectar un segundo ritual: la tradicional jerarquía por filas, acompañada de la humillación pública que supone no tener un hueco reservado en la primera. En el desfile de Céline hubo hasta seis hileras, lo que multiplicaba el potencial de deshonra por ese dígito. La oscarizada Alicia Vikander, Léa Seydoux o Selena Gomez se sentaron en el palco de Louis Vuitton. Rosamund Pi-ke y Jessica Alba acudieron al desfile de Dior, mientras que la imprescindible Catherine Deneuve presidió el de Saint Laurent, Laetitia Casta ofició en el de Nina Ricci y Janet Jackson lo hizo en el de Haider Ackermann. Pero el que más ruido hizo fue el de Chanel, en su habitual cita en el Grand Palais. Karl Lagerfeld tuvo la ocurrencia de crear una única primera fila, equiparando el estatus de todos los asistentes. El mundo de la moda no dudó en extasiarse. “En lugar de fetichizar la primera fila, Lagerfeld la democratiza”, sentenció The New York Times. No le faltaba razón: si la democracia consiste en alinear a señoras embutidas en tailleurs de tweed de varios millares de euros, entonces aquello fue la Atenas de Pericles.
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