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Alicia Vikander, androide sublime

Sueca, ojos de gacela y 27 años recién cumplidos. Sorprendió en la gran pantalla interpretando a un autómata de inteligencia artificial en ‘Ex Machina’ Hoy es icono de grandes firmas de moda y en Hollywood se especula con su proyección hacia el Oscar Esta es la historia de una niña criada entre el teatro y el ballet que se ha convertido en la actriz del momento

Vídeo: Contour by Getty / Working Title / Amblin

Llegó de Suecia para conquistar Hollywood. “Está claro por qué es la actriz del momento”, resume Matt Damon al ser preguntado por la nueva chica de la saga Bourne, que protagoniza el actor estadounidense. Fuera de la gran pantalla, a esta mujer menuda con ojos de gacela y frente despejada se la rifan los grandes diseñadores de moda y se ha convertido en el rostro de Louis Vuitton. Los directores se apresuran a descubrirla una vez tras otra, aunque ya esté descubierta. El gran público todavía no lo sabe. Nueve películas en un solo año corregirán este desfase. Acaba de cumplir los 27.

“Estoy orgulloso de haberle ofrecido su primer papel en inglés porque lo que vi en ella fue su talento y su ética en el trabajo”, recuerda Joe Wright de cuando contó con ella para su versión de Anna Karenina. Aquello sucedió hace tres años. Esta secundaria desconocida eclipsó la estrella de Keira Knightley. Por Hollywood muchos la ven este año aspirando al Oscar por su trabajo junto a Eddie Redmayne en La chica danesa, cuyo estreno está previsto en España para principios de 2016. Vikander les ganó la mano a rivales de la talla de Rachel Weisz, Charlize Theron o Gwyneth Paltrow y se quedó con el codiciado papel de Greta, la esposa del primer transexual que se sometió a una operación de cambio de género. Entre ambas cintas hubo un poco de todo. Sobre todo, la destacada apuesta del cine de ciencia-ficción independiente llamada Ex Machina. Fue allí donde realmente la mujer de la que todos hablan y a la que pocos conocen derrochó perfección. “Es maravillosa de manera consistente”, sintetiza Matt Damon, a la espera de que Vikander se reúna con él en Tenerife para el rodaje de la nueva entrega de la serie Bourne.

Antes de acudir a esta nueva cita con el celuloide, la actriz se tomaba un respiro entre el Festival de Venecia y el de Toronto –esos que marcan el camino al Oscar– para tratar de explicar su gran año. “Tiene mucho de surrealista, pero también de suerte”, justifica con su tono de voz ligeramente aguardentoso.

La hija de la actriz sueca Maria Fahl Vikander y el psiquiatra Svante Vikander se crio en el teatro. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía cinco meses y la niña creció entre bambalinas viendo actuar a su madre. Durante nueve años fue el patito feo de su propia versión de Cisne negro. Formó parte de la Real Escuela de Ballet de Suecia. Por algo la comparan con Natalie Portman. Los realizadores intuyeron en Vikander presencia, disciplina, inteligencia, alma y corazón.

Matt Damon rodará con ella la nueva entrega de la saga Bourne: “Es maravillosa de manera consistente

La presencia es innegable. En palabras de Alex Garland, su director en Ex Machina, Vikander posee una belleza nada forzada, nada asumida y siempre elegante. Esa que le sirvió para hacer de robot con una mente humana. La presencia es algo que también le sirve hoy al hacer suyas con naturalidad las piezas de Vuitton, la maison francesa de la que es imagen. “Yo era de las niñas que miraban con su madre las fotos de las alfombras rojas de los grandes festivales de cine. Pisar ahora esos lugares me sigue pareciendo una experiencia extraordinaria”. Eso sí, la postura sigue siendo contenida. Los años de ballet educaron su cuerpo y entre la calidez de su conversación no cabe un solo movimiento fuera de lugar. Alicia lo admite. Sin preparación en el campo de la interpretación (es más, fue varias veces rechazada en diferentes escuelas de arte dramático), sus nueve años como bailarina le dieron su educación artística: “La disciplina y la inspiración que necesitas cuando eres joven”.

El ballet quedó atrás. Permaneció la claridad de metas. Se presentó a una audición para una serie televisiva que dirigía Tomas Alfredson (Déjame entrar y El topo). Aquel tipo de trabajos estaban vedados para una bailarina. Ganó el papel, pero tuvo que dejar la escuela. La misma determinación quedó clara cuando se postuló para protagonizar La reina infiel. El hecho de no hablar danés no suponía un problema. Lo aprendió en dos meses, una vez conseguido el papel. Y cuando Joe ­Wright le preguntó si podían comer juntos si alguna vez pasaba por Londres, Vikander estaba al día siguiente en la capital británica como por casualidad. “Hablé con Alicia varias veces por Skype para ver si compartíamos la misma visión y su determinación me quedó clara, conectándose cada día desde una playa australiana diferente”, recuerda Guy Ritchie haciendo gala de ese sexto sentido con el que le concedió a la actriz el papel de espía en Operación U.N.C.L.E.

Junto a su cuerpo y su determinación están los ojos que conquistaron al realizador James Kent antes de convertirla en la pacifista británica Vera Brittain. Unos ojos, en su opinión, capaces de ofrecer expresiones mínimas, pero con un gran detalle. “De esos que la cámara adora”, agrega Lisa Langseth, la primera en darle una oportunidad cinematográfica con Pure, la historia de una mujer transformada por la música de Mozart. El filme premió a Vikander con el Guldbagge, equivalente sueco al Oscar. “Sonará a cliché, pero es cierto. A través de ella, la cámara capta los muchos niveles de su alma”, añade la realizadora.

Tráiler de la película 'Ex Machina'.

Dicen quienes la conocen que esa alma es la de alguien un tanto mandona. El mejor ejemplo lo brinda la aludida entre risas. “Es cierto que estoy obsesionada con la remodelación de mi piso”. Tras vivir tirando de maleta y en pisos compartidos aquí y allá, ha comprado su primera casa en Londres. Es su traducción de la palabra “éxito”. La remodelación transcurre entre rodajes mientras ella convence a los obreros para que vengan a su domicilio a las 4.30, cuando la actriz amanece cada día.

Además de confesa madrugadora, Vikander hace gala entre sus virtudes de la inteligencia y el corazón. Ambas cualidades entroncan fácilmente con los papeles que lleva interpretados hasta la fecha, ya sea el de una reina que se deja llevar por el amor, el de un robot que utiliza la seducción para ganar su libertad o el de una esposa que sigue junto a su marido por encima de cualquier cambio de género. Como ocurre con las mujeres que interpreta, por diferentes que sean, la actriz disfruta con inteligencia del amor que se abre ante sí. Pero en este tema mide sus palabras. “Es una sensación muy extraña ver fotografías tuyas circulando que han sido tomadas cuando no sabías que te estaban fotografiando”, dice en referencia a los paparazis. Describe la invasión de su intimidad sin mover un músculo. Se refiere, indirectamente, al affaire que hasta hace cosa de un mes mantuvo con otra estrella ya consolidada del celuloide como Michael Fassbender. “Mi mejor amigo”, dice sin evitar su nombre, pero sin aclarar hasta dónde llega hoy la amistad entre ambos. Todo empezó en Australia, en el rodaje de The Light Between Oceans (cuyo estreno está previsto para el año que viene), pero no cuenta cómo acabó. Ella prefiere hablar de otros compañeros de trabajo como Julianne Moore, a la que tanto admira y por quien se sintió protegida durante el rodaje de El séptimo hijo. “Siempre he sentido una gran admiración por las mujeres fuertes”, prosigue. También habla maravillas sobre otras actrices suecas por las que siente admiración, como Pernilla August o Harriet Andersson, ambas discípulas de Ingmar Bergman. Pero con ninguna se le llena tanto la boca como con su madre, a la que hace partícipe de todos sus guiones y sus alfombras rojas.

Las cosas han cambiado para ella mucho o nada, según se mire. Los gustos de Alicia Vikander son los mismos –viajar y cocinar–, y la mayor diferencia con respecto a su vida antes del éxito es que ahora otros la visten. Se acabó robar ropa de aquella pila comunal que compartía en Londres con sus compañeras de piso, el dúo sueco Icona Pop. Ahora, además, tiene casa propia, aunque su carrera le lleva por los rincones del planeta. Tanto que Tom Hooper tuvo que esperar turno antes de ir a Dinamarca para rodar con ella La chica danesa. Pero, como asegura el director, mereció la pena. Y ahora, la nueva entrega de la saga Bourne. La actriz dice haber crecido como mujer en todo este tiempo. Y también asegura ponerse nerviosa ante la prensa. No se le nota. El resto, añade, sigue en su vida como el primer día. “Claro que hay diferencias entre rodar en casa, en Suecia, o en cualquier otro lado. La prensa es la mayor diferencia. Y el tamaño. Todavía recuerdo mi primer día en el rodaje de Anna Karenina. Llegué a un set con 200 extras. Nunca había trabajado antes con tanta gente. Pero la labor es la misma. Se repite cada mañana junto a los actores, con el director. Es la ilusión de contar historias. Esa es la razón por la que hacemos cine”.

elpaissemanal@elpais.es

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