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Quiero un juguete como yo

Las empresas jugueteras se ponen las pilas. El mundo es un lugar lleno de bellas imperfecciones que todos debemos conocer

Carolina García

Es el cumpleaños de su sobrina y le va a hacer un regalo. Como siempre, se dirige a la tienda de juguetes del barrio. Entra y no sabe qué elegir. De pronto, gira la cabeza y algo le sorprende. En una de las estanterías de la tienda hay una caja Lego para construir una familia. Pero es una familia diferente, actual. En la imagen aparece un amo de casa hipster, biberón en mano, que empuja un carrito de bebé, mientras su mujer, la madre, vestida con un traje se dispone a ir a trabajar. Puede que le choque, aunque sea una situación muy común. Toda una osadía en el mundo de los juguetes y algo impensable tan solo un año atrás. Pronto será una realidad.

Con este último lanzamiento –ocurrido el pasado 25 de febrero–, Lego da un paso de gigante hacia la representación de la igualdad de género en sus juguetes. Para muchos es un éxito. Las jugueteras tienen que representar esta igualdad en sus productos y también las discapacidades físicas y la existencia de distintas razas, tallas o enfermedades. Cuestiones de gran relevancia en la actualidad y que diversas compañías están empezando a entender.

El objetivo es conseguir que el cuarto de juegos de nuestros hijos contenga diversidad y fomente una educación plural y solidaria con el mundo que les [nos] rodea. Que los juguetes representen ese tipo de escena no es un mal comienzo.

Los juguetes, una representación de la realidad

Muñecos solidarios

En 2013, una imagen mostró al mundo a Nikola Cichowczyk, una niña de ocho años enferma de cáncer jugando con una de las 12 muñecas Barbie con las que contaba el Hospital de Polonia que la trataba con quimioterapia: tratamiento que le ha dejado sin pelo. La imagen era una prueba de que la compañía Mattel, fabricante del famoso juguete, estaba empezando a distribuirla, gesto que sigue haciendo en la actualidad, por distintos centros sanitarios del mundo, tal y como anunció que lo haría en 2012.

La pérdida del cabello, como consecuencia del tratamiento, es algo que deja devastadas a muchas niñas porque se ven diferentes de sus amigas, lo que les lleva a padecer problemas de autoestima, depresión y ansiedad, entre otros. Gracias a esta Barbie, y por medio del juego, se les puede inculcar que siguen siendo "femeninas y hermosas", según los expertos. "Como todos mis fabulosos amigos, tú eres bella por dentro y por fuera". Este es el mensaje que tiene la muñeca calva, Beautiful Bald Barbie, grabado en su caja rosa. Se llama Ella. Además de los complementos tradicionales, el set cuenta con pelucas intercambiables y una pañoleta para cubrir la cabeza.

Pero Barbie no está sola en esta tarea. Aquí en España, la Fundación Juegaterapia, nacida en 2010 y fundada por Mónica Esteban, recoge consolas fijas y portátiles que la gente ya no usa y las dona a hospitales que disponen de áreas de oncología infantil. La organización también distribuye los Baby Pelones, "unos simpáticos muñecos solidarios para ayudar a los niños que padecen un tumor maligno". Han sido creados para homenajear a los pequeños luchadores contra el cáncer y se valen de la importancia del juego para identificarlos con una comunidad. "Su uso les hace olvidar los males", añaden desde Juegaterapia.

Los Baby Pelones no tienen pelo. En cambio, sus cabezas están cubiertas por pañuelos diseñados por seis personajes famosos: el Hombre de Negro, Alba Carrillo, Vicky Martín Berrocal, Rossy de Palma, Amelia Bono y María, una niña que está actualmente en tratamiento. Los muñecos están fabricados en España por Berjuán, una empresa juguetera con sede en Onil (Alicante), y hay tres versiones: sonriente, sorprendido y con morritos. Se pueden comprar por 11,95 euros.

“Los seres humanos somos distintos y los juguetes así lo deben representar”, esto es lo que reza la campaña #ToyLikeMe (Un juguete como yo, en su traducción al español), nacida en abril de 2015 y que reclama una imagen real de la discapacidad física en los juguetes. Después de que la iniciativa, fundada por Rebecca Atkinson, periodista británica de The Guardian, se volviera viral en las redes sociales, la empresa Makies, asentada en Reino Unido, decidió crear toda una línea de muñecas con discapacidad. Consistía en un cambio de imagen a la que se sumaban diversos accesorios. Gracias a una impresora 3D, algunas muñecas, por primera vez, portaban muletas, otras tenían manchas de nacimiento y cicatrices en su cuerpo y algunas necesitaban audífonos. Esta herramienta “permitirá en un futuro que los padres puedan crear muñecas a la imagen y semejanza de sus hijos”, explicaba entonces la compañía en un comunicado. Ahora es una realidad. El precio es de unos 88 euros y se pueden solicitar por Internet.

Tras este éxito, los organizadores de la campaña #ToyLikeMe, que actualmente cuentan con más de 32.000 seguidores en Facebook, aseguraron estar satisfechos, aunque demandaban que las grandes compañías de juguetes debían tomar algún tipo de iniciativa: “Lego, Playmobil, Mattel, animaros a hacer algo: 150 millones de niños en el mundo tienen alguna discapacidad. Necesitamos una representación positiva de inmediato”. Dos peticiones en change.org consiguieron cambiar las cosas.

El 1 de junio 2015, Playmobil reaccionó: “La campaña ha sido inspiradora para nosotros”, decía la empresa en un comunicado, “hemos escuchado a nuestros clientes y estamos encantados de dar todo nuestro respaldo. Nuestro catálogo incluirá muñecos con discapacidad y un porcentaje de sus ganancias será donado a una ONG", explicaron desde la compañía.

Lego tardo un poco más, casi un año. El pasado mes de enero, el gigante juguetero sacó a la luz su primer muñeco en silla de ruedas, justo antes de la familia moderna.

De acuerdo con la página web Slate, la compañía alega que existe la necesidad de representar la vida tal y cómo es en nuestros días”: “Estamos respondiendo a las demandas de todos, intentando retratar el mundo que nos rodea y escuchar a nuestros clientes”.

Sin discriminación

Pero no solo la discapacidad física debe ser representada. El racismo, casi tan antiguo como la historia del hombre, resulta aún flagrante en muchos países. Estados Unidos es uno de ellos. Con un 17% de hispanos y un 6% de negros, según los últimos datos de la encuesta de Pew Research, los conflictos raciales copan las primeras páginas. Y con esta realidad en la mano surgió la Barbie negra, que desde 2009, 50 años después de la blanca, se alza en las estantes de las jugueterías del planeta. La línea, denominada So in Style, se compone de Barbies con labios más prominentes, narices más anchas y pómulos más pronunciados.

En 2015, la empresa fue más allá cuando introdujo importantes innovaciones en sus Barbies: se ampliaron los tonos de piel y los tipos de cabello. De esta forma, Mattel quiso reflejar una mayor diversidad étnica, la misma de quienes consumen su producto.

Pero no ha sido hasta este pasado mes de enero cuando la compañía se ha animado con diferentes estaturas y siluetas: Barbie cambiaba de imagen. "No es que estén gordas porque", apuntan desde Mattel, "hay que fomentar una silueta saludable: pero sí tienen curvas". 

¿Y si también ponemos a un chico jugando con una Barbie? Por qué no, debió de responder uno de los publicistas de la compañía estadounidense. Y así fue, por primera vez, cómo la empresa puso a un menor varón jugando con una de sus muñecas, cuya ropa fue diseñada por Moschino.

Todo esto demuestra que los juguetes son, cada vez más, un reflejo de lo que ocurre alrededor de los menores, una realidad que está llena de colores, de tamaños y de distintas situaciones. Los expertos recomiendan completar la habitación de nuestros hijos con juguetes que no solo les diviertan sino que les eduquen para que así aprendan y asimilen de forma positiva que la diferencia es la norma.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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