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Un baño caliente y otras cosas que parecen relajantes y pueden acabar mal

Para luchar contra el estrés, estos hábitos funcionan… si se aprende al dedillo la letra pequeña

Un informe realizado en 2013 por la empresa belga Regus, proveedora de espacios de trabajo, asegura que el 61% de los trabajadores españoles sufren estrés. ¿Forma usted parte de esta estadística? Si es así, seguro que llega el fin de semana y su principal objetivo es relajarse. Muy bien, inténtelo, pero solo conseguirá su objetivo si tiene claras dos cosas. La primera, que “relajarse consiste en descansar la mente y el cuerpo conectando con sus necesidades personales, sin tener que seguir obligatoriamente los métodos ni las instrucciones dadas por otras personas para lograrlo”, tal y como explica Mikel Delgado Arbe, psicólogo, psicoterapeuta e instructor de mindfulness en el Centro Surya, en Pamplona. Y la segunda, que “las actividades que realice para aliviar su estrés deben ayudarle a cuidarse, crecer personalmente, favorecer sus relaciones con los demás o suponer un bien comunitario; si no, por mucho que le relajen de inmediato, a la larga van a resultarle nocivas”, afirma Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología de la Universidad de California (EE UU) y autora de Los mitos de la felicidad (Ediciones Urano). Evidentemente, usted ya sabía que calmar los nervios a base de fumar, beber alcohol, vaciar la nevera o dejar sin existencias las tiendas de su barrio no es bueno para su salud (ni para su bolsillo). Sin embargo, hay otros ejemplos mucho menos obvios sobre los que quizá sí debería reflexionar. Tome nota.

Si queremos relajarnos tomando un baño caliente, debemos ser precavidos y asegurarnos de que la temperatura del agua no es demasiado alta" (Curtis Rimmerman, cardiólogo)

1. Darse un baño demasiado caliente puede acabar en mareo. Llenar la bañera de agua ardiendo y sumergirse en ella durante un día frío es un gesto placentero, desde luego. Pero si está demasiado caliente, la temperatura corporal corre el riesgo de subir bruscamente, con la aceleración del ritmo cardiaco para contrarrestar la caída de la presión arterial, lo que supone un sobreesfuerzo para el organismo que puede producir sensación de mareo o náuseas. “Por eso, si queremos relajarnos tomando un baño caliente debemos ser precavidos y asegurarnos de que la temperatura del agua no es demasiado alta [la temperatura ideal es de 30 ºC], evitar la inmersión repentina, no prolongar la exposición al agua muy caliente [si se resiste a templarla] durante más de 10 minutos y mantenernos bien hidratados, dando sorbitos a una botella que hayamos dejado a nuestro lado”, advierte el cardiólogo Curtis Rimmerman en un artículo publicado en Cleveland Clinic en 2014.

2. Las velas influyen en las molestias de garganta. Los profesores Ruhullah Massoudi y Amid Hamidi, de la Universidad de Carolina del Sur (EE UU), llevaron a cabo un ensayo con el que demostraron en 2009 que las velas de parafina perfumadas, que tanto nos apetece encender durante un baño u otros momentos íntimos, emiten compuestos volátiles orgánicos que pueden aumentar el riesgo de sufrir problemas cutáneos y respiratorios e insisten en que las molestias de garganta y aparentes alergias que sufren algunas personas pueden estar relacionadas con las sustancias contaminantes de las velas que queman en casa. ¿La alternativa? Sustituirlas por velas elaboradas con soja o con cera de abejas, que no minan la salud.

3. Los paseos no siempre relajan. Nadie pone en duda que caminar sin la presión del reloj ayuda a descargar el nerviosismo acumulado a lo largo del día. Ahora bien, acertar con la zona por donde paseamos es de crucial importancia para lograr nuestras pretensiones. Si no, regresaremos a casa más nerviosos de lo que hemos salido y será peor el remedio que la enfermedad. Así lo asegura la doctora Ángela Alanez, responsable de Interacción Social de la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz, Bolivia): “Pasear por una zona expuesta al ruido constante del tráfico, el claxon de los coches, las sirenas, las voces de la gente y las obras públicas puede acarrear efectos muy nocivos para la salud, como cansancio crónico, agresividad, insomnio, ansiedad, depresión, tendencia al aislamiento…”. Para evitar estos males, el psicólogo Mikel Delgado Arbe recomienda: “Pasear por un entorno natural, con árboles y plantas, que nos permita contactar con la naturaleza de la que formamos parte y que es fuente de serenidad y bienestar”.

Pasear por una zona expuesta al ruido constante del tráfico, el claxon de los coches, las sirenas, las voces de la gente y las obras públicas puede acarrear efectos muy nocivos para la salud" (Ángela Alanez, médico)

4. Dormir mucho el fin de semana no es la solución. El fin de semana del oso: engorda y cansa, como ya contamos en BUENAVIDA. Afiliarse al sofá durante unas horas puede ser reparador, siempre que no se pase. Un estudio publicado por la revista Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism en 2015 afirma que alterar el ritmo de sueño los fines de semana incrementa las posibilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares y diabetes, y cuanto mayor es la diferencia de horas que pasamos durmiendo entre los días laborables y el sábado y el domingo, mayor es el riesgo. El motivo radica en que se nos desincroniza el reloj interno de horarios de actividad y descanso y esto resulta fatal para el organismo. Teniendo en cuenta este hallazgo, lo ideal para que usted descanse y se relaje durante los días de asueto, sin jugar con su salud, sería que se levantara una o dos horas más tarde que cuando tiene que ir a trabajar, pero nunca a la hora de comer.

5. Ver cinco capítulos seguidos de su serie favorita es malo para la salud. Dice el psicólogo Mikel Delgado Arbe: “Ver una buena película o un programa interesante puede servirnos de relax, pero acomodarnos delante de la pequeña pantalla con lo que nos echen durante gran parte de la jornada, todos los días, es un intento de evadirnos de la realidad y de tratar de escapar de los problemas, algo que lógicamente no conseguimos y que puede acabar originándonos más estrés y una profunda sensación de vacío”. David Dunstan, profesor del Instituto Baker de Vitoria (Australia), es mucho más alarmista y en un trabajo publicado en la revista Circulation en 2010 afirma que el exceso de televisión mata. Su estudio consistió en evaluar a cerca de 8.000 personas mayores de 25 años entre los años 1999 y 2006, en función de sus hábitos televisivos: en el primer grupo incluyó a las que veían la tele menos de dos horas al día; en el segundo, a las que la veían entre dos y cuatro horas diarias; y en el tercer grupo, a quienes lo hacían durante más de cuatro horas en ese mismo intervalo de tiempo. Durante los siete años de seguimiento se registraron 284 fallecimientos, 87 por problemas cardiovasculares y 125 por cáncer. A la vista de estos datos, Dunstan y su equipo concluyeron que quienes veían la tele más de cuatro horas al día tenían un 46% más de riesgo de morir por cualquier causa y hasta un 80% si solo se consideraban las muertes por causas cardiovasculares. También calcularon que por cada hora de tele, el riesgo de morir por cualquier motivo aumenta en un 11% y hasta en un 18% en caso de existir complicaciones vasculares. ¿El consejo de estos investigadores para prevenir el peligro potencial que supone la caja tonta? No abusar de ella y relajarnos con movimiento.

6. Mascar chicle calma, pero destroza la boca. Un método sencillo, económico y eficaz contra los nervios, según demostró Andrew Scholey, profesor de Ciencias del Cerebro de la Universidad Swinburne de Melbourne (Australia). Su estudio, presentado en el X Congreso Internacional de Medicina del Comportamiento 2008, desveló que la goma de mascar ayuda a aliviar la ansiedad y la tensión nerviosa porque durante la masticación se reduce el nivel de cortisol, que es una de las hormonas que generan el estrés. Ahora bien, frente a estos beneficios, el doctor Douglas Sinn, cirujano oral en UT Southwestern Medical Center en Dallas (EE UU), advierte de que el abuso de este sistema puede acarrear consecuencias muy molestas: “Cuando estamos alterados, tendemos a masticar más fuerte y más deprisa, lo que puede fatigar los músculos de la mandíbula y causarnos dolor y espasmos. Con el paso del tiempo estos síntomas pueden agravarse y conducir a un trastorno de la articulación temporomandibular que impide la apertura y el cierre adecuado de las mandíbulas y que resulta muy doloroso”. Por ello, aconseja alternar el chicle con otros sistemas de relajación, como realizar ejercicio físico, meditar o apretar una pelotita de goma con las manos.

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