_
_
_
_
CARTA DESDE HARLEM
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Crónicas marcianas

Solo mi estatus de ‘alien’ explica que recibiera los certificados fiscales del actor Richard Gere

En Estados Unidos, país en que vivo desde hace años, uno es considerado residente fiscal después de 30 días. No así en el campo del estatus migratorio, donde uno puede pasar toda la vida siendo ilegal aunque pague impuestos, o bien, como es mi caso, siendo “alien” –una palabra que más que “extranjero” denota, en la imaginación de todos los seres humanos que conozco, “marciano”.

Solo mi estatus permanente de marciana, yo creo, explica lo que me ocurrió hace unas semanas. Para evitar la doble tributación, tanto los marcianos como las personas normales podemos pedir al Gobierno que nos mande unos certificados de residencia fiscal. Este año, llegaron sin contratiempos, pero al abrir el paquete me di cuenta de que no venían a mi nombre, sino al de un tal Richard Tiffany Gere. El nombre me pareció conocido, así que lo busqué en Internet. Como sospechaba, correspondía al del actor de Hollywood, protagonista de ­Pretty Woman, a quien mi madre siempre ha considerado poco menos que una reencarnación del dios Apolo.

A mí me pareció una pésima señal del destino recibir los papeles fiscales de un señor, por guapo y canoso que fuera. Era un augurio ominoso; una muestra de que solo me pasan cosas raras pero no necesariamente buenas. Pero cuando se lo conté a mi madre, ella se llenó de entusiasmo y se le ocurrió aprovechar la ocasión para, dentro del paquete de certificados que juntas le reenviaríamos a los contadores del señor Gere, enviarle una carta a él, dándole cita en un restorán tibetano de Manhattan. (Tanto él como mi madre comparten, al parecer, la devoción budista). En la fecha prevista las dos fuimos a cenar muy elegantes al restorán tibetano. Por supuesto, el señor Gere no llegó, porque los finales de las historias marcianas siempre son tristes. Tampoco llegaron mis certificados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_