Un exoesqueleto conectado a la columna permite andar a un paralítico
La estimulación eléctrica de la médula basta para poner en marcha al robot
Ya no es aventurado afirmar que, en pocos años, muchos de los que hoy no pueden caminar echarán a andar. Investigadores estadounidenses han combinado un exoesqueleto con una nueva técnica de estimulación de la columna que ha permitido a un paralítico dar sus primeros pasos desde que se lesionara la médula espinal, hace unos años. Lo más prometedor es que el sistema se apoya en unos electrodos pegados a la piel de la espalda. Nada de implantes en la cabeza o dejar que el robot haga todo el trabajo.
Exoesqueletos hay muchos. La convergencia acelerada entre neurociencia, robótica e ingeniería está permitiendo crear y comercializar sistemas robóticos para que los paralíticos por enfermedad o lesión puedan soñar con volver a caminar. Algunos son españoles, como el prometedor Atlas 2020, creado por Marsi Bionics. Pero la mayoría son robot a los que hay que gobernar con un mando operado con la mano. Otros intentos buscan que sea el cerebro el que los maneje. Sin embargo, el sueño de pensar y que la máquina responda no ha dado muchos resultados, como demostró el fiasco del exoesqueleto en la inauguración del mundial de Brasil 2014.
Mark Pollock, el primer ciego en llegar al Polo Sur, se presentó voluntario para probar el exoesqueleto
Pero hay otra posibilidad. Recuperar las neuronas durmientes de la médula. Ese es el nuevo enfoque ensayado por un grupo de científicos, desde neurocientíficos hasta ingenieros, de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA). Con la ayuda de la empresa Ekso Bionics, que aportó el exoesqueleto, los investigadores diseñaron un sistema que estimula la columna vertebral con electricidad y, de vuelta, aprovecha la respuesta neuronal, por tibia que sea, para que el robot se levante y camine.
El ensayo, cuyos resultados acaban de ser presentados en una conferencia sobre bioingeniería, no se ha realizado con cualquiera. El primero en probar este nuevo sistema es Mark Pollock. A los que su nombre no les diga nada, baste decir que este norirlandés de 39 años, atleta y aventurero, perdió la vista a los 22 años. Eso no le impidió ser el primer ciego en alcanzar el Polo Sur. En 2010, tras caer desde un segundo piso se lesionó la columna y ya no volvió a caminar... hasta este verano.
A Pollock, tras unas semanas de entrenamiento físico, le colocaron unos electrodos en la parte baja de la espalda, desde la altura de los riñones hasta el coxis. Los científicos de UCLA buscaban repetir el éxito de los ensayos realizados este mismo año con cinco lesionados medulares. Con ellos, comprobaron que se podía reactivar el movimiento de las extremidades inferiores sin necesidad de una arriesgada cirugía para implantarles los diodos directamente en la columna. Aunque la movilidad que lograron era limitada, podría bastar para alimentar al robot y que este realizara el resto del trabajo. En efecto, tras enfundarse el traje biónico, Pollock pudo caminar con la única ayuda de unas muletas.
"En las últimas de pruebas, mi ritmo cardíaco alcanzó las 138 pulsaciones por minutos", dice Pollock en una nota de UCLA. "Es un nivel de entrenamiento aeróbico, un ritmo al que ni siquiera había logrado acercarme desde que soy paralítico mientras caminaba con el robot solamente, sin esta intervención. Ha sido un momento muy excitante y emotivo para mí, que había dedicado toda mi vida a ser atleta hasta que me rompí la espalda", añade.
En efecto, la combinación entre exoesqueleto y electroestimulación supone un escalón más alto en el camino de la bioingeniería. Con los exoesqueletos manejados por un joystick, los que los han llevado tienden a dejar todo el trabajo al robot, lo que no hace sino agravar el deterioro de la masa muscular por falta de actividad. Aquí, Pollock tiene que sudar, literalmente, para despertar al robot. De esta manera, recupera tono muscular y ejercita también el corazón.
"Si el robot hace todo el trabajo, el sujeto se deja llevar y su sistema nervioso se viene abajo", opina Reggie Edgerton, profesor de neurobiología de UCLA, neurocirujano y uno de los responsables de que Pollock haya podido poner de nuevo un pie delante del otro. "Será difícil conseguir que las personas con una parálisis completa caminen de forma completamente independiente, pero aún sin conseguirlo, el hecho de que ellas puedan ayudarse a sí mismas para caminar mejorará mucho su estado de salud y su calidad de vida", añade.
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