De los Apeninos a los Andes
Parece una ecografía pero es una radiografía, quizá un escáner, no sé, algo que permite también mirar adentro, ir un poco más allá de la apariencia, retratar la médula
Parece una ecografía pero es una radiografía, quizá un escáner, no sé, algo que permite también mirar adentro, ir un poco más allá de la apariencia, retratar la médula. Veamos qué es esto que parece una maleta. Lo pasas por el tubo y resulta que es una vergüenza, porque observen lo que se aprecia dentro: una cría de ser humano doblada sobre sí misma como una silla plegable. El niño tiene edad de caminar y una constitución normal, significa que podría haber cruzado la frontera por sí mismo, adelantando una pierna detrás de la otra. Debería haber bastado que se dirigiera a los agentes de aduanas y explicarles la situación:
–Me llamo Abou, tengo ocho años y vengo de Costa de Marfil para reunirme con mis papás, que viven en Canarias.
Las posibilidades de tropezar con unos guardias civiles, incluso con un ministro del Interior, que no hubieran leído el libro o visto la película de Marco, el niño que da la vuelta al mundo para buscar a su mamá (De los Apeninos a los Andes), eran tan escasas que ellos mismos (o el ministro del Interior, en su defecto) lo habrían dispuesto todo para reunir a la familia. Somos seres humanos, ¿no? Podemos disparar una pelota de goma a un semejante para que se ahogue antes de alcanzar la playa, pero nos conmueven estas historias de niños con una carga simbólica desmesurada. Pues no, nada. Detuvimos al padre, al niño, a la joven que lo intentaba pasar de contrabando y ya veremos en qué acaba la cosa. A lo mejor, al ser una metáfora, lo metaforizamos para sentirnos bien. Una vez al año no hace daño. Lo que no sabemos es qué fue de la maleta.
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