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La propaganda rusa hace milagros en Ucrania

El Kremlin tergiversa a Merkel al traducir sus palabras sobre la anexión de Crimea

Pilar Bonet

Pocos políticos y comentaristas rusos osan emplear en público la palabra “anexión” al referirse a Crimea. Al margen de lo que piensen, muchos recurren a circunloquios para no enfrentarse al Kremlin y su terminología (“incorporación” o “retorno” de Crimea a Rusia). El temor a la precisión afecta también a representantes occidentales, que no desean irritar a sus interlocutores rusos. No es ese el caso de Angela Merkel, que, en su conferencia de prensa con el presidente Vladímir Putin en Moscú, no se mordió la lengua y se refirió a la “anexión delictiva e ilegal de Crimea”. Al verter las frases de la canciller al ruso, la intérprete dijo: “la anexión de Crimea que se realizó violando el derecho internacional” y no tradujo el adjetivo “verbrecherische”(“delictiva” en alemán), que quedó sofocado bajo su voz.

Las palabras de Merkel están en su página oficial: “Por la delictiva e ilegal anexión de Crimea y el enfrentamiento militar en el Este de Ucrania esta colaboración (la de Occidente y Rusia) ha sufrido un duro golpe”. La transcripción divulgada por el Kremlin escamotea la calificación de “delictiva”, como hizo la intérprete. En Moscú, Merkel afirmó el lenguaje del derecho internacional frente a quienes se adaptan a la “corrección política” rusa que pone a prueba a los diplomáticos. Una embajadora europea sale del paso empleando la expresión “Krym nash” (Crimea es nuestra), popular en Rusia por reflejar los sentimientos nacionales. En boca de un extranjero, la expresión se carga de una ironía difícil de combatir, sobre todo si se contextualiza como el “fenómeno Krym nash”.

La suspicacia es tal que el embajador de la UE en Rusia, Vigaudas Ushatskas, renunció a publicar un artículo sobre la relación bilateral en un periódico moscovita. Su responsable quiso suprimir del texto la referencia a la “anexión ilegal de Crimea” por temor a ser acusado de atentar contra la integridad territorial del Estado.

La propaganda hace milagros. En Crimea, el Kremlin convirtió los soldados rusos enmascarados en “gente amable” (vezhlivi liudi). En Donbás fue más lejos: los hizo desaparecer.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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