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el pulso
Columna
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Ñeque, mojiganga y perendengue

¿Qué fue de los negros españoles que llegaron a representar más del 10% de las poblaciones de ciudades como Cádiz o Sevilla?

Susana Baca canta en el festival 'Celebrate Brooklyn!' de 2013 en Nueva York.
Susana Baca canta en el festival 'Celebrate Brooklyn!' de 2013 en Nueva York.Al Pereira (Wireimage / Getty)

A pesar de san Martín de Porres, Fray Escoba, de don Nicomedes Santa Cruz y del cajón de madera que ha enriquecido la percusión flamenca gracias a Paco de Lucía, en el imaginario español, Perú es un país esencialmente andino y casi nadie tiene presente el acervo musical, literario y gastronómico que los descendientes de los negros esclavos crearon en más de cuatro siglos. Por eso celebro que Susana Baca –intérprete e investigadora de la música afroperuana– haya presentado en la Universidad de Alcalá de Henares su último libro: Lo africano en el Perú: el amargo camino de la caña dulce (Lima, 2013), arropado por una fastuosa exposición que, bajo el mismo título, documenta y desarrolla los aportes, la historia y la situación de los negros en Perú.

¿Qué interés podría tener para el gran público español la cultura afroperuana, sin duda menos conocida que la cubana, brasileña o antillana? Muchísimo, porque el libro y la exposición de Susana Baca dialogan con otro interlocutor más desconocido todavía: lo africano en España. ¿Qué fue de los negros españoles que llegaron a representar más del 10% de las poblaciones de ciudades como Cádiz o Sevilla? La mayoría murió peleando contra el Ejército de Napoleón en aquellos batallones de “pardos” y “morenos” que fueron masacrados por la artillería francesa, porque los negros eran la carne de cañón del Ejército español. Ni siquiera la Constitución de 1812 los consideró ciudadanos, como podría comprobarlo cualquiera que revise las actas de las sesiones de las Cortes de Cádiz o el artículo 22 del capítulo IV de La Pepa.

Sin embargo, los negros españoles recorrieron la literatura del Siglo de Oro a través de las comedias de Lope de Vega, las Novelas ejemplares de Cervantes o versos de Góngora como “Elamú, calambú, cambú, elamú”, primer latido de una poesía afrohispana que Nicolás Guillén y Luis Palés Matos hicieron grande en el siglo XX. Basta asomarse por el Diccionario de autoridades (1726) para descubrir antiguos bailes populares españoles como el guineo, el zarambeque, los paracumbés, el gurujú o el mandingoy, de indudables orígenes africanos. En Sevilla desde el siglo XV sale la procesión de la Hermandad de los Negritos y en el archivo de la catedral de Cádiz se conservan las letras que las cofradías de negros cantaban por Navidad y carnaval, salpicadas de voces que ya forman parte de nuestra lengua, aunque nadie se haya tomado la molestia de rastrear sus orígenes africanos. ¿Cuántas tanganas se arman por un perendengue en cualquier mojiganga? No vale la pena sufrir un jamacuco por culpa de un ñiquiñaque que vive en terendengue.

Por lo tanto, el libro y la exposición que Susana Baca, Ricardo Pereira y Francisco Basili han presentado en Alcalá de Henares por un lado sigue la senda recorrida por el cubano Fernando Ortiz, pero por otro dialoga con las investigaciones que sobre la cultura afroespañola llevan a cabo músicos como Santiago Auserón o filólogos como Baltasar Fra Molinero. La diferencia está en que Susana Baca pregunta, recopila, investiga y luego ella misma interpreta los sones, ritmos y letras que rescata gracias a sus informantes afroperuanos (Lo africano en el Perú: el amargo camino de la caña dulce incluye un CD extraordinario), mientras que en España ya no queda nadie a quién preguntar.

A Susana Baca también le conciernen las canciones perdidas de los antiguos músicos afroandaluces, “si nadie hiciera nada con ellas desde la copla o el flamenco, me encantaría cantarlas por landós, panalivios, festejos, cumananas, tonderos o zamacuecas”. Sonidos negros afroperuanos para unos versos que desean seguir bailando. No es ñaque, pero tiene ñeque.

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