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En busca del plan perfecto

Un regalo para los detallistas, o una cita para olvidarse de la monotonía. La elección depende de los gustos de cada pareja

Pepe Medina

Un cuestionario recorre Internet. Sus 36 preguntas fueron elaboradas hace más de 20 años por el psicólogo Arthur Aron con el objetivo de demostrar que el amor es un sentimiento controlable, que podemos decidir enamorarnos de un extraño siempre que encontremos a un desconocido dispuesto a contestar con nosotros unas preguntas muy íntimas y a aceptar luego que durante cuatro minutos le miremos intensamente a los ojos, mientras él aguanta el tirón sin desviar la mirada.

La académica Mandy Len Catron hizo el experimento y un año después se casó con el sujeto elegido, que por cierto no era estrictamente un desconocido, pues eran compañeros de la misma universidad. Contó su experiencia a The New York Times y el cuestionario empezó a publicarse en todos los diarios del mundo, incluido EL PAÍS. Preguntamos a la terapeuta de pareja Mariela Michelena si esto es real, si mañana podemos coger de la mano a un extraño y decidir enamorarnos con 36 preguntas y cuatro minutos de intimidad. Michelena, autora de Me cuesta tanto olvidarte y Mujeres que lo dan todo a cambio de nada (La Esfera de los Libros), cree que se trata de un cuestionario verdaderamente incómodo de contestar para un desconocido. ¿Cómo era la relación con tu madre? ¿Cuándo fue la última vez que lloraste delante de alguien? ¿Y a solas? ¿La muerte de qué miembro de tu familia sería más dolorosa para ti? Son preguntas que te desnudan, que se contestarían mejor ante un psicoanalista”.

Michelena destaca además que el cuestionario se responde antes de que haya sexo. “Los dos muestran sus puntos débiles antes de quitarse la ropa, algo que constituye una novedad en los tiempos que vivimos”. En su opinión, estas preguntas pueden ser valiosas para acelerar el proceso de intimidad entre dos desconocidos, propósito con el que fueron creadas, y además, como el ejercicio manda que se conteste a la vez, la reciprocidad está garantizada. “Se enamoran no tanto de lo que escuchan como de lo que han dicho, de lo que han puesto en manos del otro”. Mariela Michelena apunta que la sesión de cuatro minutos de mirada directa es definitiva. “¡¿Pero quién hace esto ahora?! ¡Si estamos todos extasiados con el teléfono!”, señala la terapeuta, y añade: “Cuatro minutos atendiendo a los ojos del otro en silencio es una experiencia de gran intensidad a la que no estamos habituados, desde que eras bebé nadie te ha vuelto a mirar así”. Michelena ni confirma ni desmiente que uno pueda enamorarse con este método de laboratorio: “Eso no lo sé, pero vale la pena probarlo, me parece más humano que algunas webs de búsqueda de pareja donde impera el usar y tirar”.

Solo busco sexo...

La cultura del sexo de una noche (en inglés, hook up culture) está siendo objeto de sesudo análisis por universidades de todo el mundo. Los expertos creen que el sexo ocasional se ha convertido en la norma entre adultos jóvenes y sospechan que existe cierta presión social que favorece estas relaciones sin consecuencias emocionales e impide el nacimiento de historias de mayor recorrido. De modo que en cualquier momento podríamos ver cómo se vira la tortilla de aquel clásico “¿por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?” por algo así como “¿por qué solo tienes sexo cuando te gustaría encontrar el amor?”. En una revisión de estudios científicos sobre el asunto avalada por el Kinsey Institute, el antropólogo Justin García cita encuestas con jóvenes “obligados” a ejercer la cultura del sexo de una noche. En una de ellas, el 65% de mujeres y el 45% de hombres reconocen que esperaban que las cosas fueran a más. En otro estudio similar, un 63% de universitarias y un 83% de universitarios dijeron que hubieran preferido que la noche de sexo hubiera evolucionado a una relación romántica tradicional.

'Compra' de pareja

La socióloga israelí Eva Illouz parte en su libro Por qué duele el amor (Editorial Katz) de una hipótesis: el exceso de racionalidad con que se elige pareja en Internet, donde manda la lógica del mercado y de las matemáticas más que la intuición o los sentimientos, ha cambiado la manera de percibir las relaciones amorosas. El término relationshopping fue acuñado en 2012 por psicólogos sociales para describir una práctica habitual en esta búsqueda: conectarse a un portal e ir mirando y descartando perfiles casi mecánicamente, como si fueran bolsos, para acabar con la sensación de que no nos convence ninguno. La socióloga Illouz cree que las reglas del consumismo han llegado a la vida romántica. “El aumento de opciones y de la libertad para elegir nos hace comportarnos como consumidores. Ese modus operandi está matando el instinto animal que siempre ha ayudado a los humanos en esta tarea”.

Destinos para encontrarse

A estas parejas famosas les funcionó. Explorar sus misterios puede ser su próxima meta: de Michelle y Barack Obama a Elizabeth Taylor y Richard Burton.

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¿Quedamos?

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¿Mar o montaña? ¿En España o en el extranjero? No todas las parejas son iguales; elija a su gusto.

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