El (mal) genio del idioma
Para Fundéu, la palabra del año es selfi; pero la supresión de la e final afea la estética del vocablo
Igual que las empresas pueden crecer orgánicamente (aumentando su tamaño y su cuota de mercado) o comprando otras empresas, el idioma enriquece el vocabulario por métodos preestablecidos en la propia lengua o importando palabras de otras. La Fundación del Español Urgente (Fundéu) acaba de proporcionar un ejemplo pintiparado. Considera que la palabra del año —por su interés lingüístico, por su irrupción avasalladora en el habla cotidiano— es “selfi”, castellanización apresurada de la palabra selfie, esa foto que uno —sólo o en compañía de otros— se perpetra con un móvil. En este caso, “selfi” respondería al método importador (anglicismo), mientras que el desarrollo idiomático autónomo para el concepto selfie proporcionaría las palabras autorretrato o autofoto, que también recomienda Fundéu. No es necesario profetizar qué palabra arrollará a las otras dos cuando en una conversación medie la cámara de un móvil. La Fundéu cumple con el protocolo al proponer el trío, pero sabe bien que si “selfi” es la palabra del año no es por su estética ni por su corrección, sino porque domina la calle.
Otra cosa es la estética. “Selfi” resulta una ablación feísta de selfie, cuya gracia principal, de tenerla, radica en la ie final. La extrusión de las palabras para encajarlas en otro idioma rara vez ofrece buenos resultados. Piénsese en la deformación de un vocablo con tanto pedigree como whisky o whiskey hasta convertirlo en güisqui, que quedaría tosco incluso en un texto de Vizcaíno Casas. Quizá el uso aporte algún barniz de prestancia a “selfi”, pero a veces es conveniente importar los extranjerismos tal como son y confiar en el buen criterio del hablante. Eso es el genio del idioma, ¿no?
Tampoco aportan mucho el resto de las palabras entre las que la Fundéu ha coronado “selfi”. O responden al impulso de nombrar nuevas chucherías del espíritu, de gran predicamento social (nomofobia o pavor a estar desconectado de la red, apli, apócope de aplicación), o reflejan un uso masivo (dron, ébola, postureo) o caen en la redundancia, como amigovio (híbrido entre amigo y novio). Pero ¿quién, teniendo a mano follamigo, va a caer en la cursilería del amigovio? ¿Y por qué no novami?
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