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El Pulso
Columna
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Los dos gitanos de Dalí

Antes de conocer a Buñuel, Lorca y Bello el artista se reunía muchas tardes con unos niños gitanos a los que dejaba entrar en su estudio

El cuadro 'Dos gitanos' se encuentra en The Dalí Museum de San Petersburgo (Florida).
El cuadro 'Dos gitanos' se encuentra en The Dalí Museum de San Petersburgo (Florida).Album

Soy un beato confeso de los dichos, y contradichos, de Karl Kraus. Puedo tener días gozando y dejando pasar el tiempo acudiendo a su casa de citas. Contento intentando guardar distancia de los pedantes y de severos periodistas. Me aparté de eso que llaman deontología para poder disfrutar imaginando y elucubrando algo que nunca pude conocer. Ni, por supuesto, contrastar o investigar cómo se debe escribir guardando las estrictas normas de mi oficio. Asumidas esas faltas, me confieso. Soy culpable del texto que hace unos meses se dejó llevar en esta sección y fue escrito con las fuentes principales de mi fantasía. “La imaginación tiene derecho a regodearse a la sombra del árbol que convierte en bosque”, dice Kraus.

Eso hice al interpretar una hermosa foto inédita de Dalí. Imaginé su gesto de felicidad como la prueba inequívoca de su primer encuentro furtivo con Gala. Allí estaba el joven raro, sin hacer caso a la cámara, en una suerte de estado de éxtasis, acompañado por dos niños que parecen cómplices y testigos del estado de quien acaba de disfrutar de un placer que asocié a un coito cercano. Pues nada de eso. Al menos no sexo, no Gala, no coito. En este mundo de información abierta siempre nos amenaza la posible llegada de un investigador, un estudioso serio y hasta un periodista que sean capaces de contrastar los datos. Es decir, que la verdad siempre está al acecho para jorobarte una buena historia.

Semanas después de que nadie, ni los más eruditos, negaran mi versión de la foto inédita, llegó por Internet el minucioso estudio de un daliniano y me mandó parar. Un desconocido y nuevo amigo, un amable venezolano llamado Mario González Lares, nos hizo pensar, detenernos, mirar, comprobar, y además nos mandó las pruebas. Este entregado creador de una Dalipedia, colaborador del catálogo razonado del Centro de Estudios Dalinianos de la Fundación Gala-Dalí y desde la autoridad que le da su tiempo dedicado al genio de Figueras, me asegura que esa foto no es después del primer encuentro con Gala. Sí es inédita –¡menos mal!–, pero es de años anteriores, posiblemente de 1921. Dalí tenía 17 años, estaba viviendo el último verano de una vida que cambiaría radicalmente al ir a Madrid, a la Residencia de Estudiantes, y encontrar aquellos amigos: Luis Buñuel, Federico García Lorca, Pepín Bello.

Antes de esos amigos que cambiarían su vida y su pintura, se reunía muchas tardes con unos niños gitanos a los que dejaba entrar en su estudio. Le encantaba oír, sin apenas entender, sus charlas imaginativas y caprichosas. A ellos no les importaba que vistiera de forma extravagante, se dejara pelos largos o patillas. Para ellos era “el señor Patillas”. Adoraban a aquel chico raro que les retrataba y, seguramente, les daba algunas perras. Pintaba al temple, casi compulsivamente, casi todos aquellos cuadros están perdidos. No todos. Aquellos niños a los que se refiere, aquellos que chillaban y se reían al verse retratados, esos que vemos en la foto del feliz Salvador adolescente, son los mismos de una pintura llamada Dos gitanos, registrada con el número 356 en el catálogo razonado, y se encuentra en la colección de The Dalí Museum en San Petersburgo (Florida, EE UU). Reproducción del cuadro que nos envía el señor González Lares.

Existen verdades que demuestran una preocupante falta de ingenio. Otras que son señal de nobles empeños. Pero también de vez en cuando nos viene bien que nos bajen, nos aticen con datos y eso que, dicen, es el rigor.

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