Ingenio vienés
Los aforismos de Karl Kraus, el mayor satírico en lengua alemana del siglo XX, recogen la esencia de su pensamiento. Institución moral, lingüística y literaria en la capital austriaca de hace un siglo, Kraus escribe en 'Dichos y contradichos' sobre el artista, la prensa o la mujer.
Dice Canetti que antes de conocer a Broch y Musil no sentía interés por ningún escritor vienés porque todos habían sido condenados por Kraus. Vieneses o no vieneses, excepto Rilke y Trakl sobre todo, o Wedekind, Weininger, Lasker-Schüler, Brecht, pocos escaparon a sus críticas. Se burló, criticó, despreció, odió a gente como Hofmannsthal, St. George, Th. Mann o Max Reinhardt, respectivamente. Karl Kraus (1874-1936) fue una institución moral, literaria y lingüística en la Viena de hace cien años: más bien una instancia de ese tipo. Si Bahr era el mayordomo de la modernidad, Kraus fue su conciencia.
Escribió él mismo la mayor parte de las 21.000 páginas que componen los 922 números de su revista La Antorcha (1899-1936), el órgano de esa conciencia de que hablo: tanto fuego iluminador como destructor, tanto faro como purgatorio de aquella modernidad vienesa. Lo mejor de sus libros, la mayoría espigados de las páginas de Die
DICHOS Y CONTRADICHOS
Karl Kraus
Traducción de Adan Kovacsis
Minúscula. Barcelona, 2003
200 páginas. 13,50 euros
Fackel, libros que -como tales- tampoco alcanzan un nivel supremo, está quizá en sus tres volúmenes de aforismos. (Este libro recoge el primero de esos volúmenes, de 1909. El de 1912 está publicado en castellano bajo el título de Contra los periodistas y otros
contras. El de 1918, De noche, no está publicado aún en nuestra lengua). Porque en ese género aparece mejor el genio peculiar de este hombre, al que muchos consideran el mayor satírico en lengua alemana del siglo XX. Y porque en el aforismo se expresa mejor la pureza y medida del lenguaje, que buscaba Kraus: su identidad originaria con el ser, su identidad moral con la persona que lo utiliza, su necesaria adecuación lógica entre forma y contenido.
Kraus, en efecto, quería restaurar la pureza del lenguaje, la salud originaria de la palabra enferma, un día palabra creadora, paradisiaca, identificada con el exhálito de Dios y con la esencia (fónica) de su creación, la naturaleza. Quería restaurar la decencia gramatical, por decirlo así, la veracidad del pensar y la pureza formal del lenguaje que lo expresa (y de donde nace). De la palabra surge el pensamiento, que a su vez da forma al lenguaje que lo engendra. En ese juego puro y simple, en el que es el lenguaje el que domina (no el escritor, y menos en la lengua alemana, que, como dice Kraus en estos aforismos, no se deja dominar), todo error es una culpa, como también pensaba Weininger. De ahí que purificar el lenguaje sea purificarse a sí mismo, y que emprender una tarea de purificación de los medios de masas (periodísticos, en el caso de Kraus) sea una empresa de regeneración social. En este sentido, en los aforismos está también la esencia del pensamiento crítico de Kraus frente a los valores burgueses, establecidos, convencionales, tópicos, respecto de cualquier tema.
Kraus no hizo una filosofía
del lenguaje. Como Freud o Schnitzler, confiaba básicamente en él y sólo critica o analiza su uso. (Todavía habían de pasar muchos años para que otro vienés ilustre, Wittgenstein, enseñara que el propio uso es el significado). En el capítulo Leer y escribir de este libro se encuentran muchas de las ideas expuestas sobre el lenguaje. El libro trata de otros muchos temas: el artista, la prensa, la gente, etcétera. Y, por lo que más llama la atención hoy, de la mujer y la moral (mezclada con el sexo). He aquí algunas muestras del "ingenio" krausiano al respecto. (Las hay más duras. Weininger casi siempre suena detrás).
"La sensualidad de la mujer es la fuente primigenia de la que bebe la espiritualidad del hombre para renovarse". "La personalidad de la mujer es insustancialidad ennoblecida por la inconsciencia". "Nada hay más insondable que la superficialidad de una mujer". "Ante las mujeres el sistema social nos da siempre sólo dos opciones: ser mendigos o bandidos". "En Oriente las mujeres disponen de mayor libertad. Pueden ser amadas". "¿Mujeres perdidas? ¡Putas perdidas en el matrimonio más bien!". "Existe una honradez propia del burdel que ni la vida en un convento de monjas lograría corromper"... "El cristianismo suprimió las barreras entre el espíritu y el sexo. Pero el hecho de impregnar de pensamiento la vida sexual es una miserable reparación a cambio de impregnar de sexo la vida del pensamiento". "Omne animal triste. Eso es la moral cristiana". "El cristianismo ha enriquecido el banquete erótico al añadir la curiosidad como entrante y lo ha estropeado al servir el arrepentimiento de postre". "Así como detrás de Don Quijote marcha su Sancho Panza, al cristianismo lo sigue la sífilis". "El erotismo es la superación de obstáculos. El obstáculo más atrayente y popular es la moral". "La abstinencia siempre acaba vengándose. A unos les produce pústulas; a otros, leyes sobre la sexualidad". "Juzgan para no ser juzgados". "Ya que existe el cristianismo, ¡que sea con incienso, acordes de órgano y tinieblas! Así, la Iglesia ofrece algo en compensación por aquello que quita"... Y, en fin, como dessert programático: "Si se ha de tener en cuenta el espíritu de las mujeres, tendremos que comenzar a interesarnos por la sensualidad de los hombres. ¡Vaya perspectiva!".
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