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JOSÉ LUIS CASTRO, DIRECTOR DE LA UNIÓN

“La epidemia de tuberculosis no es problema clínico, sino de gestión”

Barcelona acoge el mayor encuentro sobre la enfermedad del mundo. El director de la organización que lo promueve advierte de que el bacilo desarrolla constantemente nuevas cepas

Jessica Mouzo
José Luis Castro, director ejecutivo de La Unión Internacional contra la Tuberculosis y las Enfermedades Respiratorias.
José Luis Castro, director ejecutivo de La Unión Internacional contra la Tuberculosis y las Enfermedades Respiratorias.Consuelo Bautista

La llamaron durante mucho tiempo la enfermedad “de los pobres”. Pero la tuberculosis ya amaga con convertirse en una epidemia de todos. Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se han detectado nueve millones de casos en 2013, 500.000 más de los que preveían los expertos. Además, pese a ser una enfermedad curable, el bacilo ha matado a un millón y medio de personas y alrededor de tres millones de afectados se pierden en el camino de acceso al tratamiento.

Sobre la sombra de estos datos tan poco halagüeños, Barcelona acoge esta semana la 45º Conferencia Mundial de La Unión sobre Salud Pulmonar, con la tuberculosis en el punto de mira. A la cabeza de la ingente comitiva de científicos y sanitarios que se darán cita en la capital catalana, el director ejecutivo de La Unión Internacional contra la Tuberculosis y las Enfermedades Respiratorias (La Unión), José Luis Castro, anima, citando a Ortega y Gasset —“Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos”—, a combatir la enfermedad “mirando más allá y pensando más en grande”.

Pregunta. ¿Comparte el optimismo del informe de la OMS por haber detectado 500.000 casos más de lo esperado?

Respuesta. Se ha conseguido registrar cada vez más casos porque mejoran los diagnósticos y eso es bueno, pero también es alarmante encontrar 1,5 millones de muertos. Esto tiene que inquietarnos a todos porque no deberían morir tantas personas por una enfermedad curable.

P. ¿Qué pasa con esos tres millones de personas que, según la OMS, se pierden en el sistema o no quedan registrados?

R. Aquí hay una vinculación del problema con la atención médica privada y pública, que no todos tienen acceso al sistema o que no toman el tratamiento de acuerdo con la normativa y los protocolos internacionales. El peligro está en no seguir las normas indicadas para medicarse.

P. De los 136.000 casos de tuberculosis extremadamente resistente detectados en 2013, solo 97.000 iniciaron el tratamiento. ¿Por qué la medicación no llega a todo el mundo?

R. Los tratamientos para tuberculosis no son caros —aunque las cepas más resistentes tienen un tratamiento mucho más costoso y largo— pero el acceso a esos medicamentos sí puede ser difícil. Por ejemplo, pacientes de zonas rurales que tienen que viajar a otros lugares para conseguir los medicamentos. Acabarán dejándolos. La solución es un buen manejo de los programas de tuberculosis. Cuando haya un caso diagnosticado, tener los tratamientos disponibles.

P. ¿Es una cuestión de falta de recursos económicos?

R. Lo que hay que hacer es una buena gestión. Tenemos recursos financieros, no suficientes, pero tenemos. Pero la buena gestión es muy necesaria. Todavía tenemos mucho que hacer. Mejorar la administración y la gestión es uno de los retos.

P. ¿Las instituciones están bajando la guardia?

R. Sí, esto sucede a veces. En los años noventa, yo estaba trabajando en Nueva York y se necesitó reconstruir el sistema de salud pública para combatir la epidemia. Ahora, 20 años más tarde, hay menos casos en la ciudad pero precisamente porque no hay tantos enfermos, tampoco hay tanta financiación para esas infraestructuras que se crearon. Y esto es un riesgo. Las administraciones no deben bajar la vigilancia porque pueden pagar un precio muy caro. La tuberculosis está en el próximo avión.

P. ¿Hay personal especializado y formado para combatir esta dolencia?

R. Tenemos personal muy preparado pero la tuberculosis no es enfermedad de moda, sobre todo en las facultades de medicina. Los estudiantes prefieren otras áreas y estamos ante una enfermedad que está en todo el mundo y necesitamos profesionales de la salud. Pero no se confundan: la epidemia de la tuberculosis no es problema clínico, sino que es de buena gestión, porque hay que tener todas las partes del sistema de salud funcionando correctamente a la vez: compromiso político, del personal, acceso fácil al tratamiento...

P. ¿Es una advertencia a los actores que intervienen en la lucha contra la tuberculosis?

R. Sí, porque es una enfermedad que azota a la humanidad desde hace más de 2.000 años y no va a desaparecer fácilmente. Se va a necesitar de la participación de médicos, políticos, industria farmacéutica y muchos otros factores.

P. ¿Sirven de algo congresos como el de esta semana?

R. Este es un congreso en el que se reúnen expertos de 120 países y se darán a conocer importantes hallazgos científicos, como el informe sobre tuberculosis y diabetes, estudios del tabaco o buenas prácticas para gestionar programas de salud.

P. El informe sobre la coepidemia tuberculosis y diabetes es uno de los platos fuertes de este congreso.

R. Sí, es una tormenta que se avecina y nos recuerda a la epidemia de tuberculosis y VIH de los años noventa. Ya no son enfermedades de ricos y de pobres. La diabetes aumenta en países de medios y bajos ingresos y la tuberculosis también entra en países desarrollados. Es la tormenta perfecta: una enfermedad infecciosa y una crónica.

P. La tuberculosis siempre busca alternativas para hacerse más fuerte. La investigación le pisa los talones pero no acaba de alcanzarla, ¿no?

R. Durante mucho tiempo no se desarrollaron nuevos tratamientos. Desde que la OMS declaró la tuberculosis como emergencia global, han salido nuevos medicamentos, pero no tantos como para virar la ola de la epidemia. Hay que seguir investigando porque la tuberculosis está continuamente desarrollando nuevas cepas más resistentes.

Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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