Laboratorio coreano
Sus creaciones escapan de proporciones, silueta y patrones tradicionales Una nueva generación de diseñadores coreanos aterriza en el circuito internacional y sorprende a compradores y expertos por la naturalidad de sus códigos irreverentes
La nueva moda masculina se diseña en Corea del Sur. No atiende a patrones convencionales, se salta a la torera proporciones y silueta y dinamita las fronteras del género. Como poco. El diálogo que su cuerpo establece con lo que viste, aún ininteligible para la mayoría, resulta tan radical que apenas hay términos que ayuden a su traducción. “Provocativo”, exclaman unos. “Inesperado”, exponen otros. “Poético”, se atreven los menos. “No es exactamente lo que te pondrías para ir a una entrevista de trabajo”, se le oye escupir al editor de una cabecera internacional. “Es el lenguaje de la rebeldía en el amanecer de una nueva era”, define al fin uno de los implicados en tan efervescente propuesta indumentaria. La sorpresa –por no decir directamente el choque cultural– se sirve caliente en la 86º edición de la feria de prêt-à-porter masculino Pitti Immagine Uomo de Florencia (la primera en volumen de negocio mundial, con 19.000 compradores llegados de todo el planeta en su última convocatoria del pasado junio), que ha encontrado en el pequeño gran gigante asiático el huésped perfecto para su programa de promoción de las flamantes estrellas de la escena creativa (y económica) global. “Sin duda alguna, es una nación que en apenas unas pocas temporadas se ha distinguido como uno de los laboratorios más interesantes en la investigación de moda a día de hoy”, concede el director de comunicación y eventos del salón florentino, Lapo Cianchi. En efecto, algo se cuece en la península coreana y no es otra amenaza beligerante… o sí. En la última década, Corea del Sur no ha parado de dar guerra, al menos en materia cultural y tecnológica.
“A medida que Corea prospera, crece el interés del hombre por vestirse”, apunta Woo Youngmi
La cuarta economía asiática continúa su proceso de expansión sin prisa, pero sin pausa (las previsiones de crecimiento para este 2014 son del 4%, según el Banco de Corea), un proceso que da alas al consumo y del que se beneficia especialmente el negocio del vestir. Decidido a darle el empujón definitivo que necesita, el Gobierno del país, a través de su Ministerio de Comercio e Industria, ha destinado una partida de 12.000 millones de wons (alrededor de 10.000 millones de euros) para la moda, más los 6.000 que aporta el de Cultura y otros 3.000 de la Korea Creative Content Agency (KOCCA), organismo institucional para la promoción de lo que las autoridades locales denominan “economía creativa”. Si a eso le añadimos un escaparate subvencionado como la Seoul Fashion Week, ahora mismo la pasarela con mayor repercusión de Asia por delante incluso de la de Tokio, y el furor textil que desde hace ya algunos años invade a las megacorporaciones surcoreanas por excelencia, LG y Samsung (con una veteranísima división, Cheil Industries, cuyos activos van del lujo a las grandes cadenas de ropa, amén de contar con su propia escuela de moda, el Samsung Art and Design Institute, SADI), no puede haber pérdida para el sector.
“Sí, reconozco que he recibido ayudas tanto del Gobierno central como del de Seúl, lo que resulta casi vital para cualquier creador novel que quiera sobrevivir en este negocio. Lo más excitante es que, de repente, hay un montón de talentos emergentes que empiezan a mostrar sus colecciones por distintas vías, todas únicas y distintas”, informa el diseñador Byungmun Seo, que pasea sus creaciones de corte intrincado y texturas insólitas por Milán y París. “Uno de los grandes esfuerzos de nuestro Gobierno se centra en abrirnos las puertas del mercado exterior, financiando la colaboración con showrooms internacionales para poder crecer como marcas”, añade Tae Yong, cerebro detrás de la exitosa etiqueta Beyond Closet, con un volumen de ventas anual cercano a los seis millones de euros y presencia sonada en Nueva York.
En realidad, la estrategia gubernamental surcoreana para la moda es muy similar a la que posicionara a los reverenciados diseñadores belgas en el mapa a finales de la década de los ochenta del siglo pasado: sacarlos fuera para que, llegado el éxito, reviertan dentro. Pero también es cierto que a las instituciones no les interesa solo la repercusión en su economía: se busca además la capitalización del ascendente cultural en el continente asiático, sobre todo, extendiendo a otros ámbitos la influencia que ya ejerce en la industria audiovisual principalmente merced a esa cantera de ídolos y trendsetters adolescentes que es el K-pop con sus boy y girl bands. “Me parece algo fundamental. Si cualquiera de las manifestaciones culturales de mi país logra convertirse en un fenómeno global, está claro que también atraerá la atención sobre nuestra moda”, arguye Tae Yong, catapultado a la fama panasiática por vestir a los protagonistas de la teleserie juvenil Boys over Flowers en 2009, que dio carta de naturaleza a la consiguiente fiebre kkotminam (literalmente, hombres tan bellos como las flores) que dispararía el uso y abuso de cosméticos y atuendos afeminados entre los chicos surcoreanos hasta hoy. Si ya se estaban preguntando por qué es el hombre el que proyecta la más rabiosa imagen de la moda surcoreana, ahí tienen la respuesta… o parte de ella.
“A medida que el país ha ido prosperando económicamente, los hombres han desarrollado su interés por vestirse y acicalarse. Por eso hay mucha más energía puesta en ellos, porque están listos para aventurarse en la moda”, explica la diseñadora Woo Youngmi, cuya marca es su nombre escrito todo junto en una etiqueta que hoy domina el pastel Asia-Pacífico, de Seúl a Tokio pasando por Hong Kong. La suya fue la primera firma de prêt-à-porter masculino de su país, lanzada en 1988 bajo la advocación de Solid Homme, y la primigenia en aterrizar en París, en 2002. Desde 2011 es miembro de pleno derecho de la Cámara Sindical de la Moda francesa. La avalan los más de veinte millones de euros anuales que le reportan sus ventas internacionales, España incluida (las despacha la boutique multimarca barcelonesa Jean Pierre Bua).
“Traspasar fronteras es un reto. Necesitas tener claras tus intenciones”, dice Byungmun Seo
Wooyoungmi puede inscribirse en la segunda ola de diseñadores surcoreanos en salir al exterior. Porque, como en toda conquista que se precie, la invasión occidental de la moda de Corea del Sur también ha llegado en tres oleadas. De la primera, en 1993, apenas queda rastro, al menos mediático, quizá porque se centró en la mujer. Fue con la segunda oleada, entre 2002 y 2007, cuando la sorprendente propuesta del vestir masculino hizo su sonada irrupción, también desde la capital francesa: por la brecha abierta por Wooyoungmi se colaron los best sellers Songzio, de refinado gusto para las siluetas ambiguas y el patronaje arquitectónico, y Juun.J, generador de un culto instantáneo con su deconstrucción de la tradición con los cinco sentidos puestos en el vibrante pulso de las subculturas juveniles callejeras (“sastrería urbana”, dice de su estilo). Así se ha ganado puntos de venta estratégicos como Opening Ceremony, en un mercado más allá de Asia que va de EE UU a Rusia; colaboraciones estelares con Adidas, Linda Farrow, New Era, Speedo y TopMan (rama masculina del emporio británico TopShop), y lo que ha resultado definitivo para su expansión como marca global, su adquisición por el grupo Samsung en 2012.
“Es la manera de hacer dinero rápido, aunque en realidad no puedo decir que tenga una opinión negativa sobre venderse a una gran corporación. Traspasar fronteras siempre es un reto, lo único que tienes que clarificar son tus intenciones reales y lo que quieres conseguir”, aduce al respecto Byungmun Seo, uno de los héroes de la actual tercera ola de diseñadores surcoreanos que también cabalgan Tae Yong y su Beyond Closet, Steve J. & Yoni P. (vistos en la London Fashion Week), el dúo J. Koo, Jang Hyung Cheol (de firma Ordinary People) o la muy rockera Resurrection de Lee Ju Yeong. Las apuestas por una nueva masculinidad suben con ellos. Hagan juego si se atreven, caballeros.
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