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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Combatir el ébola

Es necesaria la cooperación internacional para intentar frenar el más letal brote del virus

Con el fallecimiento ayer del misionero Miguel Pajares, infectado por el virus del ébola en Liberia, son ya más de un millar los muertos por este brote, el más virulento desde que en 1976 se registrara en la República Democrática del Congo el primer caso de una enfermedad que hoy por hoy no puede ser curada. El religioso español, al igual que otros dos cooperantes estadounidenses, estaba siendo tratado con un medicamento experimental que no había superado los necesarios ensayos clínicos y cuya eficacia y seguridad tampoco estaban comprobadas.

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El Gobierno ha hecho lo correcto: intentar salvar la vida de un ciudadano español. Y ha actuado, además, sin mirar las complejidades logísticas. Tanto la repatriación del misionero de la Orden de San Juan de Dios por medio de un avión medicalizado, como la hospitalización han seguido las pautas establecidas para los afectados por enfermedades infecciosas. Después de desplazar a los pacientes a otros centros sanitarios, las autoridades sanitarias habilitaron el hospital Carlos III de Madrid para acoger a Pajares, que ha permanecido aislado y constantemente observado durante los cinco días de ingreso. Tras el fallecimiento del religioso, la Comunidad de Madrid puso en marcha rápidamente los protocolos oportunos para proceder a la incineración del cuerpo bajo condiciones muy rigurosas. Para erradicar cualquier posible foco de contagio tampoco se le practicó la autopsia.

Menos ejemplar ha sido la actuación del aeropuerto barcelonés de El Prat, que ignorando las estrictas normas para este tipo de patologías trasladó al hospital a dos pasajeros (niños de 12 años) procedentes de Gambia y con síntomas febriles en ambulancias del propio aeródromo. Ante la sospecha de que pudiera tratarse de una infección, El Prat debería haber contactado sin dilación con el Sistema de Emergencias Médicas. Pese a que rápidamente se descartó la presencia del ébola en los menores, la negligente actuación fue censurada por ese organismo.

Aunque los expertos aseguran que el riesgo de que el ébola llegue a los países occidentales es bajo, todas las precauciones son pocas. Máxime cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido que ninguna de las actuaciones convencionales (aislamiento, prevención de nuevas infecciones, control de los contactos) puestas en marcha en los cuatro países más afectados por la epidemia (Guinea Conakry, Liberia, Sierra Leona y Nigeria) están funcionando. La situación es tan desesperada que ayer el Comité de Ética de la OMS admitió que ensayar en personas cualquier tratamiento contra el ébola que haya mostrado un mínimo de eficacia en animales es “no solo ético, sino un imperativo moral”.

Ahora más que nunca es necesaria la estrecha cooperación internacional para extremar la vigilancia a fin de frenar la expansión de un virus extremadamente peligroso en África occidental y combatirlo desde la raíz en los lugares de origen.

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