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EL PULSO
Columna
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Nosotros, las cobayas de Facebook

Facebook manipuló sentimientos de 700.000 almas. A unas les quitó las palabras positivas del muro, a otras les mostró alegrías

Karelia Vázquez
La red social Facebook reconoció que manipuló a sus usuarios.
La red social Facebook reconoció que manipuló a sus usuarios.Dimitri Otis (Getty)

Aceptémoslo: hemos sido cobayas emocionales de Facebook, y nos lo hemos tomado con resignación cristiana. Hasta hoy no se ha producido una salida masiva de la red social y tampoco se la espera.

Sucedió en una semana imprecisa de 2012. Facebook logró hundir en la miseria a un número de usuarios a la vez que conseguía que otros se sintieran en la gloria. En total manipuló los sentimientos de 700.000 almas. A unas les quitó por obra y gracia de su algoritmo las palabras positivas de su muro y las expuso a términos iracundos. A otras les mostró sólo las alegrías. Fue suficiente. El experimento determinó que Facebook es capaz de producir un contagio emocional a escala masiva.

El estudio, realizado con científicos de la Universidad de Cornell, indujo emociones en humanos manipulados. Siendo la ira la más fácil de contagiar. Clay Johnson, cofundador de Blue State Digital, compañía encargada de la campaña digital de Obama en 2008, se preguntaba en Twitter: “¿Podría la CIA incitar a la revolución en Sudán presionando a Facebook para promover el descontento en sus usuarios? ¿Sería eso legal?”.

Probablemente en este punto ya se sienta usted un poco más rata de laboratorio. Y lo es. Según Jacob Silverman, autor del libro ­Terms of service: social media, surveillance and the price of constant connection, “en Internet hay una vasta colección de investigaciones de mercado, y nosotros somos sus sujetos de estudio”. Vaya por delante que en los términos y condiciones de Facebook –sí, aquello que aceptamos sin haber leído– se explícita el derecho a manipular los contenidos “para operaciones internas, análisis de datos, mejoras de servicio e investigación”.

El escándalo en torno a este experimento no ha sido jugar con nuestros sentimientos, sino no habernos avisado. Se supone que una investigación con humanos requiere de un consentimiento informado más específico. Sin embargo, algunos expertos señalan que no se han manipulado a humanos, sino datos. El asunto es que las tecnologías digitales han integrado de un modo tan orgánico a las personas con sus datos que nadie diría a día de hoy que el teléfono no es una extensión de sí mismo. Si Facebook quita palabras del estado de un usuario y altera el ánimo de sus amigos, ¿juega con datos o con humanos?

A la espera de un cuerpo teórico que defina conceptos, varios líderes de Internet dicen que se van de “los servicios centralizados” –léase Facebook, Google Maps, Instagram– porque en su opinión traicionan el espíritu libre de Internet. “Estoy minimizando mi rastro en Google, aunque no haya un buscador mejor, y uso en su lugar DuckDuckGo. En vez de Google Maps me sirvo de OpenStreetMaps”, dice Dan Gillmor, profesor de Digital Media de la Universidad de Arizona. La revolución ahora es descentralizar la web social.

Curiosamente y por otros motivos –no compartir Facebook con sus padres– los adolescentes fueron los primeros en diversificarse en redes sociales pequeñas donde se está a salvo de experimentos masivos. Las redes descentralizadas como Identi.ca (similar a Twitter), Diaspora o Friendica se conectan a varios servidores y es más difícil acceder a la totalidad de sus datos. Así que en el caso de que le violente ser utilizado como cobaya pruebe a no dejar toda su vida digital en las mismas manos: diversificar es la palabra. Y, si no le importa, resígnese a ser rata de laboratorio. Esta vez apenas ha dolido.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

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