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Cómo la dieta paleolítica ha reconquistado la Tierra

No comen leche, legumbres, ni cereales. Los seguidores de este régimen defienden que es el más saludable. ¿Cómo es el estilo de vida de un troglodita del siglo XXI?

Mónica Luengo Montero
El protagonista de '10.000 a. C.', la película de Roland Emmerich, no se imaginaba que su dieta estaría de plena moda en 2014.
El protagonista de '10.000 a. C.', la película de Roland Emmerich, no se imaginaba que su dieta estaría de plena moda en 2014.cordon press

Tal vez no salen a cazar mamuts, ni se visten con las pieles de sus presas. Tampoco se pasan las tardes pintando bisontes en las paredes de una cueva pero, salvando estas diferencias, se esfuerzan cada día por llevar la existencia de un auténtico cavernícola. Los seguidores de la dieta paleolítica defienden que adoptar el estilo de vida de los hombres que habitaron la tierra entre 2,5 millones y 10.000 años atrás es lo más beneficioso para nuestra salud. Este movimiento, que comenzó reivindicando una alimentación primitiva, se ha extendido al entrenamiento físico, la maternidad o los hábitos de sueño. La prueba de su popularidad es que, en 2013, esta dieta fue la más buscada en Google.

Comiendo como trogloditas

La dieta paleolítica está basada en la comida que ingerían los hombres primitivos y que, según los seguidores de este régimen, es la adecuada para nuestro organismo.

  • Alimentos recomendados: frutas, vegetales, carnes magras, mariscos, nueces, semillas y grasas saludables
  • Se desaconseja comer: lácteos, cereales, alimentos procesados, azúcares, legumbres, almidones y alcohol
  • En la dieta paleolítica se indica utilizar poca sal para sazonar las comidas
  • No hay restricciones a la hora de cocinar los alimentos
  • La bebida más recomendada es el agua y algunos de los seguidores consideran también el té como una bebida sana

Los adeptos al menú cavernario afirman que los seres humanos casi no hemos evolucionado biológicamente desde el periodo paleolítico. Por este motivo, mantienen que nuestro cuerpo no está preparado para digerir correctamente la comida que se introdujo en nuestra alimentación después de esta época gracias a la aparición de la agricultura, la ganadería y la industria. Pero, ¿qué come un cavernícola de pro? Pues sobre todo carne, pescado, frutas y verduras. Según esta teoría, los peores enemigos de nuestro organismo son las legumbres, los cereales o los lácteos, por no hablar de los alimentos procesados. Según ellos, consumir estos productos nos ha llevado a desarrollar las enfermedades cardíacas, la diabetes o el cáncer.

Semejantes ideas no tardaron en levantar críticas. Marlene Zuk, bióloga evolucionista de la Universidad de Minnesota, publicó el pasado año la obra Paleofantasy en la que desmonta las creencias de los fans de esta dieta. Zuk destaca en su libro que los seres humanos nunca hemos dejado de evolucionar y pone el ejemplo de la leche. Una mutación genética producida entre 5.000 y 7.000 años atrás nos permite digerir la lactosa. Antes de que esto se produjese, los hombres no toleraban los lácteos tras producirse el destete. Los primeros que pudieron alimentarse de estos productos encontraron una nueva fuente de nutrientes y se impusieron a los que no podían hacerlo, por lo que esta ventaja evolutiva se transmitió a sus descendientes.

Pese a las explicaciones de científicos como Zuk, cada día son más los que piensan que la vida troglodita es la vida mejor. Melissa Joulwan, coautora del libro Living Paleo for Dummies, defiende que esta dieta ayuda a mantener una buena salud y controlar el peso. Joulwan también le atribuye otras virtudes como la capacidad de regular los niveles de insulina en la sangre y de reducir la inflamación del cuerpo. Además, asegura que hace que seas más feliz, pienses con más claridad, duermas mejor y afrontes la vida con más energía. Sin embargo, Zuk señala en Paleofantasy que realmente no sabemos que comían nuestros ancestros, que puede que consumiesen más carbohidratos de los que pensamos y que, además, ingerían diferentes alimentos en función del lugar en que viviesen.

Si Raquel Welch hubiese rodado 'One Million Years B. C.' hoy en día seguramente habría recurrido al Paleotraining para ponerse en forma.
Si Raquel Welch hubiese rodado 'One Million Years B. C.' hoy en día seguramente habría recurrido al Paleotraining para ponerse en forma.Cordon Press

Algunos de los aficionados a lo primitivo ya no se conforman solo con la comida y han decidido extender la máxima 'qué haría Pedro Picapiedra en mi lugar' a otros ámbitos de su vida. El terreno que más ha evolucionado, tras el de la alimentación, es el del entrenamiento físico. En el caso del Paleotraining, por ejemplo, los beneficios se basan en los mismos argumentos usados para defender la dieta: los movimientos más beneficiosos para nuestra salud son aquellos que realizaban nuestros antepasados tales como correr, trepar, saltar, lanzar, reptar… "La mayoría de la gente lleva un modelo de vida para el que los seres humanos no estamos adaptados", comenta uno de los creadores de este sistema, el entrenador lanzaroteño Airam Fernández.

Los paleolíticos más avanzados han convertido su afición por lo primitivo en un estilo de vida. Joulwan explica en Living Paleo for Dummies cómo 'dormir paleo' para regular los ciclos de sueño. Recomienda, entre otras cosas, acostarse pronto, completamente a oscuras y levantarse con el amanecer. También se puede tener una 'paternidad paleo' practicando, por ejemplo, el colecho y desterrando los carritos porque ponen demasiada distancia entre padres e hijos. Otros hábitos de estos hombres de las cavernas modernos son pasar el mayor tiempo posible en contacto con la naturaleza, tomar regularmente el sol para aumentar los niveles de vitamina D o estar en contacto con la suciedad para inmunizarse. Si no fuese por este último consejo, cualquiera diría que de lo que están hablando es de tomarse unas vacaciones.

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Sobre la firma

Mónica Luengo Montero
Redactora de la sección de última hora. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en el periódico. Antes trabajó en las revistas El País Semanal, ICON y Buenavida. También fue redactora en La Gaceta de Salamanca. Estudió periodismo en la Universidad Pontificia de Salamanca y Sciences Po, más tarde cursó el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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