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EL PULSO
Columna
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Brasilia, capital mundial de las sectas

La metrópolis es puro racionalismo; pero se le superpone un potente plano menos propio de la mente que del espíritu

Concentración de miembros de una secta en Brasilia.
Concentración de miembros de una secta en Brasilia.ueslei marcelino (reuters)

Barbita, ojos de azul apagado, tirabuzones mesiánicos. Inri Cristo es una estrella pop de 65 años que afirma ser el Jesús de la era digital. Para adoctrinar, versiona canciones –en clave mística– de Justin Bieber y Britney Spears, que interpretan sus bellas y desafinadas inriquetes de túnicas celestes. En la Suprema Orden Universal de la Santísima Trinidad prima lo mediático: las páginas web en portugués y en español, las polémicas giras internacionales, las apariciones en programas de telebasura. Su sede física, después de unos años en Belém y otros en Curitiba, se encuentra desde 2006 en las afueras de Brasilia y sólo podía llamarse “Nueva Jerusalén”.

Brasilia no sólo es la capital de Brasil, también es la capital mundial de las sectas. Ambas realidades conviven en tensión conceptual. Porque la metrópolis, diseñada y construida a mediados de los años cincuenta, es puro racionalismo; pero a la más radiante contemporaneidad se le superpone un potente plano menos propio de la mente que del espíritu. Ambas dimensiones son igualmente visibles, paradójicamente armónicas. El turista visita las instituciones políticas, los parques y los monumentos que planificaron Oscar Niemeyer y Lucio Costa y, sin solución de continuidad, la Iglesia Mesiánica Mundial, el Templo de la Orden de la Veracruz, la Iglesia Adventista del Séptimo Día o la Ciudad Ecléctica.

La atracción más visitada de la ciudad, de hecho, no es la Catedral que figura en todos los manuales de historia del arte, sino el Templo de la Buena Voluntad, una pirámide ultrasónica digna de una película de ciencia-ficción. No fue proyectada por un arquitecto de prestigio internacional, sino por el antiguo poeta y locutor Paiva Netto, presidente de la Legión de la Buena Voluntad, una especie de Opus Dei brasileño, cuyos valores ecuménicos, en vez de vincularlo con la Iglesia, lo hubiera hecho con la ONU. Su expansión parece imparable: acogen embajadas suyas Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay, EE UU y Portugal. Su última ponencia en la sede de Naciones Unidas de Nueva York evidencia una voluntad de expansión legionaria y global: “Cómo los individuos y los grupos pueden ayudar a catalizar el trabajo de transformación planetaria”.

Las sectas también se pueden explicar desde la vieja división entre alta y baja cultura. Netto encarna el buen gusto sofisticado, mientras que la Tía Neiva representa la mescolanza popular. Fundó el Valle del Amanecer como una mezcla de cromos provenientes de álbumes muy diversos, desde el cristianismo hasta Hollywood. El micromundo que dirige es una suerte de parque temático del sincretismo religioso, donde conviven cientos de espiritistas vestidos con capas, pieles y diademas. En todas las visitas a sedes esotéricas fui guiado por miembros de las sectas respectivas. Allí me tocó en gracia Divino, que además de “Maestro Jaguar Adoctrinador”, según indicaban las chapitas en su solapa, era también “Recepcionista”. Me explicó que fueron los espíritus de la luz quienes indicaron a la Tía Neiva la ubicación ideal de su misión y cómo organizar su jerarquía: “Nos dividimos en dos falanges masculinas, príncipes mayas y magos, y veintidós femeninas, como samaritanas, franciscanas…”. Le pregunté acerca de aquellos personajes que nos observaban, dibujados en grandes murales: “Son Tutankamón y el Teacher”, aseveró: no hizo falta añadir nada más.

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