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EL PULSO
Columna
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¿Qué soñaba Jagger cuando soñaba con Richards?

Las dos estrellas de los Rolling han vuelto a tener que reconciliarse para poder emprender una nueva gira

Jagger y Richards en 1975.
Jagger y Richards en 1975.michael ochs (getty)

Hay algo en lo que todos nos parecemos al biógrafo de Mick Jagger: él tampoco sabe quién es. La única diferencia es que nosotros no hemos escrito un libro de 600 páginas, recién publicado en España por la editorial Anagrama, para explicarlo. El autor, Philip Norman, famoso antes de esto por sus obras acerca de los Beatles y John Lennon, recuerda a un salmón tratando de remontar un río de aguas furiosas, porque su personaje lleva 50 años intentando borrar sus huellas y dándoles un “no lo recuerdo” por respuesta a quienes tratan de indagar en su vida, sobre todo cuando tratan de hundir sus palas de desenterradores en la tierra que cubre a Brian Jones, el fundador de la banda, que murió ahogado en su piscina al poco de haber sido despedido por sus compañeros; al joven asesinado por los Ángeles del Infierno que se encargaban de la seguridad del grupo en el célebre concierto de Altamont; o, más recientemente, a su novia durante muchos años, la diseñadora suicida L’Wren Scott. ¿Quién es Mick Jagger, ese artista genial que “no deja de estar en un escenario ni cuando baja al salón en pijama”, y al que su otra mitad, Keith Richards, definió en sus memorias como un divo egocéntrico y megalómano “que empezó a ponerse insoportable a principios de los ochenta y desde entonces no ha parado”? Desde luego, alguien con un espíritu de superación envidiable que, para empezar, tuvo que sobreponerse a la nota de rechazo que les remitió la compañía Decca cuando enviaron allí sus primeras grabaciones: “El grupo es bueno, pero con ese cantante nunca llegaréis a nada”. El lince que hizo ese veredicto había rechazado un par de años antes a los Beatles.

Ahora los Rolling Stones, ese quinteto formado por Jagger y Richards en el que, según su cantante, “ellos dos lo hacen todo y de vez en cuando dejan que Ronnie Wood mande unos faxes”, vuelven a España, el lugar donde los padres de Jagger le compraron su primer instrumento musical, una guitarra, durante unas vacaciones en nuestro país, después de que sus dos estrellas hayan vuelto a tener que reconciliarse para poder emprender una nueva gira. No ha sido fácil, después de que Richards contase en sus memorias, publicadas hace cuatro años, que sólo se hablan una vez al año por teléfono y sólo se miran cuando están sobre el escenario; que ninguno de los dos pisa el camerino del otro desde hace dos décadas, y que en su día se acostó con la novia de su glimmer twin, como se llaman entre ellos, porque creía que él se había liado con la suya, Anita Pallenberg. Pobre Marianne Faithfull, que, según Philip Norman, en aquel ambiente “siempre estuvo tan fuera de lugar como una amatista en un cuenco de palomitas”. Tras leer la autobiografía de Richards, donde éste asegura que a veces, cuando está con él, se pregunta “dónde habrá ido a parar su amigo”, Jagger montó en cólera y se preguntó en voz alta si alguien podía imaginarse “lo difícil que resulta dar un concierto con un músico drogado, que acaba de pasar 10 días en la cárcel y lleva una pistola cargada metida en la bota”.

Como lo era en gran parte el libro de Keith Richards, esta apasionante biografía de Philip Norman es, por encima de todo, un relato de la increíble relación de estos dos seres geniales que lideran, uno dos pasos por detrás del otro a la hora de interpretar sus canciones, pero a su altura a la hora de escribirlas, los Rolling Stones. “Mick siempre ha sido como mi hermano, lo quiero y estoy conmocionado por él”, declaró Richards al hacerse público el fallecimiento de L’Wren Scott. Marianne Faithfull contó en su día que Jagger le había confesado que tenía algunas fantasías eróticas con Richards. Da igual, nada de eso va a hacer peores sus mejores discos. Pero a todos sus seguidores les gustará meterse donde no deben, y ahora pueden hacerlo gracias al libro de Philip Norman.

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