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Columna
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Tontos malos

Los castigos a estos disminuidos morales suelen ser leves, o quedarse en nada

Jorge M. Reverte

Que no hay tonto bueno nos lo dice la experiencia. Que una empresa importante tenga tantos tontos en su nómina, en su cadena de mando, puede decirnos que este país está condenado al fracaso, la miseria y la indecencia.

Anaya, una de las más importantes editoriales de libros educativos, ha decidido retirar de la venta al público un manual en el que se habla, por ejemplo, de Antonio Machado y Federico García Lorca. Unas sucintas biografías en las que se cuenta que el poeta granadino murió cerca de su pueblo, y que Machado se fue a Francia una temporadita con su familia, y allí murió.

No hay que dedicarle mucho tiempo a poner de manifiesto la estupidez y la maldad que anidan en ambos textos.

Lo preocupante es que llevaban en las librerías mucho tiempo y que, hasta ahora, nadie había reaccionado. Ni la comunidad educativa, ni el Ministerio de Educación habían hecho nada para cargarse semejante desbarre. Los responsables de la editorial dejaron pasar ese texto como bueno, no le dieron importancia, y en el chiringuito de Wert no se produjo ninguna conmoción.

Nos sobran tontos y malvados con trabajo. En todos los ámbitos. No digamos en la Iglesia, que tiene empleado a un cura que explica a sus feligreses de Jaén que los hombres, hasta hace 30 años, podían pegar una paliza a sus mujeres, pero que no las mataban porque entonces había moral.

Y encuentran apoyo social, como el imbécil que le tiró un plátano a Alves en un partido de Primera División. Los castigos a estos disminuidos morales suelen ser leves, o quedarse en nada.

Vivimos con demasiada naturalidad hechos como esos.

Yo mismo, en una ocasión, ejerciendo de librero, entendí a una señora que pidió “el libro del subnormal ese”. A la primera supe que se refería a Stephen Hawking y su Big Bang.

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