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Columna
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Escritores

A todos los grandes de la literatura latinoamericana les afectó la existencia de Fidel Castro

Jorge M. Reverte

"¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?" Es una de las frases más recordadas en la literatura de Mario Vargas Llosa, el más grande de los que quedan vivos de los escritores latinoamericanos de los siglos XX y XXI. Han quedado por el camino otros como Octavio Paz, Jorge Luis Borges, José Saramago, Guillermo Cabrera Infante, Julio Cortázar y, ahora, Gabriel García Márquez.

A todos ellos les unió el amor a la lengua. Y a todos ellos les afectó de manera importante la existencia de un hombre como Fidel Castro. Unirles no les unió, sino todo lo contrario, creó en muchas ocasiones una hostilidad que se contagió a sus lectores.

Todo empezó (si es que hay un comienzo claro para cosas como estas) con el caso Heberto Padilla, un poeta cubano disidente que fue encarcelado por Castro y humillado por su régimen, que le obligó a escribir una repugnante retractación pública de sus opiniones.

El caso Padilla dividió desde 1971 a toda la intelectualidad occidental. Muchos seguidores de aquellas luminarias optaron enardecidos por un escritor u otro en función de su postura hacia el castrismo. Leer a Cabrera Infante fue, durante mucho tiempo, un síntoma de rendición al imperialismo. Y no digamos a Vargas Llosa, al que se le han regalado todo tipo de insultos por su continua defensa de la libertad como un bien inalienable.

Con Mario Vargas afortunadamente vivo, y con las cenizas de Gabo recién distribuidas entre sus dos patrias, es un buen momento para apreciar lo baldío de la pelea. Todos ellos son grandes, muy grandes. A todos ellos se les puede leer con un deleite que nos aparta de la pelea externa al arte.

Fidel Castro, un liberador que se trocó en tirano, no podrá cambiar nada de eso.

"¿Cuándo se jodió la exultante, la gozosa lectura de nuestros genios, Zavalita?".

La pregunta es ya irrelevante.

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