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EL PULSO
Columna
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Cuanto más niega el chef Gastón Acurio que tenga intención de presentarse como candidato a presidente de Perú en las próximas elecciones, más parece reclamárselo el pueblo

El chef peruano Gastón Acurio, preparando uno de sus famosos Ceviches junto a Quique Dacoste, en 2012.
El chef peruano Gastón Acurio, preparando uno de sus famosos Ceviches junto a Quique Dacoste, en 2012.GORKA LEJARCEGI

–Te apuesto este restaurante entero a que NO voy a ser presidente.

El chef peruano Gastón Acurio acaba de hacer una apuesta extrema. Este restaurante es el nuevo local de su marca de alta cocina, Astrid & Gastón, un local en Lima de 300 años de antigüedad, 3.000 metros cuadrados y 120 trabajadores que combina laboratorios gastronómicos y proyectos sociales.

Y, sin embargo, en los meses previos a la inauguración, nadie le ha preguntado al chef por su proyecto estrella. La gente solo quiere saber si postulará en las próximas elecciones.

–Todo esto ha sido un error –cuenta Acurio, en un elegante salón blanco, pero vestido con alpargatas, un pantalón remangado y una camisa vieja–. En diciembre, durante una entrevista, una periodista citó rumores de que yo quería ser presidente. Dije que no. Me preguntó si algún día tal vez. Dije que no tengo una bola de cristal. Al día siguiente, portada: “Acurio no descarta ser presidente”.

El chef volvió a negarlo. Una y otra vez. Pero la mecha había prendido. Titulares, columnas y tertulias al respecto abarrotaron los medios. En febrero, una encuesta reveló que el 23% de los peruanos votarían por él. Time escribió sobre el caso. La República publicó dos páginas de entrevista sobre su filosofía política. Nada mal para alguien que lleva tres meses jurando que no será candidato.

En poco tiempo, todo el mundo lo daba por hecho:

–Empezaron a escribirme personas que nunca me habían apreciado –recuerda él–, incluso rivales, para decirme que siempre habían confiado en mí, y que contase con ellos en mi candidatura. Pero la gente que me quiere de verdad estaba preocupada. Empezando por mis hijas. Mis mejores amigos me llamaron para “disuadirme”. En mi entorno, el único que estaba contento era mi papá.

El chef es hijo de otro Gastón Acurio, un dirigente de derecha moderada que llegó a ministro y congresista. El senador Acurio crio a su hijo para ser presidente. Le hacía leer a Popper. Lo invitaba a los debates parlamentarios. Y lo envió a Europa a estudiar derecho como escuela para la política. Pero aprovechando la distancia, su hijo lo engañó y estudió cocina. Solo después de graduarse le dijo la verdad.

En estos meses, Acurio padre ha recuperado la ilusión. El hijo se ríe:

–Papá no cree que no quiero ser presidente. Sospecha que escondo mis intenciones para no quemarme antes de tiempo. Piensa que es una movida muy astuta.

Con 41 restaurantes alrededor del planeta, líder en la única industria creativa que tiene a Perú en el top five, Acurio sabe que su candidatura podría perjudicar su imagen y sus negocios. Pero cuando abre la boca, de ella sale un candidato. El chef se declara un “idealista pragmático”. Exalta la pujanza de los pequeños empresarios. Exhibe su compromiso con los campesinos andinos. Y ha pintado en su nueva cocina la primera estrofa del himno de Perú. Hasta su menú de degustación es un análisis de la historia del país.

En un electorado que desconfía de los políticos, todos los presidentes peruanos desde 1980 han sido outsiders totales o Alan García, el seductor de masas perfecto. Para ellos –y son todos los que viven–, Acurio sería un rival imbatible: un outsider criado por un senador con una inspiradora historia de éxito nacional.

Pero ahora, después de enseñarme el jardín botánico del restaurante –que será una escuela de biodiversidad–, Acurio expresa sus dudas:

–Creo que no debería negar tanto la candidatura. Mientras más la niego, menos me creen.

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