Un cine sin ministro
La espantada de Wert ratifica el deseo del Gobierno de instalarse en una burbuja de irresponsabilidad
El título de la película triunfadora en la entrega de los Goya (Vivir es fácil con los ojos cerrados) puede aplicarse por completo para describir la actitud política del ministro José Ignacio Wert. Decidió no acudir a la gran ceremonia del cine español para evitar los más que probables abucheos y acusaciones de hundir el cine, pero ha conseguido suscitar una oleada universal de críticas públicas. Con el gesto de la ausencia, Wert ha retratado su torpeza (las excusas ofrecidas para justificar su ausencia son increíbles e inaceptables) y un escaso temple, puesto que su obligación es acudir a una ceremonia en honor del cine español que el Estado patrocina y financia, al menos en gran parte. Parece (parecía) inconcebible una conmemoración del cine español sin el ministro del ramo, de la misma manera que es inconcebible un salón del automóvil sin el ministro de Industria o Fitur sin el de Turismo. Los ministros tienen ventanillas que atender; si no lo hacen, incumplen sus obligaciones elementales.
Pero los desplantes no terminaron ahí. Para justificar al ministro Wert han terciado la expresidenta de Madrid Esperanza Aguirre, y el diputado Vicente Martínez Pujalte; y la verdad es que los tercios han empeorado la labor del maestro. No está en el sueldo, dicen, acudir a lugares donde te insultan o abuchean. Pues sí, en el sueldo de los administradores va incluida la sanción de los administrados, salvo que la señora Aguirre y el señor Martínez Pujalte defiendan que ante un gestor solo caben la coba y el aplauso. Es muy de elogiar la fina ironía de la expresidenta madrileña cuando dice que el acento de Educación ha de ponerse “en esos profesionales que son mucho más oscuros que los actores, como los científicos o los grandes físicos”. ¿Lo dirá por el gran despliegue inversor del Gobierno en investigación?
La espantada de Wert y los argumentos de Aguirre y Pujalte ratifican la tentación gubernamental de instalarse en una burbuja de irresponsabilidad. No quieren dar cuentas de sus actos ni escuchar a los que pagan las consecuencias de sus decisiones. Cuando Pujalte asegura que los actores son “políticamente un desastre”, en realidad describe la nota que merece en este caso el Gobierno que él apoya.
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