Los libros son para romper
'Destroza este diario', que invita a arrancar, ensuciar y estrujar sus hojas, inaugura una nueva tendencia literaria que triunfa entre el público juvenil "El libro nos ayuda a superar nuestro miedo a empezar algo nuevo, los juicios que hacemos sobre nosotros mismos o si nuestro trabajo es bueno o malo", dice su autora
Cuando parecían a punto de entrar en la categoría de objetos de anticuario, un título juvenil ha devuelto la vigencia a las bitácoras de papel entre los nativos digitales. Destroza este diario, de Keri Smith, invita al lector a llevarse el tomo a la ducha, golpearlo contra la pared o arrancar una de sus páginas, meterla en un pantalón, lavarlo (con ella dentro) y pegarla una vez seca entre las tapas.
Esta obra, a medio camino entre el performance DIY (las siglas en inglés de hazlo tú mismo) y el pseudovandalismo académico, revolucionó el mercado juvenil estadounidense en 2009: Desde su lanzamiento se instaló en la lista de best sellers del New York Times y al cabo de un año ya se había convertido en uno de los títulos más vendidos del gigante editorial Pengüin. Pero lo verdaderamente reseñable es que Destroza este diario ha inaugurado, si no un subgénero, sí una tendencia. Al calor de su éxito, han surgido títulos que siguen la misma filosofía provocadora / artística y que ahora Paidos publica en España: Esto no es un libro, Guerrilla Art Kit y Caos. Para 2014, el mismo sello prevé lanzar Acaba este libro y Diario de las emociones, de Anna Llenas.
Destroza en su diario fue también la obra más vendida de Paidos durante 2013, gracias, en buena parte, al boca a oreja 2.0: "Los chicos comparten sus creaciones en Flickr [con más de 9.000 fotografías], Facebook o Instagram a través de hastag como #destrozaestelibro o #estonoesunlibro. Se ha establecido una comunidad muy interesante que, además, confirma lo que sospechábamos: La obra de Smith cumple la función pedagógica de acercar el libro como fuente de conocimiento y placer a los más jóvenes", explica su editora Carmen Castells.
Pero un título que anima al lector a que lo entierre durante tres días o llene una de sus páginas con comentarios negativos no puede considerarse un producto literario al uso. Algunos críticos no acaban de descubrir la parte lúdica, ni mucho menos la didáctica, que esconde este ejercicio de profanación, por muy creativo que resulte. Keri Smith es consciente de esta percepción, pero defiende que, bajo la apariencia un tanto naif de sus trabajos, se esconde mucha investigación y una intención aún más profunda.
"El acto de destruir es en sí mismo un acto creativo. Simplificando podríamos decir que destrozar algo es una forma de transformarlo. Pero lo más importante es que este libro nos permite experimentar con el 'qué pasaría si' ¿Qué pasa cuando permitimos que fuerzas ajenas a nosotros como la gravedad, el error o la velocidad, alteren el resultado final de lo que estamos haciendo? Además cuando nos aproximamos a un objeto cotidiano de una forma diferente a la que nos han enseñado, nos abrimos a una nueva experiencia con ese objeto, admitiendo que surjan nuevas ideas", explica.
En un principio el libro estaba dirigido a un público adulto, pero ha terminado triunfando entre un nicho de lectores en ocasiones demasiado inmaduro para asimilar el discurso experimental de Smith. ¿Las clave? "El libro nos ayuda a superar nuestro miedo a empezar algo nuevo, los juicios que hacemos sobre nosotros mismos o si nuestro trabajo es bueno o malo, porque valorar algo en términos de bien y mal constriñe o congela el proceso creativo. Este libro es un lugar para que las ideas y las obras existan sin que sean juzgadas", argumenta Smith.
Un espacio libre de actuación que, según cuenta la autora, ha servido de refugio a algún dentista iracundo (que ha destrozado su ejemplar con tornos y demás material odontológico) y a muchos chicos con problemas. "Fue muy sorprendente recibir un montón de mails de jóvenes que estaban pasando por una depresión, o un problema de adicción, y que me contaban que el diario les proporcionaba una vía de escape que antes no tenían".
Motivos artísticos o terapéuticaos a parte, Smith reconoce que Destroza este diario ha funcionado entre los jóvenes porque les autoriza a romper y torturar un objeto. Y no uno cualquiera, sino un libro, al que siempre se les ha inducido a tratar con reverencial cuidado. "Les ofrezco una experiencia totalmente distinta con un libro. Pero lo curioso es que, en el proceso de destrucción, muchos acaban enamorándose de su diario", concluye.
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