Una oposición desnortada en la Comunidad Valenciana
Ya sea por su talante, por su experiencia como alcalde o forzado por las circunstancias, Pérez Llorca muestra un tono sosegado, conciliador, muy distinto al de Mazón

Hay que prestar atención a Pérez Llorca. El discurso que el nuevo presidente de la Generalitat pronunció el pasado lunes en Alicante, en el Club Información, dibuja, ᅳ aunque de manera un tanto incompletaᅳ , las líneas por las que caminará su gobierno en los próximos meses. No hablo de propuestas precisas ni, mucho menos, de aquellas que buscaban halagar a una audiencia que debió quedar complacida, a juzgar por las crónicas publicadas en la prensa. Más que los planes concretos de gobierno, lo importante fue, en mi opinión, el tono que Pérez Llorca imprimió a su discurso y que incide en el que viene manteniendo en sus apariciones públicas.
Ya sea por su talante, por su experiencia como alcalde de Finestrat o forzado por las circunstancias de su nombramiento, Pérez Llorca muestra en sus intervenciones un tono sosegado, conciliador, muy distinto al que mantuvo Carlos Mazón durante su presidencia. Tiempo habrá para comprobar cuánto hay de sinceridad y cuánto de táctica política en esta conducta. De momento, la impresión que uno tiene es que el nuevo presidente trata de despolarizar el discurso político, mientras busca un acercamiento al ciudadano que diluya el mal recuerdo que ha dejado su predecesor. La oposición debería tomar nota.
Los resultados de las elecciones en Extremadura han confirmado la difícil situación que atraviesa el Partido Socialista. Los motivos por los que han conducido a este punto son conocidos y no necesitamos volverlos a recordar. En cualquier caso, se impone la idea de que nos encontramos en el final de un ciclo para los socialistas, con el efecto de arrastre que estas percepciones tienen sobre los votantes. La elevada abstención registrada en las elecciones extremeñas así lo confirmaría.
La confianza que muestra Pedro Sánchez en que logrará movilizar a sus votantes es admirable, pero también nos obliga a preguntarnos si el presidente vive en la realidad o la confunde con sus deseos. La mayoría de los analistas políticos coinciden en que seguir agitando el fantasma de Vox como bandera de enganche tiene cada día menos recorrido. Aunque a muchos ciudadanos pueda disgustarnos la idea, debemos reconocer que Vox ha sido aceptado por buena parte de la sociedad española que no duda en entregarle el voto. Y todo apunta a que la corriente irá a más.
Desde la catástrofe de la dana, la oposición de los socialistas valencianos se ha reducido, en la práctica, a pedir la dimisión de Carlos Mazón y la convocatoria anticipada de elecciones. Fuera de esta petición y de la denuncia de que el Gobierno de la Generalidad Valenciana era rehén de Vox, no se ha producido ninguna otra acción de relieve que sepamos. Dimitido Mazón y con Vox cada día más aceptado por la sociedad, el discurso del PSPV se ha quedado sin contenido. Quizá sea hora de que los socialistas se pregunten qué pueden ofrecer a los valencianos y cómo pueden movilizar a sus votantes.
Por lo visto hasta ahora, no podríamos decir que abunden las ideas ni que las circunstancias sean las más propicias. El perfil de Diana Morant ha quedado muy desdibujado por su participación en el gobierno de Sánchez, y sus apariciones públicas en la Comunidad han pecado de una alarmante falta de convicción. Es complicado ejercer un liderazgo cuando se carece de convicción. Mal asunto. Para los tiempos que vienen, la Comunidad Valenciana necesita una oposición fuerte, con ideas del siglo XXI, que responda a los retos del mundo de hoy. Sin una buena oposición, es difícil que haya un buen gobierno.
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