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REPORTAJE

La reina del océano

Solo los navegantes más valientes son capaces de embarcarse en la Vuelta al Mundo a Vela, una lucha de resistencia nacida hace 40 años. Hoy es una competición única, mezcla de tecnología, deporte y desafío extremo, que en 2014 zarpará de Alicante.

J. M.
Descenso a los infiernos del cabo de Hornos a bordo del 'Camper Emirates Team New Zealand' en la quinta etapa de 2011 - 2012.
Descenso a los infiernos del cabo de Hornos a bordo del 'Camper Emirates Team New Zealand' en la quinta etapa de 2011 - 2012.Hamish Hooper

En el fondo estaba la cerveza. ¡Cuántas historias habrán surgido en un pub inglés alrededor de unas pintas! También esta. En esa tarde de 1971, en un local del puerto de Portsmouth, en el sureste de Inglaterra, dos hombres dieron forma a un sueño entre el humo de sus cigarros y el alcohol de sus jarras. Eran el coronel Bill Whitbread, miembro de una familia con tradición en el negocio de la cerveza, y el almirante Otto Steiner, de la Royal Naval Sailing Association. Les había fascinado la idea de Guy Pearce y Anthony Churchill de rescatar del olvido la Golden Globe Race, una regata en solitario alrededor del planeta patrocinada por el diario británico Sunday Times. Aunque la prueba no había salido como se esperaba, pues de nueve barcos que zarparon en 1968 solo uno terminó el recorrido un año después, estaba plantada la semilla de una competición única en el mundo.

Whitbread y Steiner alimentaron su imaginación con aquellos barcos descubriendo lo desconocido de los océanos. Y trazaron sobre la mesa el mapa de un nuevo desafío, esta vez por equipos. Le llamaron Whitbread Round the World Race. La Marina británica cedía su base en Portsmouth como puerto de salida y de llegada y organizaba la regata. Era además un excelente laboratorio para probar sus unidades militares. La cerveza Whitbread se encargaba de reunir las libras suficientes para soltar amarras en 1973. Eso animó a otros patrocinadores, pistoletazo de salida para una larga tradición de esponsorización de la regata que ha llegado hasta estos días. Porque hoy, 40 años después, aquella pionera Whitbread es la gigantesca Volvo Ocean Race, una competición planetaria mezcla de deporte, tecnología y desafío extremo, y uno de los 10 acontecimientos deportivos más vistos en el globo. Alicante acogerá el inicio de la próxima edición, el 4 de octubre de 2014, como ya hiciera en 2008 y 2011 después de tomar el relevo de Vigo en 2005, las únicas ocasiones en que se zarpó de un puerto distinto al original de Portsmouth.

En la primera edición de 1973 partieron 167 navegantes sin saber muy bien el charco en el que se metían. Tres nunca volvieron

Cuando el 8 de septiembre de 1973 un centenario cañón retumbó para dar inicio a la aventura, 17 barcos de siete nacionalidades enfilaron el horizonte hacia Ciudad del Cabo sin saber muy bien en qué charco se metían. Sidney y Río de Janeiro eran las otras paradas antes de volver a casa en Portsmouth. Miedo, euforia, nervios… Partieron 167 navegantes. Tres nunca volvieron. Solo una minoría conocía lo que era hacer frente a vientos de 40 nudos, icebergs descomunales y un frío que cala los huesos. Eran navegantes sin experiencia atraídos por la promesa de aventuras, algunos de los cuales incluso pagaron por participar. Otra marca de cerveza, 33 Export, un vino espumoso, dos emisoras de radio y un centro de estudios e investigaciones, además de un puñado de mecenas amantes del mar, firmaron los cheques. Cada equipo necesitaba unos 10 millones de pesetas. Hoy, época de grandes patrocinios, el presupuesto se mece entre los 12 y los 15 millones de euros.

Todo y nada ha cambiado desde entonces. Aquellos barcos que navegaban tomando rectas de altura con ayuda del sextante, sin partes meteorológicos, notificaban su posición por radio una vez a la semana… si es que había cobertura. La mayoría de las veces ni siquiera ellos sabían dónde estaban. Hoy, una sala de control en la sede de la Volvo en Alicante define vía satélite un punto exacto en el mapa cada dos segundos. Y de ahí al resto del mundo, con una audiencia global de 800 millones de personas. Cinco cámaras fijas y dos cenitales convertirán cada barco en una especie de Gran Hermano en el que un reportero a bordo se dedica en exclusiva a producir y enviar contenido multimedia. “Es mejor que Gran Hermano. Porque esto es realidad pura y dura, es la vida misma y la lucha por sobrevivir”, explica el noruego Knut Frostad, actual director general de la Volvo después de vivir en sus carnes cuatro ediciones como regatista.

Fue Ramón Carlin, un mexicano que había hecho fortuna vendiendo lavadoras, el primer ganador de la prueba. Era el patrón del único barco no europeo, el Sayula II, rodeado sobre todo de naves de la Marina británica y la francesa. Y, contra todo pronóstico, vencieron. Claro que eran otros tiempos, y estos chicos disfrutaron de un congelador, hamburguesas, vino y latas de caviar. Y para el que bajaba de completar la guardia en cubierta, ron con tónica, vodka o ginebra para entrar en calor. Lo que no evitó que Paquita, la mujer de Ramón, reclutada para completar la tripulación necesaria, exclamara: “¡Ramón, para qué demonios me trajiste!”.

Participantes de la edición 2008 - 2009 descansan dentro del barco.
Participantes de la edición 2008 - 2009 descansan dentro del barco.Rick Deppe/ Gabriele Olivo/ Guo Chuan

La colección de historias es inagotable. Los españoles cruzándose con los buques de la Armada inglesa navegando a reconquistar las Malvinas; un patrón que oculta a su tripulación que ha sufrido un ataque al corazón y que consigue ganar enfermo; un barco italiano de cerebritos de laboratorio que se enroló para hacer experimentos en alta mar; Simon Le Bon, estrella de la banda musical Duran Duran, como propietario y tripulante de un barco registrado por la policía inglesa por si encontraba sustancias ilegales; el matrimonio del señor y la señora McDonald al mando cada uno de un equipo… Son 40 años de aventuras. De éxitos y fracasos. También de miedo. Las tres muertes de la primera edición estuvieron a punto de provocar la suspensión de la regata. Un cabo del ejército británico, un patrón y un miembro de una tripulación de paracaidistas fueron engullidos por el mar.

Los océanos han sido la tumba de más de un marinero en esta competición. El último, el holandés Hans Horrevoets, del barco ABN Amro II, en 2006. Una de esas historias trágicas que recuerdan a los tripulantes que en juego está algo más que la gloria. Cayó al agua y no le encontraron hasta pasados 40 minutos, demasiado tiempo para que luego pudieran reanimarle. Los desolados chicos de la embarcación holandesa tuvieron que completar el resto de la etapa con el cadáver de su compañero entre ellos. Aunque, rotos por la desgracia, aún pudieron salvar unas vidas antes de tocar tierra. Los españoles del Movistar hacían agua después de sufrir una avería sin remedio. A 400 millas del canal de la Mancha, en el Atlántico norte, estaban más que nunca en manos de la naturaleza. Fueron los desconsolados tripulantes del ABN quienes navegaron a su rescate y les acomodaron en un barco que llevaba la muerte como pasajera. El Premio Hans Horrevoets reconoce desde entonces al mejor tripulante joven de cada edición.

Un tripulante del del PUMA OCEAN Racing revisa la pala del timón.
Un tripulante del del PUMA OCEAN Racing revisa la pala del timón.RICK DEPE

España se ahogó y su barco está en el fondo del océano. El gran reto de la vela española es hoy coronar este Everest líquido, ganar la Volvo Ocean Race, la regata por la que se miden todas las demás. En ello se ha empeñado Pedro Campos, alma de un proyecto con varios accésits: sexto con el Movistar, el barco hundido, en 2006; tercero con el Telefónica Azul y sexto con el Telefónica Negro en 2009, y cuarto con el Team Telefónica en 2012, cuando más cerca estuvo el oro, líderes durante 38.000 de las 40.000 millas náuticas de la prueba y los mejores por tiempos, pero no por puntos. “La Volvo es el mayor desafío del deporte. Tiene todos los ingredientes para hacerlo único. Una sola etapa dura más que todo el Tour. El barco es un escaparate tecnológico, el espíritu de aventura es especial. Has de vencer al mar y llegar el primero. Es un tremendo esfuerzo humano”, relata Pedro Campos. “Es bonito sufrir”, cuenta Iker Martínez, patrón del Telefónica Azul y del Team Telefónica. “Y en la Volvo se sufre muchísimo. Llegas a decirte: ‘¿Qué hago yo aquí? ¡No puedo más!’. Pero si no alcanzas ese punto es que no te estás sacrificando de verdad. Duele, cuesta, es duro, sobre todo por no dormir. Lo peor es el sentimiento de estar totalmente agotado porque tienes que dormir y no puedes porque has de seguir y seguir. El cuerpo se queda sin fuerzas”.

Hoy la Volvo comienza a disputarse en los despachos de las grandes empresas que han de dar sustento a los equipos. Desde aquel Licor 43 que brindó en 1981 por el primer barco español, con Joaquín Coello al timón, se pasó a las dos experiencias del Fortuna (1985 y 1989) y al Galicia 93 Pescanova antes de desembocar en la tropa de Pedro Campos. Las velas y los cascos se han convertido en anuncios flotantes mientras la organización recluta participantes en todo el mundo. Una flota global para un torneo planetario. De Alicante zarpará Team SCA, un equipo sueco femenino –11 tripulantes, por 8 los hombres, herederas de Iwona Pienkawa, la pionera polaca que fumaba en pipa y primera mujer en cruzar el cabo de Hornos–; Holanda representa la tradición con el conjunto Brunel y Bouwe Bekking como capitán, un clásico que igualará el récord de siete ediciones del sueco Roger Nilson; Abu Dabi y el grupo chino Dongfeng son la ventana para los grandes mercados…

La vida a bordo.
La vida a bordo.GABRIEL OLIVO

Claro que la crisis también ha apretado el cinturón. La cita de 2014 inaugurará una nueva estirpe sobre las olas, los Volvo Ocean 65, bólidos de 65 pies de eslora (20,37 metros), 11 toneladas y mástiles de 30 metros construidos bajo un diseño único firma de Bruce Farr. Todos iguales, cortados en cuatro astilleros con un mismo molde, para reducir costes (aun así, cada barco cuesta 4,5 millones) y, sobre todo, igualar la competición. Ya no decidirá únicamente la tecnología, sino las resoluciones personales, la unión de la tripulación, los hombres de mar… y el destino. La Volvo ha demostrado que la mejor preparación del mundo no sirve de nada si viene un golpe de mala suerte. Serán 39.379 millas náuticas (casi 73.000 kilómetros) en este desierto oceánico desde Alicante hasta Gotemburgo, final de trayecto el 27 de junio de 2015, pasando por Ciudad del Cabo, Abu Dabi, Sanya, ­Auckland, Itajaí, Newport, Lisboa y Lorient.

“El océano es precioso y la vida en un barco es la mejor posible. Es una vida muy simple, que odias o que amas profundamente”, resume Knut Frostad el espíritu de esta prueba, la reina del océano. Otras palabras, del neozelandés Mike Sanderson, adornan las oficinas de Alicante y se han convertido en una especie de eslogan de la Volvo. Las dijo después de su victoria con el ABN Amro I en 2006: “Esta es mi medalla olímpica, mi subida al Everest, el sueño de mi infancia”.

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Sobre la firma

J. M.
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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