La moda en busca de autor
El pasado miércoles se celebró una lectura literaria en la tienda de Prada en Nueva York Allí se anunciaron los ganadores de Prada Journal, primer concurso literario de la firma
En lavanderías del East Village, en exquisitos salones, bares, parques o museos, lo cierto es que Nueva York concentra un número apabullante de lecturas. La que se celebró el miércoles por la noche en el Soho suponía, por difícil que parezca en esta ciudad, un nuevo escenario. Se celebró en la tienda diseñada por Rem Koolhaas, teatral y futurista, para Prada en el año 2000. La lectura, por cierto, supuso también la presentación de Prada Journal, la última iniciativa de esta marca italiana en el plano artístico. Si en el pasado han sido el cine, el arte o la arquitectura los campos con los que esta firma ha establecido lazos, en 2013 le tocó el turno a la literatura.
¿Qué realidades nos devuelven nuestros ojos? ¿Cómo quedan filtradas a través de lentes? Estas dos preguntas sirvieron de punto de partida para la convocatoria de Prada Journal, un concurso de relatos impulsado por la firma de moda que recibió, en apenas un mes –de abril a junio de 2013–, máes de 1.300 entradas. En la noche del miércoles se hicieron públicos los nombres de los cinco ganadores, que recibirán un premio de 5.000 euros y cuyos cuentos quedarán reunidos en un libro electrónico editado por Feltrinelli que podrá ser descargado en inglés e italiano desde la página web de la firma antes de final d año.
Extractos de esas realidades que imaginaron el italiano Mattia Conti, la australiana Leisl Egan, el argentino Ángel Mario Fernández, la estadounidense Sarah Harris Wasman y el chino Peng Yang, fueron presentados por el actor Oliver Platt, que felicitó a la marca por haber logrado convertir lo que podría haber sido un “acto de marketing mundano” en un interesante descubrimiento de neuevo talento literario. La actriz y dramaturga Zoe Kazan (nieta de Elia Kazan) y los escritores Gary Shteyngart, Anthony Mackie y Jonathan Ames prestaron sus voces sobre el escenario para leer extractos de los cuentos premiados. Todos ellos, según apuntaron, estaban felices de poder hacerlo vestidos con ropa de la marca que promovía el encuentro. “Los escritores normalmente no nos vestimos”, bromeó Shteyngart. El público ocupaba las escaleras que sirvieron de gradas en este lujoso auditorio, y se preparaba para la fiesta que arrancó al terminar la lectura, en la que las intelectuales y modernas gafas de pasta negra tuvieron, por una noche, un toque más glamuroso del habitual.
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