El fiscal se fuga
Ella intenta controlar con esa mano que atenaza. Él deja la suya floja, libre, intentando zafarse. ¡Qué cruz!, parece decir Torres-Dulce, quizá avergonzado de quienes lo han elegido
Si al final de cada jornada pudiéramos revisar la vida, la nuestra, la personal, la más íntima, fotograma a fotograma, nos sorprendería la cantidad de instantes en los que nuestros engranajes y los del mundo o no se acoplan o se acoplan mal, como si alguien hubiera echado tierra en el motor. La vida continúa, la vida continúa siempre, a no ser que te mueras, quiere decirse que las ruedas dentadas, tras el breve colapso, llegan de inmediato a un acuerdo y uno sigue adelante como si no hubiera sucedido nada. El momento malo se borra, como se desecha una secuencia al montar la película, y nos vamos a la cama tan tranquilos, o tan nerviosos, según el temperamento de cada uno. Aquí paz, y después, gloria.
Pero he aquí que existen los fotógrafos de prensa, dispuestos siempre a materializar los desacuerdos de los personajes públicos con la realidad. Fíjense, amigos, de qué manera intenta la señora Cospedal controlar al fiscal general del Estado con esa mano que se posa como una tenaza sobre su brazo derecho, y observen luego cómo él, lejos de responder a esa firmeza, que parece una orden, deja la suya libre y floja, intentando escapar a la tenaza. Fíjense cómo la secretaria general del PP clava sus ojos y su sonrisa en el rostro de él, exigiéndole la atención que no le presta, y cómo él mira hacia otro lado, expresando con el rostro lo que pasa por su cabeza. ¡Qué cruz!, parece decir Torres-Dulce, que quizá empieza a avergonzarse de quienes lo han elegido. Hay que hacer las cosas mal, muy mal, para que la fiscalía huya del poder. Aquí, en efecto, ha entrado en fuga.
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