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Columna
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Libre y en USA

Lo que va a acabar con el crédito de Obama es un hacker subcontratado

Manuel Rivas

¿Qué podría haber pasado si en el avión presidencial de Bolivia viajara de verdad Edward Snowden? ¿Lo habrían retenido sine die en Viena? ¿Entrarían a saco en la aeronave soberana para llevarse al informante? ¿Quién y cómo? ¿Disfrutaría España del dudoso honor internacional de contar con el protagonismo de un embajador sabueso y soplón? En el pedamonte andino, en la época colonial, un fraile se defendía así en carta a un colega por haber dado la orden de que le cortasen las orejas a un indígena: “Era indócil al imperio de mi voz”. Eso es lo que ha ocurrido. Un corte simbólico de orejas a Evo Morales por su indocilidad. Y tienen razón los países sudamericanos en interpretarlo como un acto de intimidación. Su disidencia es la honra de nuestro tiempo. Los mandatarios europeos le han dado vacaciones a la ética. Miraron hacia otro lado con los vuelos secretos a Guantánamo, y pasan la noche en vela por un ruiseñor. A Horacio le hicieron la predicción de que no sería una espada ni una tos lo que acabaría con él, sino “un charlatán”. Lo que va a acabar con el crédito de Obama es un hacker subcontratado. Lo mejor del presidente eran los discursos. Las palabras acudían alegremente a su boca. Me temo que ahora las más sinceras prefieren la conciencia de Snowden. Ha cumplido con su deber de ciudadano. No debería necesitar asilo en ningún lugar. Debería estar libre en EE<TH>UU. También a Daniel Ellsberg lo trataron de espía y enemigo, después de haber desvelado los papeles del Pentágono, en 1971, que ponían de relieve las groseras mentiras de los gobernantes sobre la guerra en Vietnam. Filtrando ese informe, Ellsberg hizo gran servicio a su país. El Tribunal Supremo acabó dándole la razón. Lo que ha puesto de relieve el caso Snowdenes que ya no hay ciudadanos, sino sospechosos. Todos estamos allí. En el puto limbo.

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